| domingo, 02 de enero de 2005 | Relaciones Light Estamos insertos en una sociedad en la que el sujeto se va transformando en individuo: alguien incapaz de tomar decisiones y de actuar por sus propias convicciones. Un hombre que reflexionaba, participaba y tomaba conciencia de su entorno para poder cambiarlo, está dando lugar a un hombre hedonista, individualista, consumista donde todo se vuelve volátil, permisivo y banal, incluyendo las relaciones humanas.
Un hombre cool (frío) o light (liviano) que ya no sostiene valores fuertes a lo largo de su vida, que ya no tiene creencias propias y que se vuelve indefenso en este nuevo tiempo, está formando parte de la era posmoderna: era del plástico prototipo del "usar y tirar" tan característicos de esta época. Es un hombre sin brújula, aunque libre, pero no sabe hacia adónde va.
En estos tiempos que triunfa para la sociedad el que tiene fama, poder y/o dinero, la mejor carta de presentación para este hombre es su capital sin importar cómo lo consiguió o a qué tuvo que renunciar en el camino para alcanzarlo. Es aquel que logra el bienestar y no la felicidad entendida como proyecto de vida, como la realización más completa de uno mismo.
Este análisis de la posmodernidad también puede plantearse en las relaciones humanas, especialmente en el amor (sentimiento que se comparte con alguien) en el que la vida tiene sentido en función del otro. Leibniz, filósofo del siglo XVII, decía que amor es sentirse inclinado a alegrarse en la perfección y el bien del otro, en su felicidad.
Hoy es posible conseguir pareja en el chat o en un programa de televisión, donde especialistas buscan a seres compatibles entre sí y donde sólo se valora lo exterior. Ese otro pasa a ser un objeto de placer que está ahí para satisfacer, afianzando el egoísmo y el consumo también en el sexo. Las relaciones entre hombres y mujeres pasan a ser superfluas y carentes de compromiso.
Lipovetzky en su obra "La era del vacío", dice que se disuelve la confianza, que se legitima el placer y el reconocimiento de peticiones singulares y se modelan las instituciones en base a las aspiraciones individuales. Esto hace que todo sea relativo, que todo valga y que se pueda "usar y descartar" a alguien como se hace con la tarjeta de crédito. En estas relaciones intrascendentes y transitorias, típicas de nuestros días (se ven no sólo en adolescentes sino también en adultos) se utiliza al otro para encuentros físicos, para "pasar el rato" buscando el bienestar y no la felicidad mencionada.
La sexualidad light, y como consecuencia la pornografía y los teléfonos especializados en sexo, sólo lleva a reducir a la persona a mero objeto donde sólo vale si le sirve al otro, reduciéndolo a un simple cuerpo físico sin deseos, sin intereses, sin emociones ni sentimientos.
Esta mirada es afianzada desde algunos medios de comunicación, especialmente la televisión e Internet, que llegan a todos aunque no estén preparados ni psicológica ni educativamente (sobre todo niños y algunos jóvenes) para recibir determinada información en la forma caótica que a menudo llega.
Esta cultura light, esta glorificación de lo superficial y esta incertidumbre de las circunstancias que nos rodean, muchas veces impiden buscar criterios sólidos o tomar conciencia del entorno para poder emerger, para poder encontrarse con los otros de la manera más profunda y más sana. Quizás fallen los mediadores sociales, pero no fallemos nosotros. Cada uno sabe o debe hacer un esfuerzo por saber qué quiere para su propia vida y a partir de allí podrá ver al otro, amigo/a, novio/a, esposo/a como un sujeto que espera se lo trate como tal. Sólo hay que tomarse el compromiso que no es poco.
Carina Cabo de Donnet
Cientista de la educación
Profesora de filosofía y pedagogía
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