| domingo, 02 de enero de 2005 | El sector agropecuario, más allá de la coyuntura de precios El crecimiento de las pymes agrícolas depende menos del tamaño que de una nueva visión del negocio Fernando Botta (*) Las pymes ocupan un lugar preponderante en el esquema de desarrollo de un país. La gran contribución que realizan es su capacidad para generar empleo, pero esa capacidad va acompañada de una arraigada creencia de que su condición de pequeña o mediana las coloca en inferioridad de condiciones para competir.
Existen importantes factores externos a las empresas que no favorecen su desarrollo. Sin embargo, esta cultura de la "inferioridad de condiciones" nos hizo creer que las crisis provenían sólo de la falta de políticas activas (lo que implica más impuestos) o de la sobrevaluación del peso, etcétera, olvidándonos que tenemos nuestros propios límites.
Cris Agrys, especialista en aprendizaje del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets), sostiene que la cultura antes mencionada se origina por un razonamiento defensivo que parte de premisas que parecen probadas cuidadosamente, pero que, sin embargo, no lo son porque parten de elementos que no pueden ser verificados. En la última crisis de las pymes agrícolas muchos entendían que las causas externas eran las determinantes de la misma, y ahora, luego del boom de la soja, el sistema parece darles la razón. Sin embargo, la caída internacional de los precios de los commodities y la lenta revaluación del peso comienzan a cambiar la tendencia del sector.
Con los elementos actuales, el resultado económico de una hectárea de trigo tiene un poder de inversión 66% inferior al que tenía que en el 2001, antes de la pesificación (diferencia entre el margen bruto 2004 deflacionado por Indice de Precios Mayoristas y el margen bruto del 2001). Ahora, para adaptarse a este proceso no es necesario una nueva devaluación, sino comprender el paradigma del desarrollo y concebir un estrategia en consecuencia.
Los límites El sector productor de materias primas es un sector que por su propia naturaleza pierde participación relativa frente al resto de los sectores. Tal como lo señalara Jeffry Sachs: "La declinación, en el largo plazo, del poder de negociación de los commodities, es por sí un efecto colateral de la innovación y el avance tecnológico". El sector comercial, donde están incluidos los procesos de acondicionamiento y transformación de la materia prima, es el sector que va incrementando su participación en el tiempo. No porque viva a expensas de la producción de materias primas sino porque su capacidad de crear valor (nuevas formas de conservación, nuevos productos preelaborados, etcétera) para la sociedad que lo contiene es muy superior a la creación de valor de la empresas de producción primaria.
Junto a los efectos mencionados en los párrafos anteriores aparece otro elemento fundamental para analizar los problemas del sector: la productividad del trabajo agrario, es decir los quintales producidos por hora hombre utilizada. Según R. Frank, para el período 1920-1975 el aumento de productividad del trabajo alcanzó valores de 5,6% anual. Este aumento de productividad se produce por incorporación de tecnologías que permitan obtener mayores rendimientos y/o por incorporación de tecnologías que generen ahorro de mano de obra, pero ello es a expensas de más capital (menos consumo) y más competencia. La tasa de crecimiento de la capacidad de trabajo de una hora hombre es 281% en la vida laboral de un productor.
Ahora, si a eso le agregamos que los sectores productores de commodities tienen, por su naturaleza, una baja tasa de rotación del capital (necesitan muchas unidades de capital para producir un peso en ventas) y que una gran parte de las empresas son medianas y familiares (el número de integrantes crece independientemente del crecimiento de la empresa) obtenemos empresas que son desplazadas no por ineficientes, sino por un desbalance entre las necesidades de crecimiento y sus posibilidades reales. Es decir que la inversión neta (ingresos financieros menos consumo) no alcanza para mantener una adecuada fuente de trabajo para el productor y sus hijos.
La difusión de nuevas tecnologías y prácticas idóneas para mejorar la eficiencia operativa hace que la frontera de producción se desplace hacia el exterior. En otros términos, los avances tecnológicos hacen que una unidad de tierra aumente su productividad. No obstante, aunque ese aumento trae una mejora absoluta de la eficacia operativa, nadie aventaja a nadie, pero produce un desgaste competitivo entre productores por capturar más tierra y mantener la eficiencia de los recursos, convirtiéndose, para uno de los competidores en una estrategia destructiva.
Aceptando los límites naturales de la producción agrícola, es prioritario repensar el futuro de las empresas. ¿Qué hay que tener? Un sueño, una visión del mundo que queremos ayudar a crear, porque a partir de esa idea se puede clarificar qué necesitará la sociedad, quién será el cliente objetivo y qué habilidades diferenciales serán la clave de la competitividad.
Mantener la eficiencia operativa y crecer, como mínimo, al mismo ritmo que crece la eficiencia de los factores de la producción; elegir un nuevo negocio en que la empresa puede estar en el futuro; definir el grado de integración mínimo necesario para alcanzar los objetivos, son algunas de las decisiones que los empresarios del sector deberemos tomar para tener la oportunidad de ayudar a crear el país que soñamos. Sin embargo, tomar estas decisiones demandará optimizar, profundizar y/o aprender herramientas básicas, más allá de la producción, como el control de gestión, la administración de riesgos, etc.
"La principal dificultad para los países en desarrollo es pasar de una ventaja comparativa (ventaja natural) a una ventaja competitiva (ventaja autogenerada). Sin la posibilidad de desarrollar variedad de productos, servicios y/o métodos de producción las oportunidades de desarrollo estarán seriamente limitadas" (Michael Porter).
(*) Ingeniero Agrónomo,
gerente de AgroBrokers SRL. enviar nota por e-mail | | |