| domingo, 02 de enero de 2005 | cartas Libertad y arte La muestra de León Ferrari motivó polémica respecto al derecho del artista de realizar la exhibición pública de su obra y, sobre todo, de la autoridad administrativa de ceder espacios para la misma. El tema no es nuevo. Mi homónimo Francesco della Rovere, que gobernó la iglesia con el nombre de Sixto IV, hizo construir la famosa Capilla Sixtina y dispuso que su cúpula fuera pintada con los colores del firmamento, azul oscuro tachonado de estrellas doradas; su sobrino Giuliano della Rovere, Julio II, contrató a Buonarroti para realizar los frescos que conocemos. Entre uno y otro Pontífice media una considerable distancia respecto a la interpretación de las escrituras y, sobre todo, respecto a la prohibición de imágenes. Como se ve en un mismo estamento de la Iglesia existieron discrepancias respecto al vínculo del arte y la religión. Lo dicho no significa que justifique las blasfemas expresiones de Ferrari, que no dejan de serlo porque él no otorgue carácter sagrado a lo que violenta. Aunque creo que la estética de ese autor es altamente cuestionable y su teología pueril, también opino que debería dejárselo realizar sus exposiciones con entera libertad.
Francisco Della Rovere
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