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 miércoles, 29 de diciembre de 2004  
"Todo quedó en el mar"

A dos días del catastrófico maremoto, Sawerer Fernando revuelve entre los escombros de lo que era su casa. "Aquí había dinero, también necesitamos vajilla", dice el hombre de 48 años. Pero entre los restos pulverizados de su cabaña de madera no queda nada que se pueda utilizar.

Como en todas las poblaciones a lo largo de la ruta costera que lleva de Colombo, la capital de Sri Lanka, hacia el sur de la isla: sólo quedaron en pie unas pocas viviendas de piedra, de las de madera no queda más que una serie interminable de montículos entre los que sobresalen fragmentos de vigas.

Andru Parera, un pescador de 65 años, perdió en el mar toda su existencia: "El bote, las redes y los muebles, todo quedó en el mar", reseña el pescador que salía desde hace 48 años cada noche al Océano Indico. Su pequeña casa de piedra en Waduwwa, 30 kilómetros al sur de Colombo, perdió todo el frente. Ahora duerme en un centro de refugiados en la ciudad, junto a su mujer y tres hijos adultos que compartían la vivienda.

El carpintero Rengith Peris, de 42 años, encontró en tanto refugio en un templo budista de Moratuwa. De su choza de ladrillos en el asentamiento junto al ferrocarril Colombo-Matara sólo quedaron en pie el techo y un dormitorio. Las casas de madera de sus vecinos fueron barridas por el oleaje del Océano.


Deben quedarse en el lugar
A pocos metros permanece Indika Fernando, de 26 años, junto a los restos de su vivienda a pesar de la lluvia torrencial, al igual que muchos otros residentes del asentamiento. "No podemos movernos de aquí", dice Fernando, "si no, vienen otros y ocupan el lugar, madera para construir van a encontrar en cantidad", agrega con amargura.

Las víctimas del maremoto en Sri Lanka no sólo perdieron sus pertenencias, sino también amigos y parientes. Diez vecinos de Mahinda Fernando, de 46 años, habían partido en Navidad a un viaje de peregrinación al templo de Kataragama, en la costa meridional. "Cinco de ellos ya habían descendido del minibús cuando llegó la ola y se los llevó", relata Fernando. "Los demás pudieron salvarse en el auto".

Un matrimonio sueco que esperaba el martes el ansiado vuelo de retorno en el aeropuerto de Colombo había salido el domingo a una excursión. "Estábamos participando en una caminata hacia las montañas cuando llegó la ola", narra la mujer. "Ni siquiera retornamos a nuestro hotel junto a la costa oriental (de Sri Lanka), sino que nos quedamos en lo alto de las montañas". Para el viaje de regreso a Suecia no llevan más que la mochila que habían preparado para los cerros.
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