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 lunes, 06 de diciembre de 2004  
Reflexiones
Rosario: capital legislativa de la Nación

Angel Fernando Girardi (*)

Sabido es que Juan Bautista Alberdi, al escribir sus Bases para la Constitución de la Nación Argentina, propició un Poder Ejecutivo "fuerte", esto es, dotado de facultades y potestades tales que le permitieran actuar con rapidez, dinamismo y eficiencia ante las necesidades de la población y frente a las situaciones externas planteadas por el concierto de las naciones en permanente crecimiento.

El límite de tales atribuciones la daba el respeto por los restantes dos poderes que servirían de contrapeso o equilibrio de fuerzas: el Poder Legislativo y el Poder Judicial.

La historia nos da cuenta de lo acertada que fue esta idea, a punto tal que cuando se la tergiversó, desbordándose el poder ejecutivo sobre los terrenos ajenos de los otros dos poderes, como en los segundos mandatos de Hipólito Irigoyen, de Juan Domingo Perón o de Carlos Saúl Menem, el país terminó pagando muy caras sus consecuencias.

La reforma constitucional de 1994 reafirmó la importancia de la interdependencia armónica -no invasiva- de los tres poderes del Estado. Hoy nuevamente está en tela de juicio la desmedida injerencia del Poder Ejecutivo sobre los otros poderes, razón por la cual es oportuno que, además de advertir sobre el peligro que tal decisión política conlleva, proponer realizar importantes y puntuales cambios para que no volvamos a caer en los errores del pasado.

Es impensable mudar la Capital de la Nación, por cuanto de ningún modo se justifica su costo faraónico y también porque poco y nada incidiría sobre esta difícil situación. Pero sí es posible y aconsejable redistribuir geográficamente los otros dos poderes: el Poder Judicial de la Nación podría trasladar su asiento a la "docta", ciudad de Córdoba, en tanto el Poder Legislativo Nacional podría tener su nueva sede en Rosario.

Existen en ambas ciudades edificios suficientes que se podrían readaptar para el funcionamiento de tales órganos a un costo razonable. En Rosario contamos también con terrenos con vista al majestuoso Paraná, donde podría, de ser necesario, construirse el edificio para el Congreso nacional. Este cambio de lugares no sólo le permitiría a ambos poderes tener una mayor distancia física del Ejecutivo, sino que sería por demás beneficioso para los ciudadanos que cumplan dichas funciones.

Ello es así por cuanto estarían en un contacto diario más directo con las áreas más productivas de la República Argentina y será entonces inevitable el conocimiento in situ de los temas sobre los cuales deben legislar o hacer justicia. En nuestro caso, al estar inmersos en medio de la pampa gringa, donde se producen la mayoría de los productos agro-industriales que exportamos, experimentarían en forma directa cómo se logra esforzadamente la producción de tales bienes, tan necesarios para el sustento y crecimiento de nuestra economía nacional. De este modo, la realidad de lo cotidiano les daría los fundamentos para que las leyes que se deben dictar a fin de permitir que nuestra producción se afiance aún más en calidad y cantidad y pueda así superar las reglamentaciones distorsivas de todo tipo que las naciones del primer mundo establecen por su arbitrario proteccionismo.

También debe ponderarse que si en la región centro de la República se producen los principales alimentos y un porcentaje significativo de argentinos padecen hambre, sería entonces aquí donde los legisladores deberían considerar cómo se puede incorporarle a los mismos valor agregado para transformarlos y adecuarlos a fin de que lleguen a la mesa de los necesitados con un elevado valor nutritivo y a un precio que esté al alcance de sus ingresos.

Nuestra Nación, merced al esfuerzo de todos, de modo destacable de los productores agropecuarios, agroindustriales e industriales, sus abnegados obreros y empleados ha superado la peor crisis económica de su historia y se encuentra actualmente en vías de lograr una situación fructífera en todos sus estamentos sociales, por lo que este tipo de innovación sin dudas será aceptada por la mayoría de los argentinos, quienes decididamente no queremos que los dolorosos errores políticos del pasado se perpetúen en el tiempo y conviertan en cenizas el sacrificio de esta generación que está apostando sus sueños para lograr una Argentina de pie.

Huelga destacar que aquí sólo se consideran, con muchos sobreentendidos, algunos aspectos generales de este importante y necesario cambio en nuestro Estado, los restantes de orden institucional, geopolítico, económico-social, etc., serán tratados por otros destacados rosarinos, especialistas en tales áreas.

Tal vez alguien pueda llegar a preguntarse: ¿por qué Rosario y no Santa Fe como nueva sede del Congreso? Teniendo en cuenta que fue la cuna de nuestra Constitución nacional; la respuesta es simple: allí ya funciona la Legislatura de nuestra provincia así como todos los principales organismos del Estado provincial, de modo tal que esa ciudad quedaría entonces por demás atiborrada de instituciones oficiales y de funcionarios públicos. Por otro lado, a los rosarinos, tal como lo hemos demostrado en la organización y realización de IIIº Congreso Internacional de la Lengua Española, nos sobran condiciones como para acoger en nuestro medio al Congreso de la Nación.

Concluyendo, esta importante reubicación de los dos poderes va a depender de que todos echemos manos a la obra como lo aconsejaba el notable escritor español Ortega y Gasset, al consagrar su célebre frase: "Argentinos a las cosas" y así como recientemente nos instó el Dr. Daniel Eduardo Vila, digamos y hagamos: "Rosarinos a las cosas".

(*) Doctor en derecho y ciencias sociales y productor agropecuario.
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