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 domingo, 28 de noviembre de 2004  
Rosario desconocida: Patios y jardines interiores

José Mario Bonacci (*)

La ciudad ocupa su territorio sometido a cambios contínuos a lo largo del tiempo. Con especial densidad en la zona del centro comprendida entre bulevar 27 de Febrero, Oroño y la costa fluvial, la intensidad de ocupación edilicia crece sin pausa, a la vez que los bordes difusos se compactan, se ocupan y van extendiéndose hacia el oeste, cubriendo zonas que fueron fundamentalmente de quintas con su paisaje casi rural. La ciudad se congestiona, se aprieta en sí misma y va perdiendo usos y costumbres propias de nuestra manera de ser, latencias entrañables pertenecientes a otros momentos de su historia reciente, empujada por las exigencias del muchas veces mal entendido progreso, especialmente visualizado en la construcción.

No es necesario abundar en ejemplos que demuestren el giro cada vez más acelerado en todo lo que tiene relación con el uso de la tierra y la conciencia de lograr el mayor beneficio a través de una desmesurada ocupación del suelo, producto de la especulación inmobiliaria. Acciones que nornalmente gozan de la aprobación general sin medir las consecuencias futuras y cuando se toma conciencia del problema, la realidad se ha complicado en tal medida que no queda otra opción más que el lamento.

No es una situación exclusiva de nuestro lugar. Grandes ciudades del mundo han sufrido el mismo proceso, y estas megaconcentraciones van extendiéndose por el territorio a la manera de una mancha de aceite que avanza lenta, silenciosamente, de manera inexorable.

Si bien la situación no llega aún a un clima total de paroxismo urbano, la ciudad ya exhibe ejemplos con carácter único, porque sobreviven como piezas de no más de sesenta o setenta años de edad, que hablan de conceptos sobre el uso de la tierra con idea de brindar un hábitat más humano, ubicados en tiempos donde el impacto masivo de la propiedad horizontal, no impedía incluir soluciones habitacionales con una posibilidad cierta en el goce de la naturaleza.

Quien se lo proponga, habrá de encontrar notables ejemplos de pasillos-jardines asoleados con jerarquía espacial para unir la calle con viviendas ubicadas en lo profundo de la manzana. Los hay con diversidad en modelos, jerarquías y carácter y sólo para incentivar su búsqueda se indican algunos en San Martín 1438, Mitre 1467, Entre Ríos 1543 y Sargento Cabral 151.


Oasis urbanos
Pero son los patios interiores ajardinados, los que llaman la atención por la superficie que ocupan y por el ambiente que ayudan a conformar. Hasta la década del 50, existió en San Lorenzo 1150 un conjunto ubicado casi frente al actual teatro Broadway, con generosa área de jardines en su frente, ocupados por dos magníficos pinos, y en el centro de manzana, una construcción de planta baja y pisos altos dispuesta en una gran "U", dejando en su eje de simetría un gran patio con césped, y su fondo a unos 50 metros de la vereda, con la grandiosidad que ello significa en pleno centro urbano.

Sus ocupantes obligatoriamente atraviesan el lugar para acceder a sus viviendas como si lo hicieran con una plaza, en este caso privada. La vista remata la perspectiva con un templete sobre la medianera final. Años después el proceso comentado al inicio, hizo ocupar el jardín frontal con dos edificios en propiedad horizontal de diez pisos de alto birlando la vista del conjunto desde el exterior. Hoy el ingreso se hace por un pasillo central entre los edificios, permaneciendo el patio-jardín detrás de los mismos respecto de la calle, sin desmerecer su tamaño y asoleamiento.


Estilo inglés
Un caso similar es el de Tucumán 1048. Obra del arquitecto Maisonnave e ingeniero Daumas se presenta también con un eje de simetría, un jardín delantero sobre vereda y un gran patio en el centro ocupado sólo por un maciso vegetal. La construcción en ladrillo a la vista se presenta con ciertas reminiscencias del estilo inglés, pero con su frente inicial ubicado directamente sobre la línea municipal, permitiendo la vista franca del interior desde la calle. La construcción la realizó con alta calidad la empresa Taiana y Pasquale.

Pero el más destacable de estos conjuntos está situado en Ovidio Lagos esquina Santa Fe (sur-este), con longitud cercana a ochenta metros si se suman fachadas en las dos calles y su ochava. En la primera, un frente compacto permite la entrada a las viviendas en planta baja y primer piso. En Santa Fe 2779, un detalle de jerarquía muestra un notable portal de ingreso para las viviendas interiores, dispuestas alrededor de una plaza privada interna, con fuente de agua y bancos de descanso con mayólicas españolas, senderos y generosas superficies de jardines con presencia de algunos árboles de gran porte, y algunos rincones que escapan a la regularidad de un cuadrado, conformando así un clima de pequeño pueblo o aldea europea.

También el exterior de esta permanencia está resuelto dentro de lineamientos estéticos españoles, debiendo destacarse que un grupo de viviendas se vuelca francamente a la calle, sin tener comunicación alguna con las ubicadas en el interior del espacio abierto descripto.

Así también todas son de una sola planta, estando ubicadas a nivel de la vereda y primer piso. Es este un caso notable en la ciudad, debido a un proyecto del arquitecto M. Carattini y la ejecución de alta calidad a cargo de Diego Nesci.

La Empresa Nogerol y Brebbia inició una experiencia valiosa en la década del 60 dentro de la propiedad horizontal, a través de su serie "Ciros". El edificio situado en Sarmiento 438/450, ofrece su ingreso cubierto en el eje de simetría, elevado sobre la vereda, con espejo de agua y surtidor, y la presencia entre los 2 cuerpos de este conjunto de un generoso patio central ajardinado desenvuelto de medianera a medianera.

Estos sectores abiertos, llenos de naturaleza y acogedores en su uso, han ido alejándose en el ambiente local. La vida se fue complicando en demasía, los costos de mantenimiento se hicieron difíciles de costear en una realidad económica desvastada y la idea de máxima ocupación del suelo hizo el resto, privando a la ciudad de una mayor presencia de estos particulares espacios.

Siempre deseados, el goce de la naturaleza, del sol y de los pájaros en la vecindad de las ventanas, harían más humano nuestro hábitat y el ambiente general se enriquecería con el agregado de una mayor calidez vivencial. Sería bueno hacerlos resurgir como un aporte al mensaje que la ciudad transmite a sus pobladores.

(*)Arquitecto

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En Santa Fe 2779, un portal precede a un jardín interior.

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