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 domingo, 28 de noviembre de 2004  
Perspectivas
El otro Facundo Quiroga
La historiadora María Inés Cárdenas de Monner Sans se propone rebatir los estereotipos que rodean al caudillo riojano

Osvaldo Aguirre / La Capital

El nombre de Juan Facundo Quiroga evoca, de modo inmediato, los enfrentamientos en la Argentina del siglo XIX y en ese campo un polo bien determinado: el de la barbarie. Fue el personaje al que Sarmiento invocaba en el comienzo de "Facundo" para explicar "la vida secreta y las convulsiones internas" que desgarraban al país. "Resulta que mi libro demuestra lo contrario: Quiroga fue un hombre de espíritu guerrero, pero siempre actuó con justicia y siempre puso lo civil por encima de lo militar", dice la historiadora María Inés Cárdenas de Monner Sans, autora de "Juan Facundo Quiroga, otra civilización", que publica la Librería Histórica.

Quiroga nació en 1778 en San Antonio, provincia de La Rioja, y murió asesinado en Barranca Yaco, Córdoba, el 16 de febrero de 1835, cuando "hierros que no perdonan arreciaron sobre él", según escribió Jorge Luis Borges. "La historia lo ha tomado como un caudillo sanguinario, cosa que no fue, nunca. Desearía que ocupe el lugar de la historia que se le ha hurtado, porque murió por pensar en la necesidad de una constitución para organizar el país".

María Inés Cárdenas se propuso rescatar la figura de Quiroga sin apelar a las diversas leyendas que se han tramado a su alrededor. "No he inventado una palabra. He escrito con los documentos de la colección Demarchi, que guarda numerosos borradores escritos por Quiroga, en el Instituto Emilio Ravagnani. Allí están las cartas de Rosas que cito en el libro, las cartas de la mujer de Rosas, las cartas e informes que hizo Quiroga sobre distintas batallas".

En el arte militar, Facundo fue autodidacta. "Se formó viendo a la gente de San Martín. Entonces él salía a las provincias a negociar el aguardiente, las nueces y las frutas secas que cultivaba su padre. Un pariente con el que salía lo inició en el juego. En una oportunidad él se jugó toda la ganancia. Le dio tanta vergüenza que no quiso volver a su casa y corrió a Mendoza, donde estaba San Martín organizando el ejército para cruzar los Andes".

Quiroga se alistó con los reclutas del ejército y marchó hacia Buenos Aires, pero poco más tarde fue dado de baja por mediación del comandante de la frontera sur de Mendoza, Manuel Corvalán, quien actuó por encargo del padre de Facundo. "Entonces él vuelve a su casa, dispuesto a multiplicar los bienes del padre, lo que hizo grandemente. La Rioja estaba dominada por las familias patricias fundadoras de la provincia, pero entre ellas había tanto celo que se peleaban y los gobernadores duraban poco, porque las revoluciones eran continuas. El que termina con esa forma de gobernar es Quiroga, cuando en la batalla del Puesto (1821) vence al último gobernador de las familias oligárquicas", dice Cárdenas.

A partir de ese momento "su figura va creciendo, los unitarios ven la fuerza que adquiere. Después de haber visto las lecciones de San Martín vuelve a su pago y en una zona del llano organiza una fuerza a la que llaman Los Llanistas, y con eso hace su campaña hasta que vence en todo el norte a los unitarios".

María Inés Cárdenas también se ocupa de revisar las relaciones de Quiroga con otros jefes políticos de su tiempo, en particular Estanislao López y Juan Manuel de Rosas, "que se sentía dueño de la estancia grande de la República". En particular, "la lucha de Quiroga con Rosas para que se dictara una constitución fue impresionante. Quiroga le habla a Rosas como nadie le habló, señalándole las distintas traiciones que le habían hecho tanto Rosas como López, dejándolo solo en el campo de batalla".

Entre otros documentos poco conocidos, el libro reproduce la última carta dirigida por Rosas a Quiroga. "Rosas le habla de la imposibilidad de nombrar un grupo de gente para que se dicte una constitución, de lo tremendo que sería convocar a los diputados, comprar los elementos y todo lo necesario para las sesiones", dice Cárdenas. Un evidente intento de frenar la propuesta del riojano: "Cuando se declaró la independencia, en la que hoy es casa histórica no había mesa para escribir. Entonces una vecina cedió una y allí se firmó la declaración. Fíjese la diferencia entre el afán de los patriotas de firmar la independencia y el desprecio de Rosas hacia una constitución".

La relación entre Quiroga y López no fue más tranquila. Al margen de las contingencias políticas y militares el encono entre ambos se condensó en la disputa por un caballo, el Piojo. "Según cuenta la leyenda, Quiroga daba o no daba la batalla según el relincho del Piojo, donde él interpretaba los signos de ganar o perder. Pero después hay una carta, que está en mi libro, donde López le demuestra a Quiroga que Rosas no piensa en la constitución. Como no se llevaba bien con López, él pensó que podía ser una picardía y le manda esa carta a Rosas. Ahí se arma un tole-tole... Rosas era inteligentísimo. No se le puede negar su inteligencia y su forma especial de enredar las cosas, como hizo con Lavalle".

La muerte de Quiroga, por un grupo que dirigía Santos Pérez, encierra un misterio insondable. "No se sabe qué mano moviliza a los asesinos", dice Cárdenas, pero propone indicios para pensar el enigma: "piense cuál podría ser la mano que no quería que se dictara una constitución en el país, y en el cadalso donde fue ajusticiado Pérez vivó a Rosas". Pero se trata de algo "que no se sabrá, porque no hay documentos".

Nacida en Tucumán y residente en la ciudad de Buenos Aires, María Inés Cárdenas es autora asimismo de "Alvaro Barros, un militar digno" y de "Martín Fierro y la conciencia nacional". Fue albacea de los papeles que guardaba Emilia Cadelago, la amante secreta de Leopoldo Lugones, relación que narró en su libro "Cuando Lugones conoció el amor". Actualmente, a los 94 años, tiene en preparación un trabajo bajo el título de "La Frontera".
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"Quiroga siempre actuó con justicia", dice Cárdenas.

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