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 domingo, 28 de noviembre de 2004  
Editorial:
La distribución es clave

De ninguna crisis económica signada por la recesión se ha salido con ajustes. Esa antigua verdad, tan perfectamente plasmada en la modalidad elegida por los Estados Unidos para salir del terrible "crack" de 1929, fue sin embargo ignorada por muchos "gurúes" de la especialidad durante la década del ochenta del siglo pasado en los países más desarrollados del mundo occidental y, claro, en la República Argentina durante el tramo 1995-2001. Las consecuencias quedaron expuestas con inusual crudeza en un país cuya natural prodigalidad pareciera ser un escudo para evitar males formidables como los que se desataron: indigencia a niveles nunca vistos, índices de desempleo que se dispararon y consecuente caos político, que por suerte neutralizó esa magnífica herramienta llamada democracia. Pero las huellas del desastre distan de haberse diluido y de eso es consciente el gobierno nacional, que en una medida que fue tildada de demagógica por algunos sectores aumentó las asignaciones familiares y entregó por única vez una suma fija a jubilados y desocupados.

Muy cierto es que el subsidio permanente posee tantos efectos nefastos a largo plazo como benéficos en el corto. La recreación de la perdida cultura del trabajo debe ser paralela a la reconstrucción del destruido aparato productivo de la Nación. Sin embargo, sólo se vislumbran tímidos avances en ese deseable sentido: la base de la reactivación son por ahora los poderosos motores del campo, encendidos y puestos a marchar a toda potencia por los altos precios internacionales de la soja.

El elevado superávit que se registra merced a las retenciones y a que la ciudadanía ha vuelto a pagar sus impuestos no se destinará, pese a las presiones, al pago de las pesadas obligaciones externas. La resolución que se comenta, que fue criticada por populista, tiende a saldar en primera instancia -tal cual corresponde en el plano ético- el abultado déficit interno.

El incremento del cincuenta por ciento en las asignaciones familiares para todos los sueldos hasta un tope de$2.025, el otorgamiento de una suma extraordinaria para fin de año de $75 a todos los beneficiarios de planes sociales y el pago de $200 por única vez a todos los jubilados y pensionados que cobran hasta $3.100, independientemente del medio aguinaldo, ayudará a tres millones doscientos ochenta y siete mil argentinos que pertenecen a la base de la pirámide social. Ese dinero se volcará después en el mercado interno.

La filosofía que sustenta la medida adoptada es correcta. Pero claro, no se deberá confundir el paliativo que representa con la tan anhelada panacea: ésta no existe, a menos que se la identifique con un largo proceso sostenido con arduo trabajo a través del tiempo.
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