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 domingo, 28 de noviembre de 2004  
El Congreso a Rosario, proyecto para defender

Carlos Duclós / La Capital

Es del caso recordar que la aparición de La Capital no sólo fue el fruto de una idea de carácter comercial sino la puesta en marcha de un emprendimiento político tendiente a concretar un gran anhelo en el marco de una sociedad, por un lado fuertemente politizada y por otro aún no consolidada a pesar de que hacía más de 13 años que se había sancionado la Constitución nacional. No eran pocos los hombres políticos de la época que, advirtiendo que el tiempo pasaba y el país aún no tenía asiento para un gobierno federal, pugnaban con razonables fundamentos para que la capital de esta Nación estuviera en Rosario. Uno de esos hombres, como se sabe, fue el fundador de este diario, Ovidio Lagos. El espíritu federalista, entre el plomo de los tipos y los frutos de los sentimientos, flotaba en la imprenta de la calle del Puerto. Ese mismo espíritu reinaba también en Rosario, Santa Fe, Entre Ríos y todo el país. La necesidad de organizar definitivamente esta sociedad y tener una capital era tan fuerte como el propósito de que tal capital no estuviera en Buenos Aires ¿Por qué así? Carrasco escribió en el primer número de este diario: "Buenos Aires no será la capital de la República porque en los años de desgracias de las provincias ha abusado de su fuerza, arrancando sin compasión la sangre de sus hermanos".

Mucho tiempo ha pasado y muchos sucesos vivió la República. En rigor de verdad el centralismo porteño no perdió su fuerza y lejos de ello concentró más poder no sólo logrando al fin ser la capital de la república. Acaso esa cabeza ya no derrama la sangre de sus hermanos, pero persiste en trabajar "por su preponderancia". Con todo, afortunadamente tampoco perdieron fuerza los ideales dejados en herencia por aquellos hombres que anhelaban que Rosario tuviera un rol protagónico en el concierto social y político argentino. El proyecto hecho público hace unos días atrás por el presidente del directorio de La Capital, Daniel Eduardo Vila, en el sentido de que Rosario sea sede permanente del Congreso de la Nación, es una idea entrañable para la región, abonada por un contexto político coherente y sustentado a través de las décadas en las páginas de este diario que desde su primera palabra abogó por el federalismo y los derechos de los hombres del interior. Este proyecto de repercusión nacional, que hizo suyo todo el directorio de esta empresa y que fue recibido con beneplácito por el gobernador de la provincia, Jorge Obeid, el intendente Miguel Lifschitz y personalidades del ambiente público y privado debe ser brevemente reflexionado y largamente militado sin desmayar.

Se trata en primer lugar de un acto de estricta justicia el de llevar no sólo a la ciudad de Rosario, sino a la amplia región que la circunda y a la provincia de Santa Fe, a un punto de relevancia en lo estrictamente político-institucional, pero también en lo social, económico y cultural. Rosario se encuentra en un enclave excepcional para ser protagonista y merecedora de un proyecto de estas características. Su posición geopolítica, en tal sentido, es ciertamente envidiable: muy cercana a Buenos Aires, con comunicaciones terrestres y aéreas adecuadas, seguras y fluidas a todas partes del país; asentada en la orilla de uno de los ríos más importantes del planeta y con una actividad socioeconómica relevante. Además, posee una planta urbana bellísima con una infraestructura apropiada y capaz de satisfacer holgadamente las necesidades que el emprendimiento requiera.

Demás está recalcar las características de la gente de esta sociedad que, como suele decirse con toda certeza, forjó con su empeño y su esfuerzo su propio destino. Consignar los importantes beneficios económicos y sociales que para toda la sociedad regional traería el funcionamiento del Congreso de la Nación en Rosario es abundar en consideraciones por todos conocidas. Gandhi decía que "Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa". Pero la verdad es que estas palabras encierran también otro mensaje trascendente y no sólo el de sublimizar el esfuerzo al punto de compararlo con la propia victoria. Si bien esto por sí solo es loable, quien aplicó el principio de la resistencia pasiva sostiene que un esfuerzo sin pausa y una fe inquebrantable aseguran alcanzar el objetivo anhelado. Los hombres públicos de la región tienen el compromiso de militar el proyecto "Rosario sede permanente del Congreso de la Nación", que debería ser leit motiv en la vida cotidiana de todos.
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