| domingo, 28 de noviembre de 2004 | Pigmentos: De la tierra al telar La experiencia de tinturas con plantas es una vivencia enriquecedora en múltiples aspectos. Desde lo emocional, los colores de la tierra brindan su armonía a través de sus pigmentos.
La paleta del color transmite los atardeceres del campo, las puestas del sol, el amarillo del maíz, el verde de los eucaliptos, el marrón del nogal, el rosa claro de la mora, el verde de los olivos; mientras que los aromas impregnan los sentidos según de dónde se extraiga el tinte:
* Tilo: calma y estado de quietud que penetra al respirar.
* Eucaliptus medicinal: sensación de apertura en las fosas nasales.
* Manzanilla: percepción en todo el cuerpo.
* Lavanda: vivencia de relajación.
Y así podríamos enumerar variadas sensaciones con la extracción de cada pigmento.
El primer paso en este apasionante mundo, es la recolección de los elementos tintóreos. Se entra en contacto con la naturaleza se clasifican, se estudia y se registran las plantas del litoral, los espacios verdes de la ciudad, el río, la isla, las zonas rurales. Se recolecta (preservando la especie) tomando lo que el suelo ofrece, cuidando la forma de extracción de la planta movidos por un espíritu ecológico de respeto con la madre tierra que brinda su color en las creaciones tramadas en el telar.
El segundo paso es la preparación de la lana. Posteriormente al hilado del vellón de la oveja con el huso o la rueca, se prepara la lejía (mezcla de jabón con ceniza) y se lava la lana.
El tercer paso es realizar el mordentado. Se impregna la lana con algún mordiente (alumbre, sal o crémor tártaro) para que en el teñido el tinte la muerda y quede fijado. El cuarto paso es la preparación del tinte. Se muele con el mortero todo lo que se recolectó para luego macerar, hervir y extraer el pigmento de la planta.
Finalmente con las lanas mordentadas y la extracción del tinte de la planta, nos encontramos en condiciones de teñir: se hierve todo junto (momento especial en que la magia andina se filtra y se hace presente en la manifestación del color). Luego se deja enfriar y se lava nuevamente para posteriormente ovillar las madejas y comenzar a urdir la urdimbre en el telar.
Los representantes de los tonos (en general han sido los vegetales) pero también algunos óxidos y minerales han sido utilizados en la época precolombina para producir el color en las pintura sobre telas, piedras, sellos, tatuajes, pintura facial y corporal.
Pero no sólo se ha teñido con vegetales. Las anilinas animales, entre ellas la cochinilla (insecto hemíptero que proporcionó el tono rojo más intenso conocido en aquellos tiempos) fue una de las materias primas exportadas de América en la época de la colonia. Las colonias de cochinillas se criaban sobre las pencas del cactus (principalmente del Nopal) las que eran recolectadas y luego desecadas, obteniendo la grana cochinilla para posteriormente realizar el proceso de extracción del tinte.
Otro elemento que maravilló a los habitantes del viejo continente fue el añil: arbusto leguminoso con cuyas hojas se preparara una pasta de color azul. Teñir con elementos de la tierra actualiza la memoria del pasado Americano cuando se piensa en aquellos habitantes de suelo prehispánico que extraían con esa técnica ancestral el color de las plantas de su entorno, para luego plasmarlos en maravillosos tejidos de más de 2000 años, que aún hoy asombran (se pueden apreciar en la colección de textiles arqueológicos del Museo Histórico Provincial Julio Marc) por la persistencia del color, la conservación casi inalterable del rojo de la cochinilla y las variaciones de los azules de la planta del añil.
En el presente se percibe una vuelta de hoja a la historia de los pigmentos naturales: los movimientos ecologistas, distintas ONG, e instituciones oficiales como la Unesco apoyan y promueven encuentros, congresos y reuniones internacionales donde se preserva y se promueva el arte de teñir con plantas.
Tiñendo con colorantes naturales se obtienen matices que serán referencia del lugar además de tener la oportunidad de reencontrarnos con la emoción de quienes, a través de los siglos, sacando una madeja de la olla se deslumbraron ante la maravilla del color.
Claudia Goldin, psicóloga y artista textil. enviar nota por e-mail | | Fotos | | |