| domingo, 21 de noviembre de 2004 | [Nota de tapa] En contacto "El español es la lengua de la cultura" El crítico y escritor peruano Julio Ortega relativiza el peso de las literaturas nacionales y destaca el valor de las mezclas y las migraciones Esther Andradi Hablar de Julio Ortega (Perú, 1942) es reconocer al intelectual tan profundo como polifacético, al especialista en César Vallejo y la tradición literaria española en América, pero también es encontrarse con el poeta y escritor y dramaturgo y a la vez con el antólogo de poesía y narrativa latinoamericana así como al autor de un sinnúmero de publicaciones de crítica y teoría literaria. "El principio radical de lo nuevo: Postmodernidad, Identidad y Novela en América Latina" (Lima, 1998), "Arte de innovar", (Mexico, 1994), "El discurso de la abundancia" (Caracas, 1992), son algunos de sus libros de crítica literaria.
Considerado como el continuador de Emir Rodríguez Monegal y Angel Rama en la crítica latinoamericanista, su mirada profunda y renovadora ha sido elogiada por escritores diversos como Octavio Paz, José Lezama Lima y Julio Cortázar. Este pensador de la migración que vive desde hace tres décadas en los Estados Unidos y ha sido director del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown, Providence, ha logrado reunir en una red de diálogo a USA y América Latina con Europa (París y Madrid, fundamentalmente). Un triángulo de creatividad diversa y plural con nombre de crucero: Proyecto Transatlántico. Un Taller de la "mezcla" del que hay mucho para aprender.
-Revisar tu biografía es encontrarse con la obra creadora tanto como en la teoría y la crítica literaria y el trabajo académico, algo así como una dinámica del pensar-creando: ¿Se trata de un eje único? ¿O son varios ejes a la vez intercomunicados?
-Como cualquier latinoamericano en algunos momentos me he creído parte de una migración mayor, que me contiene y reconozco en el camino. Ignoro de qué tribu se trata pero sé que es transfronteriza y postnacional. Su patria, se diría, es el extranjero. Y esta sería una condición sin principio ni final, un puro tránsito, la extranjería. Está, por eso, hecha de redes, filiaciones y afectos, y fluye sin norma ni sanción. Esa intimidad de lo procesal me ha hecho creer que nuestro trabajo se produce fuera del canon y el archivo, en la transición de lo nuevo. Y que después del purgatorio de la historia y el infierno de la política, las artes son el lugar de nuestra humanidad. El otro eje podría ser de articulaciones ensayadas. Creo haber propuesto un par de hipótesis; en primer lugar, la del "discurso de la abundancia", que ilustra la fecundidad de la mezcla, y que hace de nuestra cultura un espacio adelantado de lo moderno; más recientemente, la del imaginario transatlántico, como lugar de cruce de las orillas europeas y americanas, donde levantamos refugio y, a veces, albergue.
-Vives en los Estados Unidos de América desde hace unas tres décadas, eres catedrático en la Universidad de Brown y mantienes una relación profunda con la creación en español. Desde tu experiencia, ¿cómo ves el espacio del español en la vida creativa en los Estados Unidos?
-El español en Estados Unidos es el futuro que ya está aquí. En 25 años las poblaciones del español serán el doble de lo que suman ahora, pero las respuestas son todavía burocráticas y policiales. Hay resistencias y violencias de todo tipo, aunque la clase media sabe que el futuro de sus hijos será hecho también en español y lo reclaman desde las escuelas. En los últimos tiempos, los hijos de los inmigrantes buscan recuperar su lengua porque descubren que les ha sido extirpada y son mudos en inglés. Lo extraordinario es que el flujo migratorio hispánico busca adaptarse socialmente pero no sigue las pautas clásicas de la "americanización" (renunciar a la identidad étnica a nombre de un modicum nacional) sino que persiste con su lengua y su cultura negociando sus márgenes y espacios. Esa fluidez es de una extraordinaria creatividad, y debe estar alimentando una nueva cultura de la mezcla.
-Estamos en los umbrales del IV Centenario de la publicación de don Quijote de la Mancha, libro fundante de la Weltliteratur. ¿Es que el Quijote sigue diseñando el imaginario o es una ilusión de la minoría de lectores de este mundo?
-Yo he elaborado la tesis de que El Quijote tiene un héroe de la lectura en Sancho Panza, el analfabeto. Después de todo, Don Quijote es un lector errado y errático. Pero Sancho, que aprende a leer en las rutas de su amo, termina siendo el mejor lector. Lo demuestra cuando como juez de su Insula, a pesar de que vive la comedia del poder, lee cada caso que juzga como si leyera una novela. Esta hecho, así, por la letra, en la que se libera de la tiranía de lo literal, de esa sombra del poder absoluto, de cuya "mancha" sólo queda huir y a la que sólo se vuelve a morir. En ese gesto me gustaría probar que Cervantes revela su visión de América. Recordemos que solicitó permiso para mudarse a las Indias y servir en algunos puestos vacantes, pero le fue denegado, probablemente porque era de familia "conversa". Creo que conoció las Indias en las Crónicas del Inca Garcilaso de la Vega, con quien coincidió en Montilla. Y América debe haberle parecido un lugar posible de lo moderno, de la tolerancia, la mezcla y lo nuevo, al revés de la España de su tiempo, donde todos los grandes escritores, en uno u otro momento, padecieron miseria, destierro o prisión.
-El territorio de La Mancha es el territorio del mestizaje, del dinamismo de lo impuro, escribe Carlos Fuentes en su relectura del Quijote. ¿Qué te parece esta afirmación? ¿Cómo se entiende este optimismo en un mundo que ve en la mezcla la fuente del conflicto?
-Fuentes tiene razón, y la idea se remonta al Inca Garcilaso de la Vega, al cronista Guamán Poma de Ayala, a Sor Juana Inés de la Cruz, esto es, a los mayores escritores de la Colonia. Las primeras versiones de la mezcla (lo he desarrollado con algún detalle en mi libro "El discurso de la abundancia") son el traslado de las semillas, el crecimiento gigantesco de los frutos de España en Indias, el injerto, la hibridez, el mestizaje. La mezcla, por lo mismo, es el modelo superior de la realización política de Europa, porque demuestra que, en el plan divino, el mundo no ha acabado de hacerse, y se abre a nuevas y fecundas transformaciones. Al modelo natural de la mezcla corresponde la experiencia cultural del mestizaje. España no existiría sin su propia historia de la mezcla pero el catolicismo intolerante, el estado absolutista y la primera globalidad imperial terminaron con ese germen de lo moderno y condenaron el país al anacronismo. Hoy, con las migraciones, vivimos otra vez el proyecto de la mezcla como horizonte de creatividad, diálogo y exceso de identidad.
-Antes que en un país, se nace en una lengua, escribes en un ensayo. ¿Dirías que los nacidos en el español fuimos transnacionales antes de la globalización?
-Exactamente. El español es hoy la lengua franca de la cultura. No sólo porque no nos debemos a la melancolía de las literaturas nacionales (¡nada es más claustrofóbico que un destino en la nacionalidad literaria!) sino porque nos hacemos en el tránsito y la transición. Por eso digo que los Estados Unidos nos debía explicaciones, después excusas, y ahora las gracias.
-Vivir en otra lengua, crear en lengua materna... Tu vida creativa es emblemática en este aspecto. Conflicto o resorte creativo, ¿cómo lo vives?
-Las lenguas en contacto producen toda clase de versiones, todas legítimas mientras forjen un ámbito de comunicación. Estados Unidos debe haber sido el único país del mundo donde ser bilingüe era un menoscabo. Pero ahora todos quieren ser bilingües, y descubren que el español les mejora su relación con la literatura, incluso con la calidad de la vida cotidiana. Hay varias zonas de encuentro creativo entre el español y el inglés, y sus consecuencias son imprevisibles. No creo que uno borre al otro, tampoco que se produzca una tercera lengua promedio, por más que los préstamos sean muchos y mutuos. Yo, como tantos en este país, vivo en español; enseño en español y escribo en español. Me manejo en inglés, leo en inglés, y aprecio mucho las virtudes de esta lengua. Pero no es una doble vida, es la misma con acento.
-Proyecto Transatlántico es el nombre del grupo de trabajo que desde hace una década coordinas en la Universidad de Brown: un modelo que abarca la interacción del idioma español y la creación cultural entre dos continentes. En el balance ¿podrías señalar algunos momentos de conflicto en el desarrollo? ¿Etapas en que tuviste la impresión que todo haría agua?
-Siempre me pareció inútil la larga división entre literatura española y latinoamericana en el sistema académico, y nunca creí en las supersticiones mutuas. Este Proyecto Transatlántico está conformado por un grupo muy diverso y fluctuante de colegas de siete o diez universidades, de distintas especialidades, cuya plaza mayor es el español. Hemos coincidido en una serie de coloquios y congresos sobre el Caribe Transatlántico (Puerto Rico), Mexico Transatlántico (Guadalajara), Las identidades atlánticas (Brown) y España Transatlántica (Madrid). También se trata de mejorar la conversación, y cruzar de lo académico a lo literario. Un grupo paralelo se ha constituido en Western Ontario University, en Canadá, que incorpora el Barroco en sus intereses. Trabajamos juntos algunos proyectos. En los últimos años varios departamentos de español, incluso de inglés, han empezado a ofrecer cursos de literatura atlántica, y en Brown y otras universidades hemos contratado profesores que quieren desarrollar ese espacio de investigación. Una colega me decía que nos falta una declaración de principios, pero le he respondido que el mejor principio es el del "taller", donde resistir la institucionalización, la autoridad y la moda. Pero corremos, claro, el peligro del éxito, y que todo se convierta en transatlántico.
-¿Qué destino crees que tiene la literatura en este momento? Destino como fatalidad y a la vez como proyección y deseo. ¿O no tiene destino, como diría el bolero?
-El destino de la literatura, creo yo, es político. Esto es, se debe a la política de las interpretaciones, que deciden el lugar de la cultura, y así la relevancia de lo imaginario. Creo que hoy vivimos la zozobra de la política y, por ello, la irrelevancia de lo literario. Buena parte de la literatura padece incluso de banalidad. Se debe al mercado, a las alzas y bajas de las representaciones que de América Latina, o cualquier zona del mundo no hegemónico, tienen las culturas centrales, las del museo y el canon. Muchos escritores latinoamericanos cultivan, por ejemplo, la ilusión del realismo, que hace de la violencia el eje de la vida cotidiana. Pero procesan la violencia como un producto de consumo europeo. Asumen la identidad que nos asignan, ser culturas de la violencia. Es cierto que hay violencia pero ésta es irrepresentable, un escándalo de la inteligencia, un drama del lenguaje; y no una película donde muere un niño cada minuto (como "Ciudad de Dios", muy bien hecha, pero en la lógica del mercado) ni una novela donde el crimen y el fracaso nos destinan. Lo literal, otra vez, no es realista, forma parte de la cancelación de lo real, que tiene en lo imaginario su capacidad de respuesta, transformación, y cambio. Pero soy optimista porque creo en los más jóvenes, en la última generación de escritores que en el territorio del español hace los turnos del relevo con humor, empatía, y diferencia. La llamo "la generación relief", porque es relevo y alivio. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Fuentes en la apertura del Congreso de la Lengua. | | |