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 domingo, 21 de noviembre de 2004  
Mañana se cumple un año del brutal asesinato del cadete Damián Céspedes
Recuerdo de una vida sesgada por 7 tiros
Lo atacó un menor que quiso robarle la moto en barrio Carlos Casado. El homicida está preso pero sin pena

María Laura Cicerchia / La Capital

Manuel y María Teresa Céspedes no puede poner en palabras sus rutinas cotidianas luego de la muerte de su hijo Damián, de 24 años. Como si el tiempo se hubiera detenido ese día, la conversación sólo se vuelve fluida cuando empiezan a reconstruir paso a paso aquel sábado 22 de noviembre en que el joven cadete de una farmacia fue acribillado de siete tiros. Lo mataron para sacarle la moto, pero el robo ni siquiera se concretó. Los Céspedes parecen fijados en ese momento: aunque pasó un año desde la incomprensible reacción del ladrón que increpó a Damián, para ellos el dolor es siempre el mismo. Tan intenso que no pueden dominar el llanto cada vez que nombran al hijo que no está.

Mañana marcharán en su recuerdo, acompañados por sus vecinos y los compañeros de trabajo del muchacho. A las 20 partirán de la esquina de Eva Perón y Rouillón, a pocas cuadras de la casa cercana al complejo de cines Village donde vivió el cadete. El tercero de cuatro hijos, hincha de Ñuls, fanático de Metallica y amante de las motos, Damián se había ganado el cariño del barrio. Ese afecto movió a los vecinos a recordarlo en una carta que hicieron llegar a este diario, donde lo definen como "un chico respetuoso y honesto".

En la casa sencilla de Rouillón al 300, los padres de Damián no logran sobreponerse a su muerte. Su presencia se siente apenas se ingresa al living: un enorme cuadro, el único del ambiente, recuerda al joven sonriente que sus familiares dicen extrañar cada vez más. Su cuarto permanece impecable, imperturbable, como si él aún estuviera allí: un placard, una computadora, un equipo de música y, sobre la mesa de luz, un poster de Metallica. En el centro de la habitación está la moto por la que el muchacho perdió la vida. Sus padres se niegan a venderla porque "entregó su cuerpo para defenderla".


"Dios me lo dio, Dios me lo llevó"
"Damián recién estaba empezando a vivir y ahora tengo que ir todos los domingos a visitarlo a La Piedad". Cada vez que nombra a su hijo, Manuel, de 63 años, empieza a llorar. Es empleado metalúrgico desde hace 20 años. Con María Teresa Ruggenini, de 56 años, tuvo otras dos hijas mujeres y un varón que ahora tiene 17. "Dios me lo dio, Dios se lo llevó", dice para resignarse, aunque las lágrimas en sus mejillas hacen dudar que lo consiga.

Damián estudiaba en un Eempa, era masajista, había hecho un curso de defensa personal, le apasionaba hacer gimnasia y tenía un físico desarrollado. Integraba un grupo mixto de amigos con los que iba a la cancha, viajaba a Buenos Aires para ver jugar a Ñuls o se juntaba a tomar mates en las Cuatro Plazas (Mendoza y Provincias Unidas).

"Estábamos todo el día juntos. Los sábados a la tarde, si él tenía franco, íbamos al río a tomar sol. Ibamos a bailar a La Florida. Era una muy buena persona, incapaz de hacerle daño a nadie y el último en querer pelear", recuerda Marcos cuando detiene su moto en la vereda para charlar con los viejos de su mejor amigo.

Un año atrás, Damián trabajaba en la farmacia Marketing Farm, de Eva Perón y Provincias Unidas. Hacía seis meses que estaba efectivo. Había dejado la escuela en tercer año y trabajado hasta comprarse una moto Econo Power con la que consiguió el empleo de cadete.


El último envío
El sábado 22 de noviembre fue a dejar un pedido en el barrio Carlos Casado, en la zona sudoeste. En una casa ubicada en la confluencia de las calles Londres, Gaboto y Carlos Casado entregó los medicamentos y se detuvo a unos metros de allí para acomodar algunos papeles en su riñonera.

En ese momento pasaban frente a él tres pibes en un carro tirado por un caballo. Uno de ellos bajó. Estaba armado al parecer con un revólver calibre 32. Los vecinos dicen que intentó sacarle la moto al cadete, pero no pudo arrancarla. "Damián le había alterado el mecanismo de arranque. Era muy cuidadoso con su moto. Le había sacado las luces de giro y uno de los espejos para que no estuviera tan llamativa. El mismo le compraba los repuestos y la arreglaba cuando tenía algún problema", recuerdan sus padres.

Ellos saben cómo fue el ataque gracias a lo narrado en Tribunales por dos vecinas. "Nunca les voy a poder pagar lo que hicieron por nosotros al animarse a declarar", agradece la madre de Damián antes de reproducir el relato de los testigos: "Mi hijo primero corrió a refugiarse atrás de unos árboles, pero después persiguió al ladrón para recuperar la moto y el menor le pegó dos tiros. Damián cayó al suelo y el ladrón le volvió a disparar. Siete balazos tenía mi hijo en el cuerpo. Lo mataron a sangre fría, porque él ni siquiera podía defenderse".

Junto al cuerpo ensangrentado de Damián se reunieron enseguida los vecinos, que se indignaron por la tardanza de la policía y de una ambulancia. El atacante salió corriendo sin llevarse nada. Los pibes del carro también se fueron. Más tarde, la policía detuvo a un menor de 17 años que aún está preso (ver aparte).

Lo que pasó con Damián les fue comunicado de un modo incierto y confuso a sus padres. Manuel estaba cortando el pasto cuando llegaron dos policías del Comando Radioeléctrico. "Me dicen que lo habían asaltado, que estaba internado en el Heca. Cielo y tierra revolvimos buscándolo, pero no estaba. Del destacamento policial nos mandaron a la seccional 18ª. Cuando llego, veo la moto bañada en sangre. Nadie me dijo que mi hijo estaba en la morgue", narró el metalúrgico, en presente, como si el crimen de Damián hubiera ocurrido hace minutos.
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Los padres de Damián.

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