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 miércoles, 17 de noviembre de 2004  
La continuidad de la política exterior

Laszlo Trankovits

Washington. - Condoleezza Rice nunca ha puesto en aprietos públicamente al presidente Bush. Veteranos políticos como el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, o el de Estado, Colin Powell, han metido la pata y han mostrado sin querer sus dudas sobre los motivos de la guerra de Irak, pero la consejera de Seguridad Nacional de 50 años no comete esos deslices. Una sola vez generó leve irritación, cuando en abril pasado se refirió por error en una comida con destacados publicistas en Nueva York al presidente Bush como "mi marido".

Sus palabras demuestran sin embargo la cercanía que tiene con el presidente. La funcionaria, que es soltera, pasa más tiempo de su vida privada con los Bush que cualquier otro empleado de la Casa Blanca. Bush aprecia a esta intelectual nada simpática para muchos otros porque, según declaraciones que recogen los medios, ella "puede explicar la política exterior de modo de que yo la entienda". Los dos comparten una visión profundamente religiosa del mundo y creen en la "misión" de llevar la libertad al resto del planeta.

Otros ven la cercanía con Bush en cambio como una desventaja. La decisión a favor de Rice como sucesora de Powell es "un triunfo de la posición más dura en política exterior", comentó el Washington Post. Que sea ella quien ocupe el puesto que deja Powell es una clara señal: que el orden mundial será modelado de forma aún más fuerte de acuerdo con las visiones de Bush y sus asesores neoconservadores. Eso implica la lucha ofensiva contra el terrorismo y los regímenes peligrosos, así como la extensión de los valores occidentales de libertad y democracia.

Según los medios, Rice había pensado en retirarse al igual que Powell después de terminada la primera presidencia de Bush, para regresar a la Universidad de Stanford (California). Pero la reelección de Bush y la perspectiva de ser la primera secretaria de Estado negra, y por tanto la mujer más poderosa del mundo, parecen haberla hecho cambiar de parecer.

A esta politóloga, experta pianista y amante del deporte la atrae posiblemente el mismo pensamiento que a Bush: escribir parte de la historia del siglo XXI. Para ello, Bush busca crear un gabinete lo más homogéneo posible en el que no haya ninguna disputa en su opinión superflua.

Una de las tareas más agradables de Rice será posiblemente reconvertir a la línea de Bush al Departamento de Estado, hasta ahora a veces escéptico frente a su política. Para los aliados de EEUU es una figura conocida y nadie duda de su inteligencia. Para los europeos es más difícil en cambio el hecho de que ella comparte sin condiciones las opiniones de Bush, aunque pueda formularlas de forma mucho más exquisita y científica.

Bush cree que EEUU se enfrenta a una guerra global contra un Islam cada vez más radicalizado y contra el terrorismo. Este análisis impregnará toda la política de Washington en los próximos años. Corea del Norte e Irán podrán seguir casi sin obstáculos con sus ambiciones nucleares y EEUU esperará a ver si las negociaciones de los europeos arrojan resultados. De no ser así, con Rice habrá una secretaria de Estado que sin dudar representará la política ofensiva, incluso bélica, de Bush. (DPA)
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