La Capital
edición especial
      miércoles, 17 de noviembre de 2004  
De puño y letra
Capital de la lengua
El Congreso

"Tenemos un idioma poderoso pero muchas veces no estamos a su altura"
El novelista español Luis Landero espera que el Congreso ayude a tomar conciencia del patrimonio extraordinario que es la lengua

Fernando Toloza

Luis Landero nació en el sur de España en 1948, en una familia de campesinos. A comienzos de los años 60 se trasladó a Madrid en busca de un mejor horizonte y comenzó a realizar todo tipo de trabajos (mecánico, dependiente y guitarrista de flamenco), mientras comenzaba a escribir. Su primera novela, "Juegos de la edad tardía", ganó los premios Nacional y de la Crítica de su país y lo reafirmó en su carrera, que por estos días se enriqueció con una nueva novela, "El guitarrista". Landero participa en el Congreso en el panel "La apertura hacia la universalidad: el diálogo con otras literaturas", junto con Nélida Piñón, Jorge Volpi, Jorge Riestra, Noé Jitrik y José Pablo Feinmann.

-¿Qué expectativas tenés sobre el Congreso de la Lengua en Rosario?

-Las pequeñas y las grandes. Las pequeñas son que todo vaya bien y que la tribu se cohesione. Las grandes, que todos seamos conscientes del patrimonio extraordinario que tenemos en el idioma. Es un idioma con una gran fuerza y posibilidades en todo el ámbito mundial. En esta época de globalización no somos conscientes de esto y no sabemos manejar esa fuerza extraordinaria que tenemos. Sería estupendo que el Congreso sirviera para saber lo importante que es nuestro idioma. Pero también hay objetivos más ambiciosos que quizás no se solucionen en un congreso.

-¿Cuáles pueden ser algunos de esos objetivos?

-El que todos nos unamos en torno a la convicción de que el español es una lengua que tiene una gran influencia en el mundo, creciente, y que nos demos cuenta de que no estamos sabiendo aprovechar esto. La lengua es una llave que abre caminos culturales, comerciales, de influencia política. Tenemos un poderoso instrumento en nuestras manos y parece que no sabemos qué hacer.

-En relación con el panel en que estarás, ¿cómo pensás el diálogo entre las literaturas?

-El diálogo entre las literaturas es de toda la vida. Desde que empiezan a contarse historias, las literaturas dialogan muy bien entre ellas, y quien dice literatura dice historias. La gente lee historias y las historias no son de nadie, son de todos. Las literaturas dialogan con una fluidez increíble: temas que llegan de Persia pasan al mundo árabe, después a España, y de allí a Inglaterra, por ejemplo "La fierecilla domada", de Shakespeare. Ojalá los hombres y los dioses hablasen entre sí con la facilidad que dialogan entre ellas las literaturas. Las diversas literaturas manejan un reportorio bastante restringido de temas, que son los demonios que nos atormenta a todos: el poder, la soledad, el amor, la muerte. Tantas cosas que nos unen, porque estamos como muy solos y lo que las literaturas hacen es indagar en el fondo del alma.

-¿Cómo ves la influencia de la literatura en español?

-La literatura en español no ha tenido ni tiene la influencia que debería tener. El boom de la literatura latinoamericana tuvo por un momento una importancia en el mundo pero creo que no hemos sabido vender nuestra literatura como los franceses. La literatura en español debería tener más peso, debería ser más canonizada.

-Da la impresión de que salta del Quijote al boom.

-Efectivamente, y Benito Pérez Galdós, por poner un caso, es apenas conocido. Y antes del boom tendríamos que hablar de Borges y Onetti. Dependemos un poco del marketing, pero no hacemos el marketing. Aunque no es un problema de marketing, que es una palabra que disuena. Tenemos un idioma muy poderoso pero política, económica y científicamente no estamos a la altura de ese idioma, o no sabemos, quizá, valorarnos, como si tuviésemos un complejo grande. Hay tantos ejemplos de autores franceses, ingleses, estadounidenses o alemanes, que son de segunda fila, pero tienen una importancia extraordinaria porque el propio impulso del idioma los ha proyectado. En España, sin embargo, hay cantidad de autores maravillosos que no han salido de la aldea del español.

-Desde el lado americano se puede pensar ese déficit en relación con la historia de dictaduras y violencias en lo político, ¿cómo lo pensás en España?

-En general España ha sido un país que ha quedado al margen de Europa en muchos momentos de la historia, y que ha caído de dictadura en dictadura. El mayor período de democracia que hemos tenido es éste. Desde los tiempos de Felipe II hemos vivido de espaldas a Europa, y esto ha hecho del español una cosa exótica a pesar de la fuerza que tiene, pero es como no se ha integrado bien. Hemos tenido un mal siglo XVIII en España, participado malamente en el siglo XIX y luego ha sido un país socavado por las dictaduras, y ahora que intentamos incorporarnos a la modernidad nos damos cuenta de la importancia que puede tener España.

-Borges relacionaba el desarrollo de la literatura con el infortunio.

-Eso es aparte. No creo que eso deba tener una lectura de cosa colectiva. Es verdad que la literatura nace de la infelicidad. El hombre que es feliz no necesita contar, se toma una cerveza con sus amigos y les cuenta su vida, pero carece de interés para la literatura. No recuerdo ninguna obra literaria que trate sobre la felicidad. La literatura nace de la insatisfacción, pero eso no se puede traspasar a los países, salvo esa broma que hacen con Suiza de que sólo ha inventado el reloj de cucú. Pero es una "boutade": el infortunio es el infortunio de cada uno, y gente desdichada hay en Suiza y en todos lados.

-¿De qué forma enfrentás la enseñanza de la literatura en un mundo globalizado donde las generaciones más jóvenes parecen alejarse de los libros?

-Tengo bastante suerte porque doy clases en la Escuela de Arte Dramática de Madrid y tengo alumnos muy buenos, que tienen la misma pasión por la literatura que tenía yo cuando era joven y que aún sigo teniendo. El profesor tiene que elegir entre ser transparente o ser opaco. Si es opaco, es alguien que interpone la interpretación, la teoría, que se pone entre el autor y el lector. El profesor transparente es una especie de anfitrión, que presenta al autor y al lector, y los deja solos. Es una especie de Celestina. La profesión de profesor se ha complicado mucho cuando realmente tendría que ser la historia de alguien que ha leído y transmite su experiencia del modo más sencillo posible, para llegar al objetivo: el encuentro enamorado y solitario entre el autor y el lector. El profesor tiene que ser lo más neutro posible y a la vez un río, la literatura más que enseñarla se contagia. Y de ahí en más, es una aventura individual. Como dice el poeta Joseph Brodsky, podemos compartir un taxi, una manzana, una amante pero no un poema, porque eso significa lecturas absolutamente personales, intransferibles.

-Siempre se destaca el carácter cambiante de tu vida, los oficios de guitarrista, mecánico...

-Porque soy de una familia del sur, de campesinos, de Extremadura, que emigramos en la época del boom industrial en España. Los que vivíamos en el sur y éramos pobres emigramos con todas nuestras esperanzas, y al llegar a la ciudad tuvo que trabajar. Mi padre murió cuando yo tenía 16 años y tenía a mis hermanas y mi madre y tuve que trabajar para ayudar en mi casa.

-¿Cuándo nació tu pasión por la literatura?

-Muy pronto, a los 15 años. Comencé escribiendo poemas, no prosa, quizá cuando me enamoré y me desdeñaron, esos momentos de la adolescencia en que te sientes solo, y vives tantas catástrofes. Leí algunos poemas perdidos y de pronto me contagié. Fue una experiencia tan fuerte que sentí que eso era mi vida y que iba a ser escritor por encima de todo.

-¿En algún momento tuviste como libros de cabecera el atlas, el diccionario y la enciclopedia, como el personaje de Gregorio en tu novela "Juegos de la edad tardía"?

-El diccionario lo sigo teniendo, pero tuve muchos libros de cabecera. En mi época de poeta, los románticos, Neruda, Juan Ramón Jiménez, Bécquer; no estaba muy informado. De cabecera quiere decir que son libros con los que me reencuentro, que releo. Son muchos. Además de los clásicos y el Quijote, Kafka es un escritor muy querido por mí. Pero depende, porque esto es como la medicina, según la enfermedad que tengas en ese momento te recetas un libro. Si un día te encuentras con que estás un poco torpe de los sentidos, una dosis de Proust te viene muy bien, porque te ayuda a finar esas cosas.


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