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 viernes, 12 de noviembre de 2004  
Reflexiones
Mi idioma es el argentino

Ana María Zeno

Mucho me hubiera gustado asistir al Congreso Internacional de la Lengua Española, pero resultó imposible. Siempre me interesaron la historia, las diferentes culturas, sus lenguas. Me gustan los idiomas con muchas vocales que por ser sonidos, los hacen melodiosos (recordemos que las consonantes son ruidos). Nací en Argentina, 429 años después de la llegada de los españoles a las Antillas, en 1492; ya el castellano se había transformado en el argentino, mi idioma materno. Me gusta el argentino porque es tan melodioso; me gusta pensarlo, hablarlo, recitarlo, cantarlo, escribirlo a mano, dibujando cada letra; me gusta escuchar a los hablistas, que se expresan con elegancia; me gusta consultar diccionarios, pero no hay ninguno como mi querido y viejo Pa-las del año 1933. Me gusta el "che" que tanto nos identifica, nuestra manera de conjugár los verbos: "¿vos qué pensás?" en vez de "tú qué piensas?", y así.

Pero también me gusta el castellano antiguo, seguramente por tener una profesora de literatura maravillosa en el bachillerato. Leí en ese entonces, todo el poema del Mío Cid Campeador, del siglo XII, preciosa reliquia de la poesía épico-juglaresca medieval. ¿Cómo no recordar dos hermosos poemas del siglo XVI: Serranillas, del Marqués de Santillana, que cuenta de esa "moça tan fermosa, la vaquera de la Finojosa"; y el madrigal de Gutiérrez de Cetina: "Ojos claros, serenos // si de un dulce mirar sois alabados // ¿por qué si me miráis, miráis airados? // Si cuando más piadosos // más bellos parecéis a aquel que os mira // no me miréis con ira // porque no parezcáis menos hermosos. // ¡Ay, tormentos rabiosos! // ojos claros, serenos // ya que así me miráis, miradme al menos".

El lenguaje es algo vivo y cambiante, a través del tiempo y la geografía, pero siempre conserva su identidad y forma parte del sentimiento de patria, más cuando estamos lejos. Veamos algunas pinceladas. Por ser algo tan vivo, pienso y deseo que el empobrecimiento actual de la mayoría de las lenguas del mundo y la violación de las reglas ortográficas sea pasajero. Llama la atención que, a veces, una misma palabra signifique algo tan diferente entre los países hispanoparlantes (los ejemplos son harto conocidos). El español con sus variantes regionales ocupa el cuarto lugar en el mundo. En relación al significado de algunas palabras, "indio", aplicada a los nativos de Hispanoamérica por los españoles que creían haber arribado a la India, es falsa: y ello molesta tanto a los indígenas americanos como a los indios, pues los únicos indios son de la India.

En nuestro país tuvimos oleadas de inmigrantes, la mayoría europeos. Desde mediados del siglo 19 hasta las primeras décadas del siglo 20, fueron vistos con desconfianza y desprecio por los nativos. Los inmigrantes a su vez despreciaban a los mestizos, los indios, los negros, los gauchos, las chinas; durante mucho tiempo siguieron hablando su propio idioma (como reforzando su identidad). Al idioma argentino se le fueron incorporando muchas palabras europeas. Al mismo tiempo, surgió un lenguaje popular, el lunfardo, notable en la letra de los tangos arrabaleros del 900. En la década del 40, se lo prohibió: por ejemplo, ya no se podía cantar "la casita de mis viejos", sino "la casita de mis padres" ni "percanta que me amuraste" sino "muchacha que me dejaste". Y seguramente como una reacción ante tal arbitrariedad, y como una pertenencia a nuestro idioma, a los pocos años se creó la Academia Porteña del Lunfardo.

Ya vimos enantes que el idioma forma parte de la cultura: ¿qué pasó con las culturas? También fueron cambiando. Esquemáticamente tenemos en forma sucesiva: 1) culturas precolombinas (algunas muy evolucionadas): la maya, la azteca, la inca; frecuentemente guerreaban entre ellas; algunas fueron sometidas cruelmente, otras se fusionaron, otras desparecieron. 2) Cultura española o sea europea. 3) Diferentes culturas coloniales, a las que se incorporó parte de las culturas africanas. 4) Culturas regionales que identifican a cada país de Hispanoamérica.

Toda colonización, sea española, portuguesa, francesa, inglesa, holandesa, etc., salvo raras excepciones, además de lucrar con las riquezas, termina siendo una invasión, con su secuela de sometimientos y genocidios; imponiendo su religión: el dios de la verdad frente al dios de los infieles. Lamentablemente, algunas de estas situaciones persisten hasta nuestros días en forma de xenofobia, racismo, marginación, exclusión social y demás. Como vemos, la evolución no ha beneficiado a todos. Pero también hay que destacar que el choque de civilizaciones tiene aspectos positivos pues ha participado en el crecimiento cultural de Hispanoamérica.

Y para finalizar, deseo proponer que se tenga en cuenta la problemática del género en el idioma. Nuestro idioma, al igual que la mayoría de los idiomas, es sexista, lo femenino está sobrentendido en lo masculino: los estudiantes, los argentinos, los simpáticos, y para qué seguir. Esto no surgió porque sí, sino que es un reflejo de la dominación cultural machista.

Es hora de que las academias de la lengua corrijan esta injusticia de género: que el idioma no siga siendo masculino, ni que sea femenino como revancha, sino que sea neutro; no será fácil, pero es necesario. Hace años propuse un idioma neutro, usando la "e": les argentines, les nietes, pero ¡no prosperó!
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