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 viernes, 12 de noviembre de 2004  
A un lector, con todo respeto

No se me enfade señor Nogueira si califico su carta de antipática y a usted de poco informado. El idioma castellano es, justamente por su dispersión geográfica, uno de los más variados. Si un mexicano y un argentino hablan con su lenguaje de cada día, lo más probable es que no se entiendan. Ese es uno de los mayores encantos del español y uno de los principales motivos de este Congreso. Con respecto a las otras lenguas que se hablan en España, sepa usted que la misma Constitución española las declara oficiales, junto al castellano, en sus respectivos ámbitos geográficos. Y es lógico que sean "herramienta de comunicación cotidiana" porque, salvo el vascuence, son la lengua materna de la mayoría de sus hablantes, de sus padres y de los padres de sus padres. Es el idioma natural del lugar, como el quechua lo es de muchas zonas de América del Sur donde continúa hablándose y espero que por mucho tiempo. Pues bien, en esas comunidades autónomas, que es como se llaman las "regiones" en España, fue Franco quien impuso el uso obligatorio del castellano, prohibiendo que se hablara en la lengua vernácula. Algo parecido hizo Mussolini en Italia, donde cada región tenía sus propios dialectos. Pese a la baja opinión que tengo de ambos personajes, considero que implantar una lengua nacional fue una medida excelente por motivos de organización. La torpeza fue intentar, incluso con métodos violentos, acallar las otras lenguas, que eran aquellas que los pobladores habían oído desde la cuna. Torpeza por ignorancia y por ingenuidad, ya que casi todas perduran aún, eso sí, con distintos méritos. Mientras el napolitano, por ejemplo, goza de excelente salud gracias a su estupenda plataforma cultural, sin ley alguna que le dé aire, las lenguas cooficiales españolas cuentan con apoyo oficial y se imponen -ilegal y arbitrariamente- al residente o viandante que prefiera hablar español. El motivo es que se han convertido en arma y bandera de los políticos nacionalistas de cada comunidad, pero esto no menoscaba ni su validez ni el derecho a hablarlas. Con respecto al bastión que usted sueña, permítame que lo decepcione: las lenguas se expanden por colonización, y en eso estamos.

María Elena Mulet


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