| miércoles, 10 de noviembre de 2004 | Periodismo y salud mental Un seminario realizado en Santiago de Chile sobre periodismo y salud mental (organizado por la Sociedad Chilena de Salud Mental) llegó a la conclusión de que la frecuencia y el énfasis con que determinados hechos delictivos, protagonizados por jóvenes ocupan los titulares de los medios, pueden producir dos nefastos efectos: multiplicar el fenómeno por imitación y transformar a los lectores, televidentes o radioescuchas en individuos insensibles frente a la violencia. "Los medios de comunicación van transformando los hechos en una normalidad, en el sentido de la frecuencia con la que ocurren y las personas los van incorporando como una posibilidad", explicó el psiquiatra Gustavo Murillo, secretario de dicha sociedad. La imitación de conductas es uno de los fenómenos que inquietó a los especialistas (principalmente en los adolescentes que no han alcanzado el desarrollo moral necesario para comprender y cumplir reglas sociales). "El peligro de recibir información de hechos violentos en forma permanente y detallada es que perdamos la capacidad de asombro y vayamos insertando la violencia en nuestra conducta diaria", pudiendo detonar conductas agresivas en personas en el límite de lo normal, argumentaban. Esta información extraída del diario El Mercurio me impactó profundamente por diferentes razones: primero porque el mismo se refería a escolares que les pegaban un tiro o les clavaban un puñal a un compañero, tema recurrente simultáneamente en nuestro país. Segundo, que a nivel académico, de psiquiatras, se estudiará el impacto que la televisión y otros medios pueden producir no es común y hacía tiempo que me preocupaba. Sería interesante que se debatiera entre nosotros buscando nuestras propias salidas, para descifrar en dónde pueden estar las causas y cuáles podrían ser las maneras de mejorar las formas de informar para que no se vuelva "normal" lo que no tendría por qué serlo. Los medios actuales han intensificado enormemente la información cotidiana de hechos violentos justificándolos por la pobreza en sí misma o validando esos comportamientos al cubrirlos tan ampliamente (qué arma usó, cómo lo hizo, cuáles eran sus amigos, desde dónde tiró, cómo se organizó, cómo lo tramó). Inclusive pudiendo convertir en héroes (a los antihéroes los chicos los ven distinto que los adultos) a pequeños delincuentes. Es nuestra responsabilidad establecer las reglas de lo que entra a nuestros hogares pero es responsabilidad de los medios y del Estado, en particular, el resguardar a la sociedad de información que pueda contaminarla. No puede ser que una misma noticia, en forma recurrente, se dé de la misma manera y a la misma hora en todos los canales del país. Al igual de los que cuidan la contaminación ambiental, todos y cada uno, debemos cuidar que no entre basura a nuestros hogares para recuperar nuestros grados de normalidad. ¿Por defendernos de la censura (que es otro tipo de basura) permitimos el libertinaje en los medios de comunicación? Empecemos preguntándonos a quién invitamos a comer con nosotros todos los días. Sigamos de cerca este tema. ¿Qué estamos haciendo de nuestros jóvenes?
Stella Maris Coniglio
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