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punta del torneo

De nada sirve escribir la hipotética historia que se hubiera generado si al minuto de juego Gioda no desviaba la pelota que buscaba la red tras ser pateada por Capria. O si Brazenas no anulaba el gol de Graf a los 18'. O si el árbitro sancionaba el penal que le hicieron a Ortega a los 55'. O si Villar no mantenía el cero en su arco con sendas atajadas ante Valeri y Velázquez. O si el juez sancionaba la falta que le hizo Almirón a Zapata en el minuto 87 también dentro del área.

La historia es otra. Y remite a lo concreto. Que el compromiso culminó igualado sin goles y en este partido de reparto el beneficiado fue Lanús, que llegó al Coloso con un esquema bien definido: presionar a Newell's en mitad de cancha, obligarlo a jugar apurado y capitalizar los espacios que dejaba Rosada a sus espaldas. En la primera parte el plan fue efectivo. En el complemento la situación se modificó porque Gallego acertó con los ingresos de Zapata y de Iriarte.

El Pepi transmitió la actitud con la que se debe jugar los partidos trascendentes y empujó al rival hacia su arco. Iriarte se convirtió en la mejor excursión hacia el arco granate, pero la mayoría de los viajes no terminaron con la certeza necesaria para vulnerar a este ordenado Lanús de Ramacciotti.

En este contexto de imprecisión e impotencia, Newell's se quedó sin estrategia y se devoró los minutos arrojando centros frontales para facilidad de Romero, Gioda y Serrizuela, quienes sólo sufrían cuando Ortega se hacía del balón y encaraba con más sacrificio que habilidad.

Ramacciotti espió las tarjetas del jurado y comprobó que el empate era el final anunciado, y para evitar cualquier imprevisto cerró la lucha a los 82', cuando el defensor Almirón sustituyó al goleador Claudio Graf.

Newell's terminó exhausto. Envuelto en la impotencia de sus jugadores y en el silencio de sus hinchas. La contienda no terminó como se pensaba y la realidad ahora es otra. Gallego deberá demostrar que su equipo es capaz de jugar y noquear. Caso contrario, la corona tan anhelada lucirá en otra cabeza.

Gioda y Borghello disputan la pelota en el aire.