 | lunes, 08 de noviembre de 2004 | Editorial: Chicos en riesgo El dato asombra primero, después duele. Según Unicef Argentina más de quinientos chicos deambulan y duermen en las calles de esta ciudad. Ellos dicen que trabajan. Son mendigos, limpiavidrios, abrepuertas, vendedores de estampitas, malabaristas. En fin, apenas sobrevivientes.
Como suele suceder, la gravísima situación de los chicos en riesgo se pone en evidencia cuando sobrevienen situaciones límite. Como la de estos días, cuando un vecino dio con tres chiquitos de 3, 5 y 6 años durmiendo en la vereda a media mañana. Muchos habrán pasado a su lado, pero nadie reparó en lo que sucedía. De tan repetida, la miseria queda pegada en las retinas y pasa a ser un hecho cotidiano que no asombra. Los menores, todos ellos desnutridos, habían dormido a la intemperie. Y la madrugada fría se ensañó. Hubo que internarlos. Entonces, como toda mala noticia, el caso tuvo la repercusión merecida.
Desde Unicef se criticó la mala distribución de la riqueza, el accionar un tanto vertical de las instituciones gubernamentales y la falta de una legislación que permita actuar con la rapidez requerida frente al caso de un chico abandonado. Es que se reconoce como un fenómeno histórico de los países de este lado del mundo la situación planteada. Lo que no quiere decir que se la deba aceptar. Porque en una nación que se precia de ser productora de alimentos no puede comprenderse que la mitad de los argentinos pase necesidades y un 70% de los niños esté debajo de la línea de pobreza.
Claro que también se pidió crear conciencia de responsabilidad colectiva para que la sociedad reaccione a tiempo y asuma su compromiso. El Estado, las escuelas, los centros sanitarios y la comunidad en su conjunto pueden y deben intervenir. Porque como dijo un funcionario, ningún chico está en la calle porque quiere. Y si no se reacciona a tiempo, estaremos perdidos como sociedad. enviar nota por e-mail | | |