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 domingo, 31 de octubre de 2004

Ideas, historias y utopías

Claudio Berón / La Capital

La anécdota es conocida por todos los que pasaron por la calle San Juan de Dios, en el centro de la ciudad amurallada. Una mañana Gabriel García Márquez, el Nobel del pueblo, como lo definió Ruben Blades, se levantó temprano, leyó los diarios y luego de acomodar papeles, regar las plantas y preguntar a Mercedes Barcha, su mujer de siempre, qué iba a cocinar al mediodía, llamó a su amigo Jaime Abello Banfi, un entrañable colombiano, y le tiró su último sueño en lo que iba del día, aún era temprano: "Jaime, debemos hacer un lugar en el que los periodistas de América puedan encontrarse, compartir ideas, utopías y escribir historias, una mafia fraterna".

Y lo hicieron, contra todas las tormentas caribeñas, en la calle San Juan de Dios hoy está instalada la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, lugar en el que periodistas del continente se encuentran en talleres bimensuales con docentes de primer nivel para discutir y hacer, sobre todo hacer.

En el 2003 estuve allí. Compartí con periodistas de Colombia, San Salvador, Ecuador y Perú una semana. Aprendimos a transmitir cosas a los lectores, a investigar las puntas que puede tener una nota y a conocer a colegas como Daniel Santoro, premio Príncipe de Asturias por su investigación sobre el tráfico de armas, quien supo ser un docente increíble.

Más allá de la experiencia personal, Cartagena de Indias es una ciudad realmente misteriosa. Recorrimos los patios húmedos, las calles frondosas, bailamos vallenatos hasta el amanecer y por las mañanas conocimos los rigores del talento de García Márquez, que flota en el pintoresco edificio de la Fundación y tiene una sola fórmula tan mágica como las historias del "Gabo": trabajo, trabajo y trabajo.

En las calles de la "Heroica" como llaman los colombianos Cartagena, no sólo se encierran las historias de los siglos de oro de Colombia y los desembarcos de piratas. Al meterse en sus callecitas empedradas puede encontrarse el "aroma de almendros amargos que preanuncian el final de los amores contrariados", frutos que tanto hicieron por Florentino Ariza y Fermina Daza en la novela "El amor en los tiempos del cólera", o los increíbles personajes de "El amor y otros demonios" que se mueven por Cartagena esperando nuevas aventuras.

Cercano al solar de la Fundación está el diario El Universal, donde García Márquez ejerció el oficio que convoca allí a los estudiantes, el periodismo con fruición, con la pasión de discutir párrafo a párrafo.

Los anfitriones en la casa no son otros que el mismísimo Jaime Abello Banfi, un entusiasta bailarín de vallenato; Jaime García Márquez, hermano de Gabriel y buen bebedor de ron; y Margarita bella como pocas, tan junco y con piel tan aceitunada como puede imaginarse a una colombiana, y los periodistas cercanos a la "Casa". Luego de una semana, todos amigos entrañables.

En la "amurallada" sobran los bodegones para periodistas que cuentan sus dólares uno a uno y ferias de dulces para degustar antes de recorrer los bares perdidos entre recovas y casas antiquísimas.

Cada noche, eterna como las noches tropicales, será un desafío distinto; visitar a un viejo periodista, la casa del escritor más famoso de Colombia, el castillo de San Felipe, el Museo del Oro. Pero lo más interesante es sólo caminar por las calles y reconocer a los colombianos en su ciudad fundante, lejos de Bogotá, tan distante de Medellín.

Periodismo, literatura, historias de vida y discusiones acerca de lo que casi nunca se plantean los periodistas en el fragor de la redacción, como una buena frase o una sólida estructura que atrape a los lectores, es lo que se hace en esa semana en Cartagena, además de vivir por unos días fuera de la locura diaria y dentro de una locura mágica y secreta.

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