Pobreza sin fronteras

Rosario no sólo se asemeja a las grandes urbes de América Latina en cultura y desarrollo. También en sus márgenes encuentra similitudes. El municipio gasta unos 20 millones de pesos anuales para enterrar basura, unas 4000 familias trajinan entre trapos, cartones y bolsas putrefactas y los que trabajan reciclando estos materiales no ganan más de 200 pesos al mes. La diferencia entre los que recogen la basura y el vendedor final es de casi el 300 %.

En Buenos Aires los cartoneros están organizados. El conocido Tren blanco los lleva desde sus casas en el conurbano a un territorio delimitado en el centro porteño. Por San Martín, Tres Sargentos y Lavalle, cuando se van los turistas, numerosas personas marchan desde constitución para internarse en la basura. A la madrugada puede vérselos jugando a las cartas en la puerta de los bancos, hasta que pasa a buscarlos el acopiador.

En México los llaman pepenadores o carretoneros. Alejandro Gonzáles Iñarritu en la película mejicana "Amores Perros" puso a uno de sus protagonistas tirando de un carro. Los pepenadores de la vida real acuden en el Distrito Federal a dos vertederos de basura, los más representativos por la cantidad de desechos que concentra y el número de familias enteras que allí trabajan: el del Bordo Xochiaca, de unos ocho kilómetros de largo, y Tlatel Xochitenco.

Hombres, mujeres, adultos, jóvenes y niños trabajan jornadas de hasta 12 horas y al término salen con unos 40 ó 50 pesos, algo así como unos tres dólares al día. No hay cifras exactas, pero se estima que trabajan unas 500 personas. Al día llegan unos 800 camiones que descargan cerca de tres mil toneladas de basura.

Hay en total 15 basurales en el DF de los que dependen cerca de ocho mil familias.

En tanto en Bogotá, Colombia, los llaman recicladores o desechables, la paga no excede los 5 dólares a la semana. En Ecuador y Perú reciclan por no más de un dólar al día. Son el revés oscuro de las luces de las ciudades, un tumor en el mapa de América.