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 lunes, 25 de octubre de 2004

La guitarra enamorada de la melodía
Luis Salinas llenó El Círculo con un show emotivo y vibrante
El intérprete demostró su virtuosismo en un recital donde mixturó folclore, tango y funk con la misma calidad

Pedro Squillaci / La Capital

El hombre de generosa humanidad y larga cabellera empuñó la guitarra, tomó asiento y empezó a tocar como si estuviese en el patio de su casa. Frente a él, un teatro repleto prodigaba un inusual silencio, del que se desprendía un aire a disfrute inevitable. Luis Salinas copó la noche de El Círculo en su concierto del viernes pasado. Se floreó por el tango y el folclore, pero también por el jazz, el rock y el funk. Y demostró, una vez más, que lo suyo es la combinación más representativa de adónde puede llegar un músico casi de culto cuando lo que hace tiene un anclaje potente en lo popular.

"Estuve en cama desde el viernes, pero me levanté para venir acá", dijo el Gordo Salinas en una de las pocas incursiones vocales que tuvo en el escenario. Da la impresión que Salinas lleva la guitarra pegada a su cuerpo. Es el típico caso del instrumentista que mueve a pensar que "hace lo que quiere" cuando toca. Tiene la virtud de faltarle el respeto a la guitarra pero no a la melodía. Su velocidad en la digitación sorprende tanto como la capacidad para agregarle matices al tema que se le cante. Y eso no lo hace cualquiera.

En una buena guitarreada no hay nada mejor que tener laderos de fuste. Y eso Salinas lo sabe de sobra. Las sutilezas en el piano de Javier Lozano (también tecladista de Fito Páez), el tempo de Juancho Farías Gómez en el bajo, la percusión folclórica de Alejandro Tula y el golpe preciso de Sebastián Peyceré en la batería, engalanaron un show sin fisuras.

La velada estuvo diseñada como esos conciertos de música clásica propios del Colón, con intervalo y todo, y champán incluido. Es que en realidad el espectáculo llamado "Del Colón al Círculo" evocó en parte el recital que dio Salinas en el importante teatro porteño.

La primera parte fue un compilado de zambas, chacareras y valsecitos en plan tranqui, que incluyó tangos con aires piazzolleanos. Antes de la pausa, Salinas tocó solo con su guitarra criolla en un momento mágico que para muchos fue lo mejor de la noche (ver aparte). El cierre fue palo y palo, con algunos funk furiosos, mucho aire latino y hasta un candombe de lujo. Lo que se dice un Salinas auténtico para todos los gustos.

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Salinas exhibió toda su expresividad en un show donde tocó con su habitual soltura.

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