 | lunes, 25 de octubre de 2004 | Cuando la imagen se disocia de la palabra Rodolfo Montes España tiene una tradición de doblaje en el cine muy fuerte. "Eso no es bueno, quedó de los tiempos del franquismo, que usó al doblaje como modo de control político, ideológico y religioso", explicó Fernando Rodríguez Lafuente a La Capital.
Se sabe, con el doblaje pasan cosas divertidas y también dramáticas. "El Estado autoritario doblaba los parlamentos de acuerdo a su conveniencia, cambiaban descaradamente los textos. Un ejemplo célebre es la película «Mogambo», con Grace Kelly. Resulta que en un safari una pareja cometía adulterio. Pero el adulterio estaba prohibido en España, entonces los censores hicieron pasar a la pareja como hermanos. Lograron tapar el adulterio, pero exhibieron un incesto", relató el director del ABC cultural, minutos antes de acudir a la reunión de portada -de tapa, en la Argentina-, donde los editores jefes deciden la edición del diario.
Por lo demás, el alto nivel de analfabetismo que tuvo España en los tiempos en que el cine se difundió a nivel masivo, obligó a recurrir al doblaje de las películas y a postergar al subtitulado. La gente no podía leer.
"No estoy de acuerdo con el doblaje -agregó, entusiasta, Rodríguez Lafuente-. Yo viví en China y no hay nada más divertido, y a la vez patético, que ver a Gregory Peck en «Recuerda», de (Alfred) Hitchcock hablando con acento de Shanghai... Como metaficción es divertido, pero se pierde todo el matiz interpretativo, se pierde uno de los mejores componentes de la cultura, la lengua. Cultura y lengua son inseparables, son parte de una misma hoja de papel".
Luego completó: "Debo reconocer el trabajo de algunos representantes, eximios, de nuestra industria dobladora, que han sido sublimes. Por ejemplo el que hizo la voz de Groucho Marx, a quien le debemos un homenaje. En nuestro país, en la actualidad, no hay más censura y la población está plenamente alfabetizada, pero quedó un hábito en la población afecto al doblaje".
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