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 domingo, 15 de agosto de 2004

Lecturas
La vida imaginaria de Cortázar

Carlos Roberto Morán / La Capital

"Cortázar sin barba" de Eduardo Montes-Bradley. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004, 335 páginas.

Del Julio Cortázar público, el "Cortázar con barba", se conoce todo o casi todo y pocos aportes se podrían hacer para enriquecer su biografía que en este año cortazariano se ha reiterado hasta la exageración. El argentino Eduardo Montes-Bradley, director de una veintena de documentales -incluyendo uno dedicado al autor de "Los premios"-, ha optado en cambio por contar una suerte de historia secreta sobre aquel "primer Cortázar" nacido en Bélgica y que vivió su juventud primero en Buenos Aires y luego en ciudades del interior antes de su definitiva radicación en París, a comienzos de los 50 del siglo pasado. Con una clara intención desmitificadora que busca desmontar las "leyendas", muy módicas por cierto, que se han tejido en torno al escritor desconocido Montes-Bradley emprende este largo trabajo, exhaustivo por cierto, pero mediatizado por un no demasiado justificado tono socarrón, que no debe confundirse con la ironía, que puede llegar ser punzante y enriquecedora.

Las"leyendas" institucionalizadas son -entre otras- aquellas que dicen que Cortázar nació accidentalmente en Bélgica en 1914 porque su padre era diplomático de nuestro país en la nación europea, que durante su paso por la docencia no tuvo actuación política de ninguna clase y que ideológicamente en algún momento adhirió a posiciones falangistas, en auge en la década de 1930. Respecto de lo primero, los datos que aporta Montes-Bradley sirven para entender que Julio José Cortázar, un hombre de ideología conservadora que dejó a la familia poco después que regresaran de Europa, nunca fue diplomático y que se trasladó al Viejo Continente con la única intención de representar los intereses económicos de su suegro. La familia después, sostiene el biógrafo, buscó darle un perfil más de alcurnia al padre abandónico al tiempo de asegurar la argentinidad del famoso escritor.

Montes-Bradley intenta, en reiteradas oportunidades, mostrar a un Cortázar especulador, constructor -según parece- de una suerte de modelo-de-sí-mismo con vistas a un futuro en el que sería famoso. Parece una afirmación excesiva. Cortázar no hizo denonados esfuerzos para consolidar su fama: "Presencia", su primer poemario de 1936 firmado con el seudónimo de Julio Denis nunca fue reeditado, el poema dramático "Los reyes" (aparecido 13 años más tarde) sólo fue conocido en forma pública y masiva después que se publicara "Rayuela", en 1963. Lo mismo ocurriría con "Bestiario", su primer libro de cuentos de 1951, libro con extraordinarios relatos que sólo sería revalorizado una década más tarde. Otra marca infamante que el biógrafo intenta conferirle al escritor refiere a un estilo de vida especulador, desarrollado en su vida de docente que lo trasladó a Bolívar primero, Chivilcoy más tarde y por fin a Mendoza, donde dictó cátedra en la Universidad y en la que forjó amistades sólidas, tal la mantenida con el plástico Sergio Sergi.

Sin duda Cortázar sintió en grado sumo la asfixia pueblerina de los dos pueblos de la pampa bonaerense, algo que queda muy evidenciado en su correspondencia, pero eso no quita que al mismo tiempo haya tenido el cuidado de mantener un buen trato y respeto hacia aquellos con los que le tocó convivir o relacionarse de una u otra manera. En su vida familiar padecía estrecheces económicas que lo llevaron a aceptar el traslado a sitios inhóspitos. No parece un hecho que merezca el menor reproche. En Mendoza, en cambio, el Cortázar intelectualmente inquieto, dueño de una inusual inteligencia que estaba empezando su carrera de escritor, encontró mayores afinidades intelectuales y pudo consolidar amistades más sólidas y duraderas.

En cuanto a su posición política, Montes-Bradley se empecina en mostrarlo acomodaticio a los patrones conservadores y fascistoides de la época (que se habrían manifestado en la universidad mendocina), mientras teje una suposición fascinante pero totalmente indemostrable, según la cual el padre habría hablado con sus amigos conservadores para ayudar a su hijo, con el que no mantuvo ninguna clase de relación desde que lo dejara cuando era un niño hasta su muerte ocurrida en 1957. Y quizás allí resida el máximo defecto de esta biografía: el cubrir con una suerte de ficción los baches que no se han podido superar con documentación. Tampoco se entiende demasiado el prólogo así como una serie de interrupciones que presentadas en forma de diálogo mantienen dos catalanes, David Gálvez Casellas y Carles Alvarez Garriga, quienes habrían colaborado en la redacción del presente libro. Y no se entiende porque se trata de una serie de diálogos intrascendentes que quieren ser chistosos y a través de los cuales los dos barceloneses buscan avalar los descubrimientos y los supuestos develamientos realizados por Montes-Bradley.

En definitiva, aunque arroja aportes interesantes, como las informaciones sobre la familia de Cortázar, especialmente aquella que señala que la madre del autor era hija de una relación "clandestina", o cuando con acierto desmitifica la posibilidad de que el escritor haya sido falangista, lo que ocurre con esta biografía es que le falta rigor metodológico y expositivo, que le sobran chistes, "sobradas" y digresiones inapropiadas y que el intento de "desenmascarar" al famoso escritor puede tener valor de mercado, pero mucha menor importancia al momento de hacer balance. Cortázar son sus libros, los que escribió cuando era un desconocido y luego, cuando la fama lo alcanzó (y en gran parte dañó su escritura, aunque ese es tema para otro tipo de análisis). Su vida, la conocida y la casi desconocida de su juventud, se ubica en un segundo plano. "Cortázar sin barba" intenta iluminar aquella primera etapa, pero su luz se encuentra demasiado marcada por las sombras para ganar en credibilidad.

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Cortázar fue docente en Bolívar, Chivilcoy y Mendoza.

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