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 domingo, 15 de agosto de 2004

Memoria
Anécdotas del Rosario antiguo
Los autores de "Los habitantes de Rosario, a través de los documentos públicos y privados (1689-1870)" cuentan cómo hicieron un profundo trabajo de archivos

Lucas Ameriso / La Capital

"Ramón Taborda, esposo de Asunción Pesoa, vecino de Rosario, vende a Miguel Cardoso una mulata llamada Magdalena, de 28 años, heredada por su esposa". "Antonio Urraco, solicita cobrar el precio de una galera hermosa y nueva tomada por él al enemigo en el campo de batalla. Urraco formó parte del ejército de Caseros. Estanislao Zeballos, jefe de la división, se la pidió y no se la ha devuelto". "Manuel Carballo Suárez, portugués, está amancebado con una mujer casada. Se le aplica una multa por escándalo". Cada uno de estos casos forman parte de los 1.731 documentos que los investigadores Margarita Guspí Terán y Sebastián Alonso volcaron en su libro "Los habitantes de Rosario, a través de los documentos públicos y privados (1689-1870)". La obra identifica con precisión las historias cotidianas de los primeros habitantes del Pago de los Arroyos a partir de sus testamentos, escrituras de venta, permuta, poderes, actos civiles y comerciales. Esta minuciosa recopilación ordena como un auténtico índice los archivos de los Tribunales y del Colegio de Escribanos de la época.

La labor hormiga de los autores del libro demandó más de un año de esfuerzo cotidiano entre la documentación que encierra el archivo Eudoro Carrasco, ubicado en un ala del Museo Provincial Julio Marc. A ello se le sumó la lectura de algunos tomos que se conservan en el Archivo de Protocolos del Colegio de Escribanos de Rosario.

El período que abarca este trabajo va de 1671 hasta 1689 en los primeros cinco tomos de escrituras locales, y desde 1771 hasta 1856 para los diez tomos de Tribunales en lo Civil. Y para completar este período se han anexado extractos de los protocolos notariales de los escribanos Narciso Baños y Carlos Raymond, los más antiguos de Rosario.


Una figura inspiradora
La figura de Carrasco como inspirador del trabajo no es menor, dado que por decreto del gobernador Servando Bayo, de fecha 20 de marzo de 1878, fue designado "Archivero General del Departamento Rosario". Carrasco logró reunir numerosos documentos que en la época obraban en manos de escribanos y particulares, y les dio forma de catálogo.

"Nada más importante para un pueblo rico y progresista que la fiel custodia de los documentos públicos en que constan y con los cuales se prueban todos los derechos de sus habitantes", dijo Carrasco.

El libro resulta de una invalorable ayuda para orientarse en el Archivo del Museo Histórico Provincial, ya que el mismo carece de un índice de documentos públicos y privados. Básicamente tiene como objetivo llevar a historiadores, genealogistas y demás investigadores a conseguir la ruta de estos datos para volcarlos en estudios posteriores.

"Hemos llenado un vacío, y hacer lo que nos hubiera gustado encontrar en el Museo Histórico Provincial, donde no existen índices ni ordenamientos", consideró Guspí Terán quien aclaró que los documentos que obran en poder del Colegio de Escribanos "se encuentran en perfecto estado".

En si mismo encierra una riqueza con peso propio que permite una rápida aproximación a la vida cotidiana en el gran Rosario durante los siglos XVII, XVIII y XIX.

Durante décadas se repiten los mismos apellidos en los testamentos y venta de terrenos que aún continúan en la actualidad como Ortiz, Araya, Benegas y Ugarte. También con viejos apellidos italianos de Rosario como Brignardello, Campodónico, Copello, Peyrano y Puccio. O catalanes como Bensuley, Alsina, Fayó, Pons, Rabassa y Marull.

"El libro extracta nada menos que 1.731 documentos y sirven como una puerta de entrada para atisbar la vida social, familiar y privada de estos ciudadanos comunes", apuntó Alonso.

Repasandolos tomos de Tribunales, se encuentran huellas que identifican la vida cotidiana de la época. En el tomo I (1771-1835) se halla la declaración de Rosario como villa, el 21 de septiembre de 1823.

En el tomo III (1840-1847) ya se presentan problemas domésticos. Vicente Ledesma, soltero de la provincia de Santiago del Estero tuvo un hijo natural con Anastasia Chaves. Pero reclama herencia Celedonia Molina, "quien prestó servicios en persona y duradera cama". Otro caso familiar se identifica el 2 de abril de 1841, Sinforosa Cufré nombra heredero a José Cufré "un niño que he criado". Tuvo una hija que falleció: Juana Francisca Cufré.

La venta de esclavos era moneda corriente en Rosario y su zona antes de 1850. Así se establece en el libro, donde se documenta la transacción de esclavos en boletos de compra-venta. Antonino falleció el 23 de noviembre de 1842 y en su testamento libera y le otorga un legado a Virginia Gaite y sus hijos. También en 1836 Tomás Alcácer vende a Toribio Medina un esclavo llamado Benito. Y en 1824 Teodoro Zelada vende a Josefina Baigorri una mulata llamada Mercedes.


Malones y herencias
Los malones indígenas también quedaron por escrito en estos documentos. En Pergamino, Remigio Ontivero declara que su esposa Eustaquia Estigarribia fue cautiva de los indios y liberada en 1841, mientras que su hermana Valeriana todavía estaba cautiva.

Ana Josefa Sotelo tuvo 11 nietos. Sus cuatro hijos murieron antes que ella, pero sólo le dejó herencia a 9 nietos, porque los otros dos "eran hijos naturales de su hijo Mariano y no heredan como los legítimos".

También se destaca el caso de una mujer abandonada por su marido que pidió justicia: Dolores Moreno de Nicolorich demandó a su esposo Matías con quien tuvo cuatro hijos. Otra mujer, Mercedes Talavera solicita autorización judicial para vender terrenos de sus hijos menores dado que fue abandonada por su esposo.

En el período 1850-1852, se destacan venta de caballos, permuta de tierras por vacas, hipotecas de viviendas y la venta de una casa "para pagar la escuela de los hijos".

También hay reclamos de todo tipo. Como el de Marcelino Freyre contra el coronel Martín Santa Coloma a raíz de honorarios por asistencia médica.

Ya aparecen los primeros desalojos. Antonio Berdier solicita el desalojo de Encarnación Rivas. El apoderado de la mujer era Dámaso Centeno y como testigo del caso, Mariano Grandoli dice que Encarnación "es pobre de toda solemnidad".

La Iglesia también ocupa un papel fundacional en la Rosario del siglo XIX. En 1854, se diligencia ante el gobernador Crespo la escrituración de una propiedad perteneciente al Estado a favor de la Iglesia para ser utilizada como casa rectoral. La gestión la realiza Ildefonso García, cura párroco de Rosario.

La más graciosa en el anecdotario se dio el 28 de enero de 1842. En Santa Fe, Pedro Lassaga ordena la entrega de bienes que hubo por herencia María Inocencia Ferreira. Los bienes deben entregarse a Sebastián Sánchez, tío de María Inocencia para que no los dilapide su sobrino Damián.

"Hemos hecho una base de datos para futuras investigaciones, porque lo puede usar cualquier persona interesada en bucear el pasado de Rosario y su zona de influencia porque existen documentos de San Nicolás y Pergamino", afirmó Guspí Terán para considerar que el libro "resultará útil para genealogistas e agrimensores".

Para la investigadora se desprenden algunas conclusiones. Se comprueba que la población del pago de los Arroyos hacia los siglos XVII y XVIII era fundamentalmente criolla, mientras que en el siglo XIX comienza la llegada de extranjeros a la zona.

También que la riqueza no era dada por la extensión de tierras sino por la cantidad de esclavos que se tuvieran. "Los testamentos es uno de los documentos más ricos porque se conoce qué es lo que se privilegia, y además permite conocer la integración familiar, hijos legítimos, naturales, entenados y criados", apuntó Guspí Terán. También la Iglesia fue receptora de importantes donaciones por parte de las familias "tradicionales" de esta época.

En la segunda mitad del siglo XIX empiezan a aparecer los navegantes genoveses que llegan a estos pagos para emparentarse con familias criollas. "Toda esta zona era muy pobre y quienes se diferenciaban llegaban al poder público como jueces de paz. La familia Acevedo era pudiente y tenía su casa en la esquina de Buenos Aires y Córdoba, frente a la Catedral donde hoy se encuentra el Correo. La familia Nicolorich tenía una casa de dos pisos que era algo muy singular", graficó la genealogista.

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La investigadora Margarita Guspí Terán.

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