| domingo, 15 de agosto de 2004 | Ciencia, filosofía y religión Comprensión de la realidad A menudo solemos confundir ciencia, filosofía y religión. Si bien son tres campos que tienen algunos puntos en común y comparten algunas características, están bien delimitados y son totalmente independientes. Bertrand Russell en "Historia de la filosofía occidental" (1947) ya había planteado que la filosofía es algo en medio de la teología y la ciencia.
Todo conocimiento religioso, plantea el autor mencionado, es dogmático, nadie lo puede poner en duda porque es una verdad de fe. La religión apela a la autoridad ya sea de la tradición o de la revelación, propia de los libros sagrados.
Por otro lado, la ciencia es un sistema de ideas que crece cuantitativa y cualitativamente, falible y, por ende, perfectible. Gracias a ella podemos edificar un saber fundado, válido en el plano del pensamiento como en la experiencia concreta. Su aplicación a la vida cotidiana nos permite vivir cada día mejor. Sus resultados son teorías, justificaciones racionales que dan prueba de la verdad enunciada.
Pero entre el campo de la teología y el campo de la ciencia se extiende un "no man's land", un terreno inexplorado -dice Russell- cuyo dos costados están expuestos al ataque gnoseológico. Este "no man's land" es la filosofía.
Al igual que la teología, la filosofía consiste en un trabajo de reflexión sobre algunos temas, sobre todo de aquellos que no se ha podido hasta ahora obtener un conocimiento preciso de validez universal. Y al igual que la ciencia, apela a la razón para pensar lo que le preocupa al hombre.
Casi todos los problemas que interesan a los espíritus especulativos son aquellos a los cuales la ciencia no puede responder, y las respuestas de los teólogos no parece ya tan concluyentes como hace algunos años. Y si bien la teología ha tratado de responder, siempre lo ha hecho de una manera muy definitiva y su misma precisión ha provocado la desconfianza de la mayoría.
El estudio de cuestiones como qué es el hombre, qué es dios, hacia dónde vamos y la posibilidad de responderlas es el dominio de la filosofía. Ninguna respuesta a las preguntas filosóficas se encuentra en la biblia o los laboratorios.
Ante la pregunta qué es el hombre, la respuesta que nos ha dado la religión a lo largo de varios siglos es "que somos la máxima creación de dios", y por ende, estamos en el centro del universo, pareciera estar caduca. Y las dadas por la ciencia, se circunscriben a su campo específico. La filosofía, por ende, intenta plantear la pregunta para que cada uno de los hombres, sujetos pensantes, intente buscar una respuesta personal.
Entre estos dos extremos: ¿Somos un minúsculo trazo de carbón impuro y agua arrastrándose sin fuerza sobre un pequeño planeta sin importancia? o ¿somos la máxima inteligencia entre todos los universos? Cada uno puede responderse desde su perspectiva.
En estos días está en la cartelera de los cines la película: "Yo, robot", basada en la novela de Isaac Asimov. Si tenemos en cuenta la definición de la palabra robot: aparato capaz de realizar de forma automática diversas operaciones, y la función de la máquina a partir de la modernidad: solucionar problemas u ofrecer más tiempo libre al hombre, es válido preguntarse por qué aparece en el largometraje el miedo al descontrol de seres no vivientes.
Ante estas cuestiones pareciera que se pierde tiempo en problemas insolubles. Pero no es así, la filosofía "sirve" para comprender la realidad, para tomar conciencia de nuestras propias vidas y las de los demás, para ser críticos frente a las situaciones que nos tocan vivir.
La ciencia nos dice lo que podemos saber, pero lo que podemos es poca cosa y, si nos olvidamos de todo lo que no podemos saber, nos volveremos insensibles a muchos temas que tienen importancia.
Carina Cabo de Donnet
Cientista de la educación
Profesora en filosofía, psicología y pedagogía enviar nota por e-mail | | |