| domingo, 15 de agosto de 2004 | cartas Aquellos corsos de avenida Arijón El nuestro es, desde siempre, un país proclive a la jarana, a la juerga, a exaltar el aspecto circense y el carnaval durante todos los meses del año. Pero yo no quiero cargar las tintas sobre este detalle "tan de nosotros", sino contar lo que ocurría a mediados del siglo anterior a través de "los multitudinarios corsos de la avenida Arijón", ya que perduraron por algunos años. El divertimento por lo general en los últimos días del mes de febrero se establecía por dicha avenida con lamparitas rojas, azules, verdes y amarillas cruzando la calzada cada treinta metros aproximadamente. Y la fachada de lo grotesco con carrozas, comparsas, murgas y personajes disfrazados, desplazándose desde calle Pueyrredón y hasta las vías del Ferrocarril General Mitre sobre calle Paraguay, flameaba en todo su esplendor contorneándose ridículamente sobre una verdadera alfombra de papel picado y serpentinas, entre el sonar de los pitos y las matracas y tratando de esquivar las imprevistas ráfagas de agua o espuma provenientes de pícaras manos apretujando los infaltables "pomos de cotillón" sembradores de un verdadero desbande. Entre los personajes más destacables se contaban por ejemplo el carismático Zorro, el Tano Genaro -que se vestía como mujer con un traste y busto excepcional-, los pierrots, algún arlequín y otros cocoliches de la farándula de moda en aquellos días de cierto bienestar apenas incipiente.
Felipe Demauro
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