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 miércoles, 11 de agosto de 2004

La familia de un ladrón desató su furia en Centeno al 2700
Atacaron a balazos a un quiosquero que evitó el robo a un vecino
Corrió a un joven ladrón que se llevaba una caja de herramientas hasta que la dejó. Después fueron por él

"No sabés con quién te metiste", fue la lapidaria advertencia que Alfredo Galán, dueño de un quiosco ubicado en Centeno al 2700, escuchó de boca del padre de Mongo Quinteros, un pibe del barrio al que había sorprendido minutos antes cuando robaba herramientas de otra vivienda de la cuadra. Un segundo después la amenaza se hizo realidad: Tony, el hermano mayor de Mongo, llegó hasta el quiosco, desenfundó un arma y descargó una lluvia de balas dentro del local. Fueron cinco plomos y por milagro uno solo llegó a lastimar al comerciante en el brazo izquierdo. Luego del ataque, los agresores desaparecieron por los pasillos de la villa ubicada a solo cincuenta metros de allí.

Galán, su mujer y sus tres hijas habitan en Centeno entre Ovidio Lagos y Callao hace más de 20 años. Pero aseguraron que en los últimos 4 o 5 años ya no se puede vivir más en la zona. En la misma cuadra, un carnicero y otro hombre fueron heridos en sendos asaltos no hace mucho tiempo atrás.

Alfredo trabajaba hasta hace poco como chofer de colectivos de larga distancia y Edis, su pareja, se encarga del quisco, que en realidad se parece más a una pajarera enrejada que a un local comercial. "Después de los tres asaltos que sufrí decidí poner rejas para protegerme", narró la mujer, quien a raíz de lo ocurrido antenoche optó por atender a sus clientes con la puerta cerrada.

"¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Vivir con el corazón en la boca? Con esto que pasó no sabemos cómo vivir, creo que no vamos a tener más tranquilidad", manifestó ofuscado Galán, mientras hacía los trámites judiciales de rigor.

Cuando caía la noche del lunes, Galán atendía el quiosco junto a su mujer cuando le tocó ser testigo de uno de los tantos hechos de violencia que se producen en la zona, lindante con la villa Itatí. Un vecino que vive justo frente a su casa llegaba de trabajar y su camioneta había quedado estacionada en la calle.

De pronto apareció el Mongo, un muchacho del barrio que vive en un pasillo de Centeno 2600 y que según contaron algunos vecinos es la pesadilla de la zona por sus andanzas. "Yo lo conozco de pibe", dijo Edis, marcando con una mano la altura de la cintura. El joven, según contaron los Galán, logró abrir la pick up y sustrajo una caja con herramientas.


La devolución
La escena fue presenciada por Alfredo, quien al ver el robo que sufría su vecino decidió ahuyentar al caco. "Lo saqué corriendo", comentó el colectivero, "lo seguí como una cuadra hasta que largó la caja de herramientas. Después no sé qué pasó con él. Yo me fui a devolverle las cosas al vecino y llamé al Comando Radioeléctrico con mi teléfono celular". A los pocos minutos de la huida de Mongo, el padre del muchacho, un hermano y otras personas fueron a recriminarle a Galán por una supuesta herida de bala que sufrió el pibe en un pie.

"Qué se yo lo que le pasó al pibe después. Ellos vinieron a amenazarme a la puerta del negocio porque dijeron que le había pegado un tiro al chico. Les dije que no tengo armas y que lo saqué corriendo porque estaba robando. Pero el padre me advirtió: No sabés con quién te metés. Ahí nomás, Tony, el hermano de Mongo, sacó un arma y me acribilló a balazos. Traté de cubrirla a mi mujer y una bala me dio en el brazo izquierdo", relató Galán.

Edis refrendó el relato y añadió: "Fueron cinco tiros, uno le pegó a Alfredo y los otros dieron dentro del local". Los cuatro agujeros quedaron marcados en las exhibidoras de caramelos a poco más de un metro de altura. Tras los estampidos, los agresores huyeron. El Comando Radioeléctrico llegó rápido y secuestró las vainas servidas, que serían de un arma chica.

El ataque causó indignación en los vecinos de la cuadra, que deben convivir con delincuentes a muy pocos metros. Muchos decían ayer que la policía no entra al lugar. "Acá por un par de monedas son capaces de matarte. A partir de esto, ¿qué hago? ¿me compro un arma?", se preguntó Galán.

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"¿Qué hago, me compró un arma?", dijo Alfredo Galán.

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