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 sábado, 07 de agosto de 2004

Luces y sombras en el gobierno de Uribe, a mitad de mandato
Pese a cuestionamientos a su política de seguridad, el presidente de Colombia se encamina a la reelección

Bogotá. - Si fuera por las encuestas y su figura, Alvaro Uribe podría proclamarse como el único presidente en la historia reciente de Colombia a quien el poder no envejece ni desgasta. El hombre de la mano dura cumple hoy dos años de mandato sin sentir la fatiga del poder y con una popularidad que lo proyecta como el primer mandatario con opción de ser reelegido en 60 años.

El camino transitado por Uribe desde el 7 de agosto de 2002, cuando las Farc -su enconado enemigo- lo recibieron con un ataque de morteros contra la sede presidencial, que dejó 23 muertos, ha sido de luz y sombra. La primera ha arrojado destellos que le permiten ser visto entre la gente como un «superhombre», un ser ungido por la divina providencia para salvar a Colombia a través de su obsesiva laboriosidad, su microscópico conocimiento del Estado y una mano de hierro capaz de aplastar a todos sus adversarios.

El presidente, quien desde su toma de posesión mantiene intacta la apariencia de estudiante aplicado y bien puesto, ha convertido esas características en su principal arma contra el enemigo común y causa de su ascenso al poder: la derrota militar de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, marxistas).

Los avances obtenidos al respecto explican en buena parte por qué Uribe, con la mitad de su gobierno a cuestas, conserva una popularidad del 80%, según encuestas, y por qué su período está cerca de ampliarse a otros cuatro años si el Congreso aprueba un proyecto que le permitiría postularse de nuevo. "Sus resultados saltan a la vista: soldados y policías por todas partes, carreteras que se pueden transitar, menos secuestros, guerrilla en retirada o en repliegue, y sensación de que hay más seguridad", afirmó el analista Gómez Buendía, al resumir los logros de la política de seguridad del mandatario. El diagnóstico es compartido por observadores y dirigentes de todas las tendencias.


El plano social
Hasta ahí las luces y aciertos del gobierno. Las sombras corren a la par con éstas, pero sin cubrir todavía la imagen de Uribe. La que más se proyecta -en opinión de observadores- es precisamente aquella que surge de la política de seguridad, "pues el país perdió de vista que el conflicto que padece es de origen social y político y, por ende su solución debe atender ambos aspectos, teniendo en cuenta, además, que el mismo no se limita a las Farc".

También responsables son los paramilitares y parece que frente a esos grupos el plan de Uribe no es tan represivo y sí muy democrático, según se desprende de las críticas de ONGs internacionales y la ONU, que han advertido sobre el riesgo de que el diálogo con esos grupos derive en perdón y olvido.

"No hay política de seguridad suficiente, ni suficientemente democrática, y el presidente tiene sus propias contradicciones: con la guerrilla ni siquiera parpadea en el tema del «canje» de secuestrados por guerrilleros presos, pero acepta negociar con los «paras» que, mientras más hablan de desmovilizarse, más movilizados están", declaró el senador de oposición Antonio Navarro.

Y las cifras parecen darle argumentos a la oposición. Según un estudio de la Fundación Buen Gobierno (privada), de los 400 municipios donde el dominio guerrillero era del 90%, hoy el 50% está en manos de la guerrilla y la otra mitad en poder de los paramilitares.

Para los analistas, otro de los grandes lunares del presidente es su estilo, "su obsesión por la microgestión, por intervenir hasta en los detalles más pequeños, por saltarse los conductos regulares, por buscar contacto directo y permanente con la gente, por «jalarles las orejas» en público a los funcionarios", lo que a la postre ha derivado en una debilitamiento de la institucionalidad.

Otro de los flancos débiles del gobierno lo representa el manejo económico, y en menor grado el tema social. En el primer campo, Uribe ha enviado señales positivas a través de una serie de reformas tributarias y administrativas, que han contribuido a mantener bajo control el déficit fiscal y estimular la inversión extranjera, aunque a su vez ha afectado el bolsillo de los menos favorecidos con continuas alzas en impuestos y su firme propósito de cobijar con un tributo del 4% a todos los alimentos. (DPA)

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