| sábado, 07 de agosto de 2004 | La ley federal y la organización de la enseñanza por ciclos El tercer ciclo y el "rito de pasaje" Razones de maduración para los preadolescentes sustentan la idea de que es preciso marcar el paso de un estadio a otro ovide Menin (*) La organización de la enseñanza en la Argentina ha adoptado, después de la última reforma, el sistema llamado de ciclos. Así aparecen por efecto de la ley federal de educación Nº 24.195 (1993), tres ciclos consecutivos, articulados en subciclos denominados años; equivalentes a lo que se denominaban grados; seguramente por aquello de la escuela graduada.
La enseñanza graduada cobra vigencia en nuestro país a fines del siglo XIX con la sanción de la histórica ley 1.420. Antes no existía, por lo menos con el sentido actual y de modo sistemático. De cualquier manera estos tres ciclos actuales han perdido, a nuestro juicio, su adecuado sentido pedagógico. Por muchas razones, bastante complejas.
Esa pérdida aparece, bastante claramente, en la práctica institucional cotidiana. Sea porque se ignora el fuerte significado que adquiere, en relación con el proceso del enseñar y el aprender; sea por razones filosóficas (la filosofía de la educación en la que se apoyan los ciclos no es compartida por los docentes); sea porque los funcionarios o los políticos responsables de legislar sobre el particular, defienden su propia filosofía; sea porque toca intereses creados, después de una década de ensayo y error, el concepto de ciclo no ha logrado implementarse de modo medianamente correcto, salvo excepciones.
¿Pero, qué es; qué significa el ciclo como recorrido en el sistema educativo universal? ¿Qué habría que hacer por lo menos en Santa Fe para rescatar las supuestas ventajas de su implementación?El concepto de ciclo tiene muchos significados; por lo menos en castellano. Pero todos acaban sometiéndose a las categorías filosóficas de tiempo y espacio. En el nuevo sistema educacional argentino, a imitación total del español que le sirvió de referente, los tres ciclos de la llamada EGB son ciclos que reconocemos como compuestos, es decir articulados entre sí. Articulan tres períodos menores llamados años, que muchos siguen llamando grados; como antes.
El eje El eje que, cual hilo de Ariadna da coherencia interna a dicha articulación, es la trama de sus respectivos contenidos, vistos como asignaturas, materias o áreas de conocimiento y acción.
Al decir de Jesús Asensi, "las principales razones serían psicológicas, pedagógicas, sociológicas y organizativas". Por cuya razón, lo que llamamos "ciclo educativo" no es más que un "conjunto de contenidos, actitudes y destrezas cuyo dominio debe conseguirse en un determinado período de tiempo, integrado por varios años o cursos, de forma que al sucederse (unos a otros) se van consiguiendo las finalidades propias de una etapa o nivel educativo".
Lo que tradicionalmente hemos llamado grado (el grado) de duración anual, en nuestro país, constituye un ciclo -recorrido de tiempo- que llamamos simple, breve, por pura convención, para diferenciarlo del que llamamos compuesto -por años sucesivos- que también responde a la pura convención.
Abarca, como sabemos, tres períodos anuales sucesivos. Podría abarcar menos años o más, pero se ve que los redactores de la ley y los expertos en planes de estudio tuvieron en cuenta los datos de la psicología evolutiva y los requerimientos de la didáctica, entendida ésta como praxis pedagógica.
Organizar la enseñanza por ciclos compuestos -en este caso por tres períodos de similar duración- es entender que el ciclo tiene en cuenta no sólo cómo es el alumno en su entorno sociocultural sino que ese alumno, niño o preadolescente, está en condiciones de asimilar conocimientos atendiendo a la capacidad vicaria que le exige un modo de evaluación y promoción diferentes al de los ciclos simples o cortos.
Ciclos éstos que por lo demás hace tiempo que mostraron sus debilidades. En modo particular relacionadas con la capacidad de retención activa del alumno que la escuela puede ejercitar y donde el eventual fracaso se manifiesta, después de un recorrido más extenso, durante el cual dicha capacidad vicaria de recuperación de lo no aprendido puede ejercitarla sin hesitaciones. Precisamente, porque las demandas a las que se ve sometido se vuelven parsimoniosas, "desestresantes" y por ende, mas afiatadas que las del período breve. Por eso, a nuestro juicio, la escuela primaria y hasta la escuela media, debieran volver por sus antiguos fueros: tres ciclos de dos años cada uno, articulados de modo dinámico, donde el conocimiento vaya ligado de consuno con la participación activa del niño.
Crecimiento y desarrollo El actual tercer ciclo no debiera estar en la escuela primaria. Múltiples factores de orden biológico, psicológico y cultural, abonan esta idea. Son largos de enumerar, pero basta con pensar en cuestiones de crecimiento, desarrollo, socialización y ese indicador fenomenal que llamamos el rito de pasaje, tan importante para la vida de un/a joven.
Rito que en el largo proceso de escolarización al que someten a los preadolescentes las sociedades contemporáneas, implica el pasaje "madurador" de un estadio a otro, de un nivel a otro, de un espacio institucional a otro. Dicho más sencillamente, de un establecimiento a otro.
Pero si hubiera razones de orden económico que hicieran momentáneamente imposible ese pasaje, se podría tomar en cuenta el sistema de circuitos internos, diferenciados, todavía vigentes, que pusieron en práctica las tan vilipendiadas Escuelas Normales hace más de cien años, con resultados laudables. Ahora les llaman complejos educativos.
Santa Fe los tuvo -quedan algunos- hasta que el salvajismo de una ministra de la dictadura de turno "los hizo volar por los aires con poco donaire".
Los padres ¿no recuerdan acaso aquello de dejar de ser nene para ser muchacho? Las madres ¿aquello de pasar a ser ya una señorita? Debiéramos tener en cuenta, entonces, que las identidades se construyen con ejercicio, es decir con pensamiento y acción donde el desplazamiento mental y físico enriquecen la subjetividad del aprendiz. El rito de pasaje contribuye a ello. Simplezas, se me dirá. Tal vez, pero de un gran significado para el proceso de maduración, tanto emocional cuanto intelectual y social del sujeto pedagógico.
Cada cultura hace de estos y otros ritos de pasaje e iniciación, un dilema o una fiesta. Hagámoslo nosotros con base en nuestra historia cultural e institucional. Soy de los que no se avergüenzan de dar dos pasos atrás para rescatar y mejorar.
La pedagogía -mejor dicho lo psicopedagógico, por llamar de algún modo a esta nueva configuración del quehacer en el aula- encuentra en el sistema de ciclos un desafío a su tarea de planificación, de gestión y de evaluación de la enseñanza, que la obligan a la creación de nuevas estrategias para el recorrido previsto, en espacio y tiempo diversos.
En cuanto a los criterios a los que responde si bien quedan, de algún modo, contestados en lo que vengo diciendo, no está demás insistir en que el respaldo a esta forma de organizar el recorrido curricular, se asienta en la confluencia de los diversos ritmos del aprender. Con sus pausas y sus aceleraciones; con sus grandes y significativas mesetas, donde la apariencia "del calmo mar" no hace más que anunciar una posible turbulencia.
El tiempo es vital para la experiencia que se realiza tanto en el aula cuanto fuera de ella. El recorrido acelerado de un ciclo es mal consejero para un aprender gozoso. Lo decían las viejas maestras y creo que tenían razón.
En Santa Fe se podría -mientras se supera la inercia política que impide producir una reforma radical de la ley federal- modificar el diseño orgánico del recorrido curricular. Cuestión de ejecutar sencillas decisiones políticas que la autonomía provincial permite sin tantas vueltas.
Una primaria corta, de seis años, con tres ciclos bienales, con promociones automáticas por bienio y la transferencia del actual tercer ciclo de la EGB a la escuela de enseñanza secundaria, recuperando identidades, denominaciones y contenidos científicos perdidos, puede ser la mejor propuesta.Me amparo, al decirlo, en una larga experiencia docente, atravesada por reflexiones constantes sobre la realidad.
Dejo de lado, por ahora, una propuesta en relación con el proceso de escolarización en las zonas rurales y lacustres y un modo de organización por ciclos, ritos de pasaje e iniciación, así como el empleo de tecnología de punta que, en estos casos, exige pautas adecuadas para convivir, por largo tiempo, de manera complementaria, con la tecnología de cola, en nuestras escuelas.
(*) Decano de la Facultad de Psicología (UNR) enviar nota por e-mail | | Fotos | | |