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 sábado, 31 de julio de 2004

"No hay una política lingüística coherente"

-¿Los problemas que plantea respecto de la educación de los sordos ocurre en todos lados o sólo en la Argentina?

-No, es patrimonio del mundo entero. Por supuesto que se ha dado un cambio de paradigma con respecto a la concepción de sordos y su educación, pero todavía falta un trecho por recorrer. En la Argentina hoy se acepta la lengua de señas de los sordos, las maestras la estudian, pero aún no se acepta la idea de que los sordos tienen una cultura distinta. La cultura del sordo es distinta. Todos somos multiculturales. Hasta que no entendamos eso para los sordos seguirá siendo una angustia cotidiana. Y ni hablar si se piensa en la enseñanza de la lengua escrita.

-¿Por qué?, ¿cómo acceden a la cultura escrita?

-Ese es otro de los grandes agujeros negros en el mundo de la sordera. Se han formado históricamente en el mundo grupos de la comunidades sordas analfabetas o en analfabetismo funcional. La mayoría son semianalfabetos, prácticamente no tienen acceso a la lengua escrita. De hecho, sus líderes en el mundo son alfabetizados pero, tal como les pasa a los líderes de los grupos minoritarios, lo han hecho por fuera del sistema formal. Nunca en la escuela. Aprenden solos, individualmente, porque la escuela nunca entendió y nunca supo alfabetizarlos. A la lengua escrita siempre se la vio como un instrumento para llegar a oralizarlos, no como un objeto independiente de la lengua oral con su propia función, historia y valores socioculturales. Los sordos que hoy saben escribir y leer son los hijos de padres o líderes sordos.

-Tal como lo plantea, si acceden a la escuela para ser oralizados o reeducados, ¿esto no es entonces una forma de negar su sordera?

-Totalmente. Porque el sordo al no oír no puede hablar, por lo tanto esto implica una "reeducación" para enseñarles a hacerlo. Bueno, la escuela históricamente se ha ocupado de eso. La idea es convertirlos en oyentes cuando no lo iban a ser. Por eso la mejor forma de que pasaran por oyentes era que hablaran, así nadie se da cuenta que son sordos.

-Ahora... esto no es...

-...Es loco, totalmente loco. Sí, porque hay un gran esfuerzo de libros, investigaciones, trabajos, dinero en tratar de oralizarlos. Por eso es que las escuelas de sordos se convirtieron en instituciones terapéuticas. Los sordos cuentan que pasaban de grado si pronunciaban bien o mal la "r". Y bien sabemos que en el mundo del oyente esa no es una condición para pasar de grado, sino un cúmulo de saberes que nunca se les exigió a los sordos. Entonces terminaban la primaria más o menos bien oralizados, pero sin saber nada de geografía, de historia, de matemática ni de cómo se escribe. Esa es la crítica que le hemos hecho siempre al sistema educativo. Hoy se está intentando revertir esto.

-¿Qué opina respecto de los procesos de integración de los chicos sordos a la escuela llamada común?

-Estoy totalmente en contra de la integración de los sordos a la escuela común. Creo que los sordos tienen que convivir en escuelas entre sordos y si en la escuela hay oyentes, bueno, mejor. Los sordos necesitan compartir su mundo, su experiencia de vida, sus procesos de aprendizaje con sus pares y sus pares son chicos sordos. De lo contrario no hay transmisión de la cultura ni de la lengua. Si uno lleva a un chico sordo a una escuela común para que aprenda con 50 oyentes, ese chico no aprenderá nada. Particularmente tengo una postura antiintegracionista. Es un discurso ridículo, la gente no es amiga de todo el planeta.

-Por lo que afirma, el planteo de "integración" entonces podría pensarse al revés: ¿Por qué un chico oyente no se integra a la cultura de los sordos?

-Claro, para qué lo haría. Un chico oyente tiene que estar (en la escuela) con sus pares oyentes. Y eso no es segregar, porque la misma sociedad te va a llevar a momentos en que vos te vas a integrar a distintas actividades que personalmente, con criterio, elegirás, pero la escuela no puede obligarte a integrarte. Es una manera de borrar la diferencia, si hacemos a todos iguales borramos la diferencia.

-Entonces debería pensarse que las acciones del Estado más que orientarse a integrar a los chicos sordos deberían pasar por fortalecer sus escuelas.

-Lo que pasa es que el Estado en este campo está muy confundido y no llama a los especialistas que debería llamar para que se arme o se planifique una política lingüística con respecto a estos grupos minoritarios que tienen una lengua y una cultura distintas. No hay una política lingüística coherente en este país con respecto a ninguna minoría lingüística. Me estoy refiriendo a las minorías discriminadas. Todo lo que se hace depende de cuestiones individuales, de voluntades que se juntan. En todo caso, si hay una política es la de homogeneizar a la población. Y eso no funciona en un país que tiene tanta diversidad.

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