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 miércoles, 28 de julio de 2004

ANALISIS
¿El que las hace las pagará?

Mauricio Maronna / La Capital

MAURICIO MARONNA

La Capital

En la Argentina, el que las hace no las paga.

La saga de episodios reñidos con la legalidad que brotó en las últimas semanas, desde que el "piquetero oficialista" (otra creación nacional como el dulce de leche) Luis D'Elía decidió tomar una comisaría en el barrio porteño de La Boca, vuelve a mostrar el peligroso rostro de la impunidad.

El fárrago informativo de los últimos días hizo pasar al olvido el desprocesamiento de los senadores acusados de cobrar coima por la aprobación de la reforma laboral impulsada por la fantasmagórica Alianza. La resolución de la Cámara Federal porteña comprendió, incluso, a Mario Pontaquarto, el ex secretario Parlamentario que se autoincriminó al reconocer que fue él quien llevó la valija con 5 millones de dólares al legislador Emilio Cantarero. Una pregunta surge, obvia, en el decurso de los acontecimientos: ¿quién se animará a confesar detalles de otros hechos de corrupción?

La causa Amia, convertida en un pozo ciego desde el mismo inicio de las actuaciones, pareció haberse transformado, con la revelación del presidente Néstor Kirchner respecto a la existencia de 46 casetes, en una fulgurante muestra de esperanza de cara a la ensombrecida conexión local del atentado.

El jefe del Estado dijo que no dijo lo que el presidente de la Amia, Abraham Kaul, y el traductor oficial sostienen que dijo. Finalmente, el juez federal Claudio Bonadío afirmó que todo se trató de una "libre interpretación" del representante de la comunidad judía. Bajo el fárrago de las palabras quedó escondida la verdad.

"Cuando abro los ojos me encuentro con la irrespetuosa locura de querer justicia, con el desafiante pensamiento de exigir justicia, con el ilusorio deseo del nunca más", exclamó hace siete años Laura Ginsberg ante las narices de la flor y nata del menemismo, en una pieza oratoria que debería constituirse en un desiderátum para todo gobernante y toda sociedad que verdaderamente aspire a cambiar el estado de las cosas.

Las estruendosas revelaciones de Gustavo Beliz (aunque tal vez tardías y oportunistas) muestran nada más ni nada menos que el corazón de la Argentina irracional: un renunciante ministro de Justicia denunciando que la impunidad y la injusticia anidan en el poder como los pájaros en las copas de los árboles.

Afortunadamente, llega al Ministerio de Justicia Horacio Rosatti, un hombre de trayectoria intachable y con sentido común. En sus manos está la posibilidad de empezar a cambiar la historia.

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