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 miércoles, 21 de julio de 2004

El eclipse del indigenismo radicalizado y violento

Alistair Scrutton

El Alto. — Un estudiante lloraba de frustración en uno de los puntos de sufragio el domingo, mientras campesinos e indígenas hacían fila para votar e ignoraban su pedido desesperado para boicotear el referendo del sobre el gas.

  Esa imagen, que la televisión de Bolivia transmitió varias veces, pareció resumir la enorme brecha que existe entre los líderes indígenas radicales que quieren luchar contra el gobierno en las calles, y muchos campesinos ansiosos por vivir la incipiente democracia de la nación.

  Los bolivianos votaron pacíficamente el domingo en el referendo en el que la mayoría respaldó las propuestas del presidente Carlos Mesa para otorgar un papel mayor al Estado en el sector energético y las exportaciones de gas. Los líderes indígenas radicalizados, que han exigido la expropiación total de las empresas extranjeras, no pudieron movilizar a la población para que boicoteara la votación y para que provocaran protestas violentas como las de octubre del año pasado, cuando el antecesor de Mesa fue derrocado tras una ola de violencia y bloqueos de carreteras.

  “El discurso de los líderes indígenas ya no se corresponde con lo que siente la masa del pueblo”, afirma el politólogo Carlos Toranzo. La votación de Mesa apuntó a sanar las heridas de las protestas de octubre, que se originaron ante los planes para exportar gas a través de Chile, país con el que Bolivia tiene una disputa limítrofe de más de un siglo. Muchos dijeron que esas protestas darían nacimiento a un movimiento indígena revolucionario.

  Pero el referendo de Mesa podría haber aplacado este impulso rebelde, incluso en El Alto, la ciudad satélite de La Paz principalmente habitada por 700.000 indígenas aymaras que fue la cuna de la rebelión de octubre. El domingo, en uno de los lugares de sufragio, algunas ancianas indígenas mostraban con orgullo las manchas de tinta en sus dedos, un señal de que habían votado. Poco antes, los votantes rechazaron con palos a un grupo de campesinos encapuchados que trataban de sabotear la votación.

  “En el último siglo, los indios han protestado arrojando dinamita, con bloqueos”, explicó Toranzo, quien señaló que Bolivia vivió en democracia sólo 22 años y que los malos hábitos tardan en eliminarse. “Pero hay señales de una nueva cultura democrática”, agregó. (Reuters)

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