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 sábado, 17 de julio de 2004

Reflexiones
Las armas sólo sirven para matar

Luisina Potalivo y Luis Schappa Pietra (*)

En los últimos años, y a partir de la creciente sensación de inseguridad existente en la población, la cuestión vinculada a la seguridad pública se ha convertido en un tema trascendente, incluso en la agenda política de los poderes de turno. De un tiempo a esta parte hemos asistido ha constantes manifestaciones de la sociedad en reclamo por ámbitos de convivencia más seguros. A pesar de los intentos de sectores poco apegados al respeto por las instituciones y la vida democrática de usufructuar estos legítimos reclamos de la sociedad, cada vez más la población se convoca para aportar ideas que tiendan al mejoramiento de esta compleja situación. Es tarea de todos tomar conciencia de que ello no será posible si no es desde la tolerancia y el respeto a las instituciones.

Aun así, y aunque sabemos que el camino por recorrer es largo, se está adquiriendo conciencia de que la inseguridad, como problema estructural de la sociedad moderna, no va a solucionarse con aumentos de penas, mano dura y recursos violentos. De ello podemos dar cuenta las organizaciones intermedias que hemos sido canalizadoras de muchas iniciativas de la población en este sentido.

En este complejo contexto económico-social por el que transitamos, muchas personas creen ver en las armas un reaseguro de su tranquilidad, sin tomar conciencia del potencial daño que un arma de fuego puede ocasionar.

Las estadísticas sobre la materia son pavorosas y demuestran que lejos de aportar alguna solución al problema, las armas son en muchos casos causantes de muchos otros. En los últimos años la cantidad de armas en circulación ha aumentado estrepitosamente y con ello el número de niños y adolescentes víctimas de su utilización. Según la organización de Médicos Internacionales para la Prevención de la Guerra Nuclear, todos los años cerca de 500 mil personas mueren en el mundo por causa de armas pequeñas usadas en conflictos, crímenes y otras formas de violencia. De ese total, 300 mil mueren en conflictos armados y otras 200 mil son víctimas de homicidios, suicidios y accidentes.

En investigaciones realizadas en países desarrollados se ha llegado a conclusiones determinantes sobre la cuestión. Para dar un ejemplo, en Estados Unidos las investigaciones sobre el impacto social de las armas de fuego han arrojado que las heridas causadas por ellas son la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 10 a 24 años. En 1995, uno de cada dos estudiantes informó que cargó un arma para pelear o para defensa propia por lo menos una vez en los últimos treinta días. Además, de las muertes violentas en las escuelas, el 77 por ciento son causadas por armas de fuego.

Las estadísticas se reiteran y son de similar tenor en Latinoamérica, aunque en esta región se suma el total descontrol sobre la cantidad de armas en circulación, la autorización para portarlas, el mercado negro de compra-venta y otros aspectos vinculados al tema.

En conmemoración de la Semana Internacional del Desarme, que se celebró la semana pasada, pretendemos que todos asumamos una actitud militante contra la violencia y en ese sentido uno de los caminos es tomar conciencia de que ninguno de nuestros problemas se van a solucionar con un arma en la mano. El uso de armas de fuego no hace más que colaborar con el aumento de la conflictividad social que nos aqueja y preocupa por estos días.

Antes de adquirir un arma hay que pensemos que con ella se mata, que la vida del otro es tan importante como la nuestra y que "mi seguridad" tiene mucho que ver con la del vecino. Desde nuestro lugar, como Asociación Civil, pretendemos que este aporte colabore con la disminución de las armas de fuego en los hogares rosarinos.

Debemos retornar a canales de solución de conflictos pacíficos y civilizados. No hay que horrorizarse sólo con lo que se ve por televisión que pasa en Irak, pensemos en nuestras violencias cotidianas y quizás así entendamos que el mundo puede cambiar, pero que para eso hay que empezar por nuestro barrio.

No a la utilización de armas y no a la violencia. Volvamos a cantarle a la paz su mejor canción: imaginemos al mundo viviendo vidas en paz.

(*)Abogados. Asociación Civil La Comuna

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