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 sábado, 03 de julio de 2004

Opinión: Se debe ser protagonista

Alejandro Cachari / Ovación

Los campeones de este lado del mundo son Once Caldas de Manizales (Colombia) y Cienciano del Cusco (Perú). El primero es el flamante dueño de la Copa Libertadores y el segundo de la Sudamericana. Ah, los derrotados de turno fueron Boca y River.

A partir de allí se pueden generar una serie de análisis con lucubraciones interminables, incluida la infaltable dicotomía crecimiento de los más débiles-decadencia de los poderosos, mucho más parecida a la historia del huevo y la gallina, o a una disputa filosófica sin sustento, que a la rigurosidad futbolística.

Se puede decir que esta vez la tiranía de los resultados sepultó al múltiple campeón Carlos Bianchi. O en todo caso, tratar de imaginar cuáles serían las consideraciones periodísticas si el ganador de 3 Libertadores y 1 Intercontinental desde el punto del penal hubiera sido Marcelo Bielsa y no el Virrey de Liniers. Suponerlo a Carlos Bilardo en esa situación resulta muy complicado. No alcanzarían las páginas para caerle una y mil veces. Basta con recordar cómo se lo maltrató al chileno Manuel Pellegrini cuando sucumbió con River.

De hecho, existe la tiranía de los resultados y la omnipotencia de los medios. Casi siempre esta última es bastante más desestabilizadora.

Podría ratificarse la imperdonable soberbia del plantel xeneize que no asistió a la coronación el jueves a la noche en Palogrande.

Para ello hace falta grandeza. Como la tuvieron el Palmeiras de Marco Aurelio en 2000, el Real Madrid de Vicente del Bosque ese mismo año en Tokio, el Cruz Azul de José Luis Trejo en 2001, el Santos de Emerson Leao en 2003 y el Milan de Carlo Ancelotti también en 2003 en Japón; todos víctimas del Boca de Bianchi.

Pero existe un ítem que encaja perfectamente para los equipos rosarinos. La hinchada del Caldas se pasó toda la final con Boca gritando "se puede". Y se pudo.

Lo consiguieron en los tiempos de la polarización, en épocas en las que, supuestamente, a los poderosos no hay cómo derrotarlos. Se argumenta que la explicación está en el poderío económico y los intereses de la televisión. Eso se dice. La realidad indica que el equipo de Luis Fernando Montoya se cargó a Santos en cuartos de final, a Sao Paulo en semis y a Boca en la final. O las excusas son sólo eso, o los organizadores son idiotas.

Pero no hace falta irse tan lejos. Quilmes y Banfield disputarán la Libertadores el año próximo. Ellos dos y Arsenal jugarán la Sudamericana a partir de agosto.

El complejo de inferioridad ya está vencido. Las excusas son hartantes y parecen pergeñadas por Poncio Pilatos. Mientras, canallas y leprosos siguen viviendo de recuerdos, una irrefutable muestra de crisis.

A la palomita de Poy ya no le quedan ni plumas y el gol de cabeza de Domizi en cualquier momento va a pegar en el palo de tanto repetirlo. Eso sólo por citar dos de los ejemplos más emblemáticos.

Racing recién pudo guardar bajo llave el gol del Chango Cárdenas cuando salió campeón después de más de 30 años. Y ahora lo conserva allí, orgulloso, como lo que es: un hito trascendente en la historia del club. San Lorenzo dejó de hablar de los Carasucias y los Matadores en el 95, cuando dio la vuelta olímpica en el Gigante.

Las hazañas coperas de Independiente necesitaban imperiosamente una mano de Brasso porque el polvo las estaba tapando, pero llegó el torneo de 2002 con Gallego a la cabeza para encontrar motivos genuinos que permitan poner cada cosa en su lugar: el inodoro en el baño y la cama en el dormitorio como le gusta decir al inefable personaje. Uno de los más beneficiados con los arrestos espasmódicos de los medios de comunicación.

Basta de festejar triunfos o derrotas ajenas. Basta de tener que recurrir a los recuerdos para esbozar una sonrisa, basta de pelearse por espejitos de colores o caramelitos de 5 centavos. Basta de interesarse sólo por terminar uno encima del otro en un campeonato de 19 fechas.

Parafraseando a Miguel Angel Russo "esto es Central". Pidiéndole prestada la idea por unos segundos, "esto es Newell's". Merecen mucho más que las migajas que dejan los demás.

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