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 domingo, 27 de junio de 2004

Resolución judicial por dos crímenes y un robo a mano armada
Un sueño disparatado que terminó ahogado en la sangre de inocentes
Tenían 17 y 18 años. Querían un arma y un auto para dar un gran golpe y por eso mataron a un vigilador y a un chofer. El menor aprovechó una salida de la cárcel para robar y lo condenaron a 15 años de cárcel

María Laura Cicerchia / La Capital

Conseguir un arma y un auto para salir a robar. Con esa idea en la cabeza, dos pibes de 17 y 18 años terminaron ejecutando a un vigilador para quitarle una escopeta que, seis días más tarde, usaron para matar a un remisero al que no pudieron sacarle el coche. Pese a que era menor de edad cuando cometió esos crímenes, en marzo de 2000, ahora el más joven de los dos fue condenado a 15 años de prisión por esas muertes y por un robo a mano armada que cometió durante una salida transitoria de la cárcel.

La condena que la Sala IV de la Cámara Penal fijó en 15 años para el joven, que ahora tiene 22 años, comprende los crímenes del vigilador Juan Carlos Gómez y del remisero Walter Zerpa. Este último ocurrió la misma noche en que, junto a un cómplice, balearon a otro joven en el robo frustrado de un auo y obligaron a otro automovilista a que los trasladara por la ciudad.

Su compañero de andanzas, César Fernández, ya había sido condenado a prisión perpetua. En cambio Seba, el menor, estuvo a disposición del juez de Menores Juan Leandro Artigas hasta que el 2 de junio del año pasado éste lo condenó a 12 años de prisión. A esa pena el juez le sumó otra que le habían dictado a Seba por un robo que cometió cuando fue mayor de edad, en marzo de 2002, durante una salida transitoria. Fue un robo a mano armada por el que el juez de Sentencia Antonio Ramos le impuso 5 años de cárcel. Así, el juez Artigas dispuso que sus condenas debían unificarse en 17 años de prisión.

Pero los jueces de Cámara Otto Crippa García y Ernesto Navarro, luego de confirmar su condena como menor, decidieron rebajar el total de su tiempo de encierro a 15 años.


Un revólver por 20 pesos
Todo empezó cuando César y Seba planearon robar un arma y un auto para cometer algún golpe grande. Soñaban con robar un banco y se lanzaron a esa empresa sin demasiada logística previa: "sin razón aparente, por el hecho de distraerse", dijeron los jueces. Sólo se ocuparon de conseguir un arma que le compraron "por 20 pesos" a un boliviano.

La noche del 20 de marzo de 2000 salieron de sus casas en la villa San Francisquito y caminaron hasta el Mercado de Productores de 27 de Febrero y Constitución. Cerca de las 4.30 ingresaron por el portón de calle Castellanos e increparon al vigilador Juan Carlos Gómez, un ex gendarme de 31 años. El custodio resistió el robo y recibió dos disparos en el pecho. Los jóvenes escaparon con el primer objetivo cumplido: la Itaka 1270 que portaba el custodio. Y con la primera muerte a cuestas.

Seis días más tarde volvieron a encontrarse. Tomaron vino y cerveza en la casa de un primo de César y se lanzaron a la calle. Lo primero que hicieron fue abordar a Oscar Gómez, un joven de 28 años que se encontraba dentro de su Fiat 128 en Teniente Agneta y pasaje Lejarza. A punta de revólver, lo obligaron a recorrer la ciudad. "Lo único que querían era robar un auto para cometer otro robo", reveló luego el automovilista retenido, testigo clave del sangriento recorrido de aquel domingo 26 de marzo.


La muerte del remisero
Tan largo fue el viaje en busca de un auto en mejor estado que debieron reponer combustible en la estación de servicios de Perón y Pedro Lino Funes. Sobre esta última calle, a la altura del 1700, le dijeron al conductor que frenara. Habían visto el Peugeot 405 azul que el remisero Walter Zerpa, de 53 años, manejaba para la empresa Primera Clase.

En ese lugar, alrededor de las 5, Zerpa estaba a punto de hacer el recambio con su compañero. "Le apunté con la escopeta y le dije que abriera la puerta. Yo le dije que no quería su dinero, solamente que me llevara hasta un lugar. Pero el tipo me seguía tirando dinero. En eso Seba lo encaró por la otra puerta, el hombre aceleró y me chocó la pierna. Entonces le pegué un tiro que dio en el vidrio trasero", les dijo César a los policías cuando lo detuvieron por el crimen del vigilador y terminó confesando el del remisero Zerpa, quien fue herido en la cabeza con la Itaka robada al custodio.

Frustrado el intento de conseguir un nuevo auto, minutos después los jóvenes quisieron robar otro Fiat 128 a cuatro cuadras de allí, en Chubut al 500. Pero como sus ocupantes se dieron cuenta de que iban a asaltarlos, les dispararon e hirieron en ambos brazos a Marcelo Mansilla.

Luego volvieron al primer 128 y liberaron a su conductor en Felipe Moré y Amenábar. "Hablaban de conseguir más fierros y otro auto más poderoso", contó luego el conductor. Los jóvenes le habían robado la campera, pero se la devolvieron antes de pedirle que no los "batiera" a la policía y confesarle que ninguno de los dos sabía manejar. Otro desatino en la serie absurda que abrió las puertas del horror.

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Walter Zerpa fue asesinado en marzo de 2000 con el arma que los homicidas habían robado a un custodio al que también mataron.

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