 | viernes, 25 de junio de 2004 | Soldaditos de plomo Un cielo color ceniza veteado, con nubarrones muy oscuros cayendo en torbellino por el oeste, resplandecía en aquella gélida mañana del mes de agosto de 1954. De pronto sobre esa esquina de avenidas cruzadas (Ovidio Lagos y Manuel Arijón) y ante los ojos de algunos transeúntes forasteros del lugar y otros vecinos pobladores, con la prisa propia de las compras que se realizan cuando el mediodía es tan simple como una cuestión de minutos, el verde y el marrón específicamente militar comienza a transcurrir. Se trata del Regimiento 11 de Infantería, cuyos jeeps y camiones artillados, camioneta sanitaria de la Cruz Roja, cañones y hasta algún tanque blindado, todos con el sello y la exacta fisonomía de los utilizados en la Segunda Guerra Mundial, se dirigían "hacia un itinerario de maniobras militares", girando por Ovidio Lagos, avenida transformada en ruta hacia el sur. El pabellón argentino flameaba sobre el primero de los vehículos, seguido por el gesto contemplativo y adusto de los soldados. Y cerrando el desfile estaba el carromato donde a fuego lento se iba cocinando lo que almorzaría la tropa. El humo transparente que fluía de la chimenea de dicho vehículo lo evidenciaba. Y es el espejismo, tan sólo el espejismo que Dios ha vuelto a mostrarme de aquel día.
Felipe Demauro
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