| domingo, 20 de junio de 2004 | La gobernabilidad. La democracia demanda cooperación entre los poderes Un enfrentamiento que afecta las instituciones Hugo Quiroga (*) El conflicto entre el presidente Néstor Kirchner y el jefe del justicialismo bonaerense, Eduardo Duhalde, ha revelado la precariedad de la gobernabilidad de la Argentina actual. La rivalidad entre los dos líderes políticos más importantes puede dificultar la buena marcha de nuestra sociedad y arrojar dudas sobre el futuro.
Los problemas de gobernabilidad aparecen cuando se ponen de manifiesto los límites de una acción de gobierno, es decir, en el momento en que la capacidad efectiva de tomar decisiones encuentra límites. ¿Hemos llegado a ese punto? Todavía no. Pero los forcejeos para aprobar leyes fundamentales que requiere el país muestran la insuficiente cooperación, producto de aquel conflicto, de los legisladores bonaerenses con las iniciativas gubernamentales de Kirchner.
Normalmente, estas tensiones se producen en los casos en que el partido del presidente no cuenta con mayoría legislativa. El partido gobernante, en nuestro caso, controla ambas Cámaras. El problema se encuentra, entonces, en otro lugar. Reside en la lucha por el liderazgo único en el peronismo. Recordemos que Kirchner llega al gobierno con un escaso 22% de los votos que fueron aportados en su mayoría por el peronismo bonaerense, situación que convirtió a Duhalde en el gran elector.
Llega, pues, acompañado por solamente una de las tres fracciones en la que se dividió el peronismo en la contienda electoral del 27 de abril del 2003, sin ejercer el liderazgo de su partido, sin mayoría parlamentaria propia y con los gobernadores ejerciendo su poder en la estructura justicialista. De ahí la imperiosa necesidad por restablecer la plena autoridad presidencial, sin lo cual no podía organizar su propia capacidad de gobierno. El resultado fue una democracia basada en la opinión pública. La duda es saber si esto es suficiente como para construir un poder consistente y, al mismo tiempo, autónomo de las fuerzas duhaldistas.
El enfrentamiento entre Kirchner y Duhalde se traslada a la esfera institucional y pone en riesgo la gobernabilidad. La estabilidad de la democracia reclama una mejor cooperación entre las esferas del Ejecutivo y Legislativo y un ejercicio responsable del poder político. Ni el estilo personalista, marcado por decisiones reservadas, ni el "poder de veto" en el Parlamento aventan la idea de un gobierno dividido. Tampoco resulta muy claro ubicar esta contienda por el liderazgo del PJ en el marco del debate sobre la nueva y vieja política: hay estilos recurrentes, prácticas prebendalistas y defectos inaceptables que atraviesan lo que no alcanza a nacer y lo que no termina de morir.
Lo que subyace en esta querella es una concepción que considera al soberano como aquel que puede elegir su sucesor. Este fue el papel del gran elector. De esta impronta deberá escapar Kirchner. El escenario sigue abierto.
(*) Profesor de Teoría Política de la UNR. enviar nota por e-mail | | Fotos | | "El gran elector". Los votos que aportó Duhalde fueron vitales para el presidente. | | |