| domingo, 23 de mayo de 2004 | "Kirchner les ganó a todas las hipótesis catastróficas" Decían que era un presidente "débil" que duraría un año y que en su gestión el dólar alcanzaría los diez pesos Oscar Blando (*) El talón de Aquiles de las democracias latinoamericanas, en especial la nuestra, ha sido su inestabilidad. Paradójicamente vivimos en un régimen estable, dice Natalio Botana, pese a las tres grandes crisis de estabilidad que hemos tenido desde la reinstalación democrática: la crisis de la legitimidad de la moneda y su consecuencia hiperinflacionaria, la crisis fiscal después de la convertibilidad y el endeudamiento y, a partir de octubre de 2001, la gravísima crisis de representación.
Kirchner llega al gobierno no sólo en medio de un malestar ciudadano generalizado sino también en el centro de una crisis inédita del peronismo: más que fruto del consenso interno, es producto de la renuncia de algunos y de la "neutralización" de los principales caudillos electorales (Carlos Menem y Eduardo Duhalde). Sin embargo, muy temprano rompió con el prejuicio de la legitimidad de origen por el 22% de votos que obtuvo en la elección presidencial y registra, aún, altos niveles de imagen positiva.
Las hipótesis catastróficas de los dueños de la Argentina y sus principales comunicadores no se cumplieron: que el presidente "débil" no duraba sino un año, que el dólar subía a diez pesos, que la hiperinflación nuevamente sobrevolaba la economía.
Nada de eso pasó. Y hubo avances significativos en temas como derechos humanos, reestructuración de la Justicia (especialmente en la Corte Suprema), ciertos rasgos de autonomía en las relaciones internacionales y en el tema de la deuda. Pero siguen pendientes otros, como la debilidad de las instituciones democráticas, la necesidad de romper definitivamente con las díadas delito-política y corrupción-impunidad y, especialmente, irresuelta una las grandes cuestiones estructurales de la Argentina actual: nuestro país no ha tenido nunca los grados de desigualdad social que tiene hoy, y hay que saber que "las desigualdades argentinas están siempre heridas por privilegios irritantes".
Como se ha dicho con razón, Kirchner no sólo debe repudiar a Menem sino todo lo que el menemismo significó como degradación económica, como devaluación de la palabra, como bastardeo de la Justicia, como confusión de los bienes públicos con los privados, como inequidad social...
Fantasía escandinava Precisamente los 90 fueron los años en que la política sucumbió ante los dictados del mercado, instalándose un proceso de despolitización de la cuestión social y como si estuviéramos en una fantasía escandinava y no en medio de una sociedad latinoamericana en quiebra; como dice Orlando Barone, la crisis se pretendía solucionar "gestionando", palabra aparentemente técnica, neutra y francamente apolítica.
Esa lección parece que la hemos aprendido, y por ello la mayoría le exige a Kirchner, que debe conducir un país y no un mercado; a la sociedad y no a un banco. Y esa sociedad podrá ser lo muy filantrópica y solidaria que se quiera pero, pero, como se ha sugerido, una cosa es que una ONG encuentre medicamentos que alguien no puede conseguir y otra es ejercer el derecho a la salud en un hospital.
"Son los programas económicos los que deben ajustarse al respeto de los derechos y no los derechos quedar pendientes de los programas económicos" (Gargarella). La decisión de hacerlo es política y, como corresponde en una democracia, depende de renovados acuerdos colectivos. Este y no otro es el verdadero desafío de Kirchner.
(*) Profesor titular de Derecho Político
de la Facultad de Derecho de la UNR enviar nota por e-mail | | |