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 sábado, 22 de mayo de 2004

El artista revela como es "Papanatas", la revista en la que actúa junto a Tristán y Marixa Balli
Jorge Corona: "Comparado con lo que se dice hoy en la tele, yo soy Pipo Pescador"
El cómico aseguró que hoy en la pequeña pantalla se utiliza un lenguaje que lo hace sentir un "nene de pecho"

Rodolfo Bella / La Capital

Jorge Corona presentará el espectáculo de revista "Papanatas", hoy, a las 21 y a las 23, y mañana, a las 20.30, en el teatro Broadway, San Lorenzo 1223. El cómico llega a Rosario acompañado por un gran elenco encabezado por la vedete Marixa Balli, el actor y humorista Tristán y el mago Lisandro Carret. En diálogo con La Capital, Corona aseguró que, aunque sus monólogos siguen siendo atrevidos, en comparación con el lenguaje que se usa hoy en la televisión se siente inocente.

-¿Cuál es la condición para que la revista siga vigente?

La revista responde siempre a la misma fórmula: sketches, monólogos, chicas con poca ropa, cantantes y todo lo que sea necesario para entretener. Eran cosas que ya hacían Carlos Petit o Alejandro Romay. Claro que eran otras épocas. Petit, por ejemplo, trajo bailarinas del Lido de París que eran una atracción impresionante. Sí es condición que las chicas sean lindas y pulposas, que se vean bien, pero que también bailen bien.

-¿Por qué en algunos sectores se la considera un género marginal?

-La revista no es un género marginal. Tiene cierto costado de ese estilo, pero que viene por el lado de algunos tabúes, pero el tango mismo fue marginal al comienzo y sin embargo después se transformó en la música nacional. Lo tocaban en los suburbios y los cabaret, pero no llegaba a la gran sociedad.

-Algunas palabras todavía siguen escandalizando, ¿son inevitables?

-Creo que la sociedad y la revista cambiaron. Yo las digo, pero la verdad es que soy un nene de pecho comparado con las cosas que se dicen en televisión. Hoy soy como Pipo Pescador, porque hay artistas que están en primera línea y que dicen cosas más fuertes que lo que puedo decir yo, incluso en televisión es posible ver y oír cosas mucho más fuertes y no son muchos los que se sorprenden. No es que esté bien ni mal, sino que cada uno tiene su estilo y eso es muy respetable. Por ejemplo, recuerdo una anécdota que justamente ocurrió en Rosario hace algunos años: un hombre buscaba por el diario una mujer para que lo que acompañe a Estados Unidos y se armó la gran polémica sobre la prostitución. Hoy ya nadie se espanta de los clasificados en los diarios.

-¿Usted mide el efecto de las palabras?

-Ahora que estoy bien y entero, sé bien las cosas que puedo decir y las que no. Cuando uno es joven hace cosas que maduro no haría. Con el tiempo uno se va asentando y se da ese cambio que hace que las cosas sean menos vertiginosas. En mi caso me ayudó mucho mi mujer Mónica. Antes no pensaba. Ahora estoy bien parado y sé donde estoy; sé cómo son y cómo se ven las cosas realmente. Antes las veía de una manera superficial. Uno a veces cree que todo es joda, pero también hay que tener un poco de paz y tranquilidad para poder ver en el fondo.

-¿Qué es para usted una mala palabra?

-Para mí malas palabras son hambre, guerra, desocupación, corrupción, violación. Eso es mucho más ofensivo que si digo boludo u otras cosas que hacen referencia a lo que todo el mundo sabe.

-¿Qué virtudes tiene que tener un actor para ser un capocómico?

No sé se cuál es el camino para ser capocómico. Creo que uno nace con eso y va evolucionando y creciendo en este trabajo como en cualquier otro. Por ejemplo, antes no hacía sketches sino monólogos. Era el cortinero de la revista como lo fueron Pepe Arias o José "Pepitito" Marrone. Mientras arman la escenografía del cuadro que sigue, aparece el capocómico de la revista que se llevaba todo.

-¿Tuvo problemas por hacer chistes políticos?

-No jamás. Ni con los militares, ni los curas, ni con los políticos. Al contrario. A ellos les gusta que los jodan. Pero la verdad es que con la religión no me meto. Es una cosa muy seria. Si alguien tiene fe, uno no puede ir a romperle la ilusión para sacar ganancias con eso. Lo mismo que con los enfermos. A los viejos los embromo un poco, pero para zamarrearlos y que se den cuenta que están vivos y se ríen de las cosas ácidas que les digo. Pero lo agradecen y se ríen porque no se sienten ignorados.

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Corona extraña el esplendor que la revista disfrutó cuando reinaba la calle Corrientes.

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