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 domingo, 09 de mayo de 2004

Las razones ocultas de la violencia
Según el criminólogo Enrique Font, el delito se sostiene en una economía propìa

Para el criminólogo Enrique Font la violencia de bandas en Las Flores se puede entender en la medida en que se tengan en cuenta dos fenómenos: "la estructura de producción social de potenciales infractores y de oportunidades criminales".

En el primer caso, "lo primero que aparece es la disyunción ente metas y necesidades socialmente constituídas -desde el estatus hasta unas zapatillas- y los canales legítimos para lograrlo. Es lo que en sociología se llama carencia relativa. No tiene que ver con la pobreza material, ya que también se da en la delincuencia de cuello blanco", dice Font, integrante de la sección de Criminología del Centro de Estudios e Investigaciones en Derechos Humanos de la Facultad de Derecho.

A eso se suma "una marginación u obstáculo para participar en procesos políticos que permitan acceder a canales legítimos: cuando eso ocurre se desarrolla una subcultura con valores alternativos, como forma de sobrellevar la frustración por la carencia relativa".

El robo, dice Font, no es siempre una respuesta mecánica a la carencia, sino "también una forma en que la persona encuentra algún sentido a la situación en que se halla". Como compensación a esas situaciones de carencia, surgen "la cuestión del consumo compulsivo y la violencia expresiva, es decir aquel que podría decir: «ya que no voy a tener trabajo ni accedo a nada me constituyo en otro lugar, me defino como jefe o integrante de una banda o una patota»".

El segundo aspecto, "la producción de oportunidades criminales", remite a la economía criminal: "una demanda pública de bienes y servicios ilegales -drogas, armas- o legales obtenidos ilegalmente -autopartes, dinero para financiar actividades políticas".

Otro fenómeno que aparece en la base de la violencia "es la existencia de víctimas o de situaciones de victimización que son consideradas legítimas. En este punto, estas subculturas muestran una fuerte relación con la cultura dominante, que es la que provee un conjunto de legitimaciones que le permite al infractor construir su propia legitimación".

A modo de ejemplo, Font cita "la disyunción entre la mujer honesta y la prostituta, que es considerada socialmente como un blanco legítimo de violencia" o ciertas prácticas de la propia policía: "dentro de la subcultura policial es legítimo matar a ciertas personas en determinadas condiciones, algo que se corresponde con el estereotipo social de que a los chorros hay que matarlos".

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