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 domingo, 09 de mayo de 2004

"Los chicos son muy agredidos"
El sacerdote Nestor Negri vincula la violencia con la marginación social y la facilidad del acceso a las drogas

"Esto es algo que se veía venir", dice Néstor Negri. El sacerdote de la parroquia Nuestra Señora de Itatí llegó al barrio Las Flores en 1993. "Desde entonces las condiciones de vida se han deteriorado muchísimo: ha aumentado la cantidad de gente desocupada y la facilidad con que se llega a la droga y al alcohol", apunta.

La violencia que se vive en el barrio aparece entonces como el resultado de un proceso que se desarrolló durante años. "Es una cuestión de cómo fueron creciendo los chicos, del poco valor que se le da a la vida. Alguien que sintió que despreciaron su vida desde el principio, al que lo marginaron de todo, al que le quitaron posibilidades para siempre, porque no va a tener posibilidades de trabajo, termina por explotar en algún momento", dice Negri.

El sacerdote recuerda el caso de un chico de nombre Miguel. Era uno de los más revoltosos en la parroquia. "Venía directamente a portarse mal. Un reto, un llamado de atención, no significa nada para muchos chicos. Eso es como acariciarlos, porque están acostumbrados a que les peguen. Miguel era terrible desde chico. Creció y un día lo encontré en el Hospital de Emergencias, herido en una pierna. Ahora está detenido por un homicidio".

"El asunto es que acá los chicos, desde que nacen, son muy agredidos. Reciben una carga de agresión que vuelcan cuando empiezan a crecer", agrega el sacerdote. Las versiones sobre disputas por negocios de drogas, dice, tienen algo de leyenda. "No creo que ni Cristian Monzón ni Walter Flores fueran competidores de nadie. Sí podían ser adictos. El chico Corso tuvo una vida muy fuerte en cuanto a delincuencia, estuvo preso varias veces. Pero más bien el problema pasa por cuestiones personales que van in crescendo porque no hay diálogo, no hay paciencia, no hay perdón".

Negri agrega que "los chicos son muy agresivos, lo vemos en la escuela. Hay chicos agresivos con sus compañeros o que tienen muchas dificultades de aprendizaje, o que no quieren volver a la casa por la situación de violencia que viven o por la desatención que sufren".

Viviana Dicicco, una de las vicedirectoras de la Escuela Nuestra Señora de Itatí, asegura no obstante que "en la escuela no hay una violencia que no se pueda manejar, no se ven hechos como los que suceden en las barras". Reconoce que "los chicos traen en su bagaje lo que se vive en el barrio, conviven con los robos y la droga: la escuela está dentro del barrio y tratamos de manejar lo que los chicos traen del barrio con lo que podemos dar nosotros".

Dicicco trabaja en Las Flores desde 1983. "Las barras comenzaron a aparecer hace cinco o seis años, cuando empezaron a darse los cambios a nivel social. En un principio el alcoholismo estaba como marca, pero hoy la referencia es la droga".

La inseguridad ha modificado los comportamientos. Es difícil que alguien deje su casa sola. "Ya no se hacen fiestas en la calle -observa Negri-. No las quieren hacer porque en cualquier momento se pueden encontrar dos que están peleados y se termina la fiesta".

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