| viernes, 30 de abril de 2004 | El posible regreso a Cuba y a las noches de golf a la luz de una linterna Desde su retiro de la clínica porteña se comenzó a especular con el regreso de Maradona a Cuba, donde halló a salvo de la presión de sus seguidores, de las cámaras de los fotógrafos de la farándula y de los escándalos que rodearon su carrera.
El ídolo disfrutó sus noches en Cuba, frecuentando locales nocturnos de La Habana, pero también entregándose a la práctica del golf, que llegó a practicar en la oscuridad con una linterna.
Su traslado a la isla se produjo a inicios de 2000, invitado por el presidente Fidel Castro para seguir un programa contra su adicción a la cocaína en un centro de salud de La Habana. En el país caribeño desató su verdadera pasión por el golf, jugando con frecuencia hasta 36 hoyos por día en el único club donde se practica ese deporte en La Habana. El "10" tenía su propio carrito de golf, el único en todo el club.
Los golfistas que concurren al club lo recuerdan jugando incluso hasta pasada la medianoche, siguiendo su pelota con una linterna. "Era divertido jugar con él porque siempre bromeaba. Cuando lograba meter la pelota en el hoyo, festejaba como si hubiera metido un gol", dijo un empresario europeo, que practicaba con él.
Llegó a dominar el golf y alcanzar un handicap 16, dijeron otros golfistas. "Es un fanático acérrimo. Inclusive ha jugado de noche con pelotas fosforescentes", dijo Gonzalo Lorenzo, chofer de la embajada británica.
En La Habana, Maradona disfrutaba de privacidad residiendo en una cabaña del centro de salud La Pradera, donde los empleados dijeron que regalaba ropa deportiva, relojes y las codiciadas camisetas con su número 10 de la selección argentina.
En contraste con la imagen de hombre perseguido que llegó a disparar alguna vez contra periodistas argentinos con un rifle de aire comprimido en su país, un relajado Maradona cautivaba a sus conocidos en Cuba por su buen humor y amabilidad.
Al cumplir 41 años, Maradona fue invitado por Fidel al Palacio de la Revolución. Al día siguiente, el líder le envió de regalo una de sus gorras militares, en la que había escrito: "Para Maradona, en sus 41, con deseos de que los triplique con salud y energía, Fidel Castro".
Sin el acoso de la prensa, Diego disfrutó la noche de La Habana, convirtiéndose en cliente habitual de algunos de los clubes más conocidos, donde los camareros le recuerdan bebiendo champán. Cenaba con frecuencia "bifes de chorizo" en la parrilla de un hotel de La Habana. "Comía bárbaramente y tomaba mucho, pero no para caerse", recuerda una camarera. enviar nota por e-mail | | |