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 domingo, 25 de abril de 2004

Gustavo Grobocopatel, gurú de una nueva filosofía para la producción agropecuaria
Conocimiento, el mejor fertilizante para la soja
El titular de Los Grobo es uno de los principales exponentes del exitoso modelo productivo de la oleaginosa

Sandra Cicaré / La Capital

Sociedad del conocimiento y sistema "schumpeteriano" (donde ganan los que mejor hacen las cosas y pierden los que peor) son dos términos que nunca están ausentes en las presentaciones públicas de Gustavo Grobocopatel, titular de Los Grobo Agropecuaria y hoy por hoy uno de los empresarios top de la Argentina, que integra la grilla de los hombres de negocios que hacen escuela.

Vital, pragmático y con un lenguaje coloquial, este ingeniero agrónomo y profesor universitario de 43 años, sabe ganarse con facilidad a los auditorios estudiantiles en las cátedras que dictaba en la Universidad de Buenos Aires sino además a productores y hombres de negocios ligados al campo en las innumerables charlas que lo tienen como disertante.

De hecho, en los últimos tiempos se convirtió en el "niño mimado" de las presentaciones de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid), que año a año lo tiene como uno de los panelistas más destacados en sus congresos internacionales. Como también de todo aquello que resuma la trilogía: campo-empresa-innovación, en rigor el resumen más acabado de lo que Grobocopatel representa para el mundo empresario y desde donde promueve su filosofía de trabajo y de vida.

"El campo es competitivo porque entró en la sociedad del conocimiento incorporando innovaciones y no como dice el mito de que la competitividad de la agroindustria se basa en la riqueza de las pampas", insiste Grobocopatel.

"Aquí hay menos efecto naturaleza y más efecto conocimiento en la componente de la producción de la Argentina", reafirma este hijo de inmigrantes que hoy comanda el holding agropecuario con base en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires.

Para este empresario que se hizo cargo de la compañía que iniciaron sus abuelos -junto a toda su familia- y que potenció su padre Adolfo, no es la propiedad de la tierra la que hace grande a una empresa agropecuaria.

Su caso es testigo en este sentido. Las firmas del grupo Los Grobo son propietarias de 20 mil hectáreas de campos donde se cultivan commodities, pero producen en 70 mil hectáreas a través de la contratación.

No se trata de algo nuevo, sino que ésta fue la modalidad que signó los orígenes del asentamiento en la campiña argentina de su familia, proveniente de Besaravia, del este europeo.

Al no poder acceder a una porción de tierra, su abuelo Bernardo desempeñó "distintas tareas rurales hasta consolidarse como contratista rural precisamente en la producción de pasto seco para forraje", según señala un trabajo sobre el grupo que realizaron los investigadores Héctor Ordóñez y John Nichols en enero del año pasado en conjunto par la Universidad de Buenos Aires y la Texas A&M University.


La profesionalización
Para el titular de Los Grobo, todo es fruto de lo que con tanto tesón pregona: la sociedad del conocimiento. "Esta tiene tres dimensiones, una de información digital (computación, comunicaciones, etcétera); la genética (biotecnología) y la relacional (lo que tiene que ver con las redes y las organizaciones)" y "estas dimensiones fueron incorporadas en el campo", dice este empresario cada día más mediático.

También explica que "en los últimos años muchos propietarios o contratistas rurales entendieron que el conocimiento es un insumo más indispensable para obtener cultivos competitivos y esto se ve en las ecuaciones económicas, donde el valor de la tierra va perdiendo importancia en la misma medida que se valoriza la administración y conducción del cultivo".


Los "sin tierra"
Este modelo de empresa que pregona Grobocopatel y que seduce a hijos y entenados pone a la administración (basada en el conocimiento) como el plus de valor en la actividad agropecuaria. "Este sistema del desarrollo del mercado de tierras y mercado de servicios resultó enormemente democrático y favorecedor del cambio de situación económica y movilidad social", dice Grobocopatel. "En la década del 90, cuando muchos productores estaban mal y hubiesen tenido que vender sus campos o hubiesen sido rematados por los bancos, gracias a la aparición del mercado de tierras y a la gente que como nosotros arrendábamos los campos pudieron seguir siendo propietarios de la tierra", insiste.

Con lo cual, "hoy la mayoría de la producción, el 70 por ciento, está en manos de gente que no es propietario de la tierra. Es decir, que los que producimos en este país somos los sin tierra", sostiene el empresario.

Pero todo esto esto tiene para él una base filosófica, que palabras más, palabras menos siempre deja expresada en sus presentaciones públicas. Se trata de la sociedad de los "ganadores y perdedores" que siempre existen en un sistema. Lo llama "capitalismo schumpeteriano" donde convive "gente que le va bien y otra a la que le va mal, aunque esto no es un juego de suma cero donde para que uno gane tiene que perder otro", aclara.

Por eso, "para que todos ganemos hay que poner el ojo en estimular a los emprendedores, a los que ganan", dijo. Porque "si solamente lo que hacemos es pensar en los que pierden -que por supuesto hay que contenerlos y tratar de que se eduquen para que tengan nuevas oportunidades- lo que logramos es una sociedad de gente que no le va a ir bien", reflexiona.

Cree en el Estado como una pieza clave para interactuar junto al sector privado en el desarrollo de empresas, diseños y nuevas organizaciones. Un ejemplo es el diseño de Bioceres, la empresa que fundó para propiciar junto a universidades el desarrollo de genética nacional para el campo) o el convenio que ésta firma selló con el Cerider en Rosario para trabajar en este camino.

Se le podrá criticar cualquier cosa, pero nunca que no es un hombre de acción.

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