| domingo, 18 de abril de 2004 | Sabores del mundo El sur invita con truchas, corderos y fondues Enrique Andreini / La Capital Hay pocos países en el mundo con tan amplia extensión geográfica como la Argentina, con una diversidad tan extraordinaria de climas y orografía. Por todo ello, quienes nos conocieron y visitaron por primera vez, pensaron en nuestras ricas tierras como un enorme cuerno de la abundancia.
Y en efecto, algo de eso hay, el primer ganado vacuno importado de Europa se multiplicó rápidamente. Desde entonces, se constituyó en la base principal de la cocina argentina.
Pero tal vez la zona sur, es la más variada en propuestas gastronómicas, enmarcada además en la generosa y bella naturaleza cordillerana, junto a la calidez y hospitalidad de todos sus pobladores.
Y a pesar que las "carnes" señorean con absoluta autoridad, sus costas, ofrecen la pesca más variada de nuestro país dispuestas a satisfacer, sin lugar a dudas los exquisitos paladares de todos quienes la visitan.
Ciervo y jabalí Esta región, lo invita a hacer un recorrido a través de los sabores únicos de la cocina patagónica.
El famoso "cordero patagónico", los deliciosos sabores inigualables de la carne de caza del jabalí y del ciervo colorado, las reconfortantes fondues de queso, de carne o de chocolate y las tradicionales truchas.
Y desde hace no mucho tiempo, también, productora de excelentes vinos finos en las zonas frías, los que bien pueden ser la excusa para conocer la producción regional.
La hora del desayuno los sumergirá en una duda casi existencial, con qué dulce casero acompañar nuestras crujientes tostadas, ¿de casís, de rosa mosqueta, de frutillas? ¿Qué porción tentadora de torta acompañará nuestro té o reconfortante chocolate caliente?
Cocina bajo tierra En cada lugar hay una experiencia gastronómica particular, pero tal vez ninguna tan "mágica" como la preparación casi "ritual del curanto".
Se trata de una ceremonia consistente en la cocción de los alimentos (carne de vaca, cordero, cerdo, pollo, papas, batatas, manzanas y zapallos) por medio del calor de piedras que se calientan a rojo vivo en una hoguera, que se colocan en un pozo cavado en la tierra y cubiertas con hojas, y sobre éstas todos los alimentos. Se vuelve nuevamente a tapar todo con hojas, sobre las que se colocan algunos lienzos húmedos para que no se pierda el calor y se cubre todo con abundante tierra, convirtiéndose de esta manera en un verdadero horno a presión.
El curanto estará listo cuando de la tierra comienzan a surgir hilitos de un delicado humo.
La "madre tierra nos da los alimentos y dentro de su vientre se cocinan" para beneplácito de los hombres, diría yo si fuera un poeta. enviar nota por e-mail | | |