| sábado, 10 de abril de 2004 | Charlas en el Café del Bajo -Sigamos, Candi, con esta reflexión sobre la Pascua cristiana. El dolor físico y psíquico de Jesús tiene un gran significado -además del que fue base para la instauración del dogma ya conocido de que se hizo cargo de las culpas del hombre y redimió a la humanidad-. El dolor, las palabras de Jesús en ese momento y la cruz, tienen también otro sentido que viene a dar respuesta a la eterna pregunta del hombre: ¿por qué sufro?
-Sí. Jesús es crucificado, soporta los dolores físicos, especialmente los agudos que provienen de la crucifixión. Algunos científicos y médicos forenses han detectado los siguientes síntomas provocados por la cruz: dolor tremendo por la rotura de los nervios medianos al ser perforadas sus muñecas, calambres, dificultad para respirar al no poder exhalar el aire por modificación de la posición del diafragma, esteatosis por estrés, hematohidrosis (sudor sanguíneo) por la aplicación de espinas en el cráneo y estrés, aceleración del ritmo cardíaco a 175 pulsaciones por minuto, microhemorragias y microúlceras en el estómago por estrés y la angustia. Y es en esta angustia en donde me voy a detener para decir que Jesús puede soportar todos los dolores físicos, pero hay algo que lo abruma, que lo entristece y lo atormenta más que nada y al fin provoca su muerte: el dolor de su alma, el miedo a la soledad, el temor a que al fin y al cabo todo aquello, toda su vida no tenga sentido. Pregunta en la cruz y con la respiración semejante a la de un asmático en plena crisis: "Elí, Elí (Elohim) ¿Lama sabactaní?". Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
-Es la misma pregunta que desde siempre se hace el hombre en un momento de dolor: "¿Cómo es posible, Dios mío?", "Por qué me hacés esto?", "¿Por qué permitís que nos ocurra esto?", etcétera. Jesús exclama lo que exclama el hombre atribulado, perturbado y confundido, el hombre que tiene pavor a la soledad de todas las soledades: la ausencia de un sentido de la vida, la ausencia de Dios.
-Sin embargo, antes de morir, este Jesús todavía tiene fuerzas para pronunciar unas palabras. Bien podría haberlas pensado, pero prefiere manifestarlas para que lo escuche la humanidad: "Dios mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Jesús se siente solo, tiene miedo, está angustiado de muerte, pero no está dispuesto a permitir que se muera la esperanza, que se agote la fe. A pesar de toda su desolación y angustia confía en Dios. Después muere por un "shock". Padece un infarto o un paro cardiorrespiratorio como consecuencia de la fuerte depresión y por eso no es necesario que los verdugos romanos procedan a la "crurifragium", al quiebre de las piernas para acelerar la muerte por asfixia.
-La primera manifestación de que la divinidad no está dispuesta a abandonar ni a ese Jesús ni a ningún hombre la encontramos en la rasgadura del velo del templo. Desde antiguo los hijos de Israel, y por orden de Dios, separaban con un velo el templo del lugar santísimo, donde se guardaba el Arca de la Alianza. Este velo se rasga en el momento en que Jesús expira "Dios se enoja y se rasga las vestiduras" (rasgarse las vestiduras era la actitud que adoptaban antiguamente las dignidades cuando eran ofendidas o se encolerizaban). Pero esta rasgadura significa algo más para los cristianos, algo mucho más profundo que la manifestación de enojo de Dios: El Eterno ha dispuesto mostrarse, que no existan más separaciones entre El y la humanidad y este es el gran sentido que esa divinidad da al sufrimiento y a la muerte del Cristo.
-Pero hay, aún, otro mensaje trascendente en toda esta historia: Jesús, que ha sido devastado psicológicamente y muerto, resucita. Pero para que se produjera esta resurrección debió haber primero una muerte; para que hubiera alegría fue necesario primero el dolor y aquí Dios y el mismo Jesús dan otro mensaje a la humanidad: el de la evidencia del movimiento pendular en todas las cosas creadas, al menos en este plano de existencia. Es con fe, sin resignaciones ni vacilaciones, con confianza en uno mismo y en Dios que el dolor puede ser traspuesto. Mañana este Jesús resucitado le dirá a María Magdalena, desolada por la muerte del Maestro: "¿Por qué lloras?". El gran mensaje es que Dios no quiere que el ser humano se quede en el tormento de la cruz, sino que celebre la Pascua de la resurrección. Mañana, una reflexión final sobre las pascuas cristianas y judías.
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