| sábado, 10 de abril de 2004 | Universidad y carreras "prioritarias" El desafío actual de las ciencias sociales La revitalización dada a las ingenierías y el lugar que ocupan los estudios humanos Matías Loja (*) Al poco tiempo de asumir la titularidad de la cartera educativa, el ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus, aseguró públicamente que una de las prioridades de su gestión sería revitalizar las ingenierías. Así, las "ciencias duras" pasaron al centro de la escena de la educación superior, pues tal como lo advertían diversos funcionarios nacionales, la formación de profesionales en estas carreras era vital para revertir el proceso de desindustrialización que asolaba al país desde hacía varias décadas.
Mucho se ha dicho y escrito en los últimos meses sobre esta cuestión, pero pocas fueron las voces que se alzaron para intentar explicar los desafíos que deben enfrentar, ante este escenario, las llamadas ciencias sociales, las carreras vedettes de los •90, de bajo costo de inversión (de "tiza y pizarrón" al decir del propio Filmus), que concentran al día de hoy al 60 por ciento del estudiantado universitario.
"La mayoría de las universidades latinoamericanas están formando demasiados sociólogos, filósofos y graduados en ciencia política, y muy pocos programadores de computación e ingenieros con mayores posibilidades de empleo", afirmó hace un tiempo un reconocido periodista argentino radicado en Estados Unidos. Como todo sofisma, esta es un verdad a medias, pues si bien las "ciencias duras" son necesarias para el aparato productivo nacional, también lo son las ciencias humanas o sociales, productoras de bienes simbólicos y con capacidad para disputar sentido a través del lenguaje, que es una de las formas más elevadas de generar cultura.
Revisar lo hecho Pero también es preciso que las facultades que imparten este tipo de conocimientos realicen una introspección y repasen el papel que cumplieron en el último decenio. Pues salvo el Plan Fénix (programa económico diseñado por docentes e investigadores de la Universidad Nacional de Buenos Aires), pocas fueron las respuestas que las universidades dieron ante la crisis vivida en los últimos años. "La ciencia política dijo poco y lo que dijo, en general, lo dijo asustada, con miedo", sentenció juiciosamente el politólogo Eduardo Rinesi, en alusión a esta problemática.
Es que la mayoría de los debates intelectuales eran generados por sociólogos de otras latitudes, mientras el grueso de pensadores argentinos padecían de un ombliguismo intelectual, sordos a los vaivenes de una sociedad en plena transformación. Intelectuales que, basándose en el "fin de los grandes relatos", se dedicaron al microanálisis y a la producción de estudios fragmentados, reflejo de una crisis filosófica e identitaria profunda.
Por eso es lícito exigir que de una vez por todas, las universidades generen espacios institucionales para repensar los problemas de la sociedad, lo que inexorablemente conlleva a la búsqueda del para qué y el para quién producir conocimiento, y así forjar un pensamiento crítico que aporte soluciones, pero que además cuestione y controle seriamente a los organismos públicos.
En tal sentido, sería interesante que, como sucede en muchos países, los funcionarios públicos concurran a debatir a las universidades, fundamentalmente ante el claustro estudiantil, que en definitiva son ni más ni menos que los dirigentes del futuro.
El desafío está trazado, y les cabe el turno a las ciencias sociales saber dar respuestas a los interrogantes que a diario se les plantean. Y a no olvidar que en 1994, cuando el colérico ex ministro de Economía Domingo Cavallo mandó a los investigadores a lavar los platos, su "recomendación" estaba dirigida precisamente a una socióloga que se atrevió a discutirle los índices de desempleo.
Tal vez sea hora de salir de la cocina, dejar los platos sucios y abrir los debates que son necesarios para reconstruir el país, haciendo el esfuerzo de gambetear a la lógica del papperismo de la década pasada, que encorsetó la producción teórica de la mayoría de los cuadros más lúcidos de la intelectualidad argentina, y privaron así al país de un pensamiento autónomo, con la consiguiente importación de recetas de consecuencias nefastas como las sufridas hasta el día de hoy. Pues, como afirma el escritor colombiano Gabriel García Márquez, "la interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a tornarnos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios".
(*) Comunicador social enviar nota por e-mail | | Fotos | | El 60% de los universitarios se vuelca a una carrera social. | | |