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 domingo, 28 de marzo de 2004

Lecturas. El crimen del periodista norteamericano
"¿Quién mató a Daniel Pearl?": La caldera del Diablo

Carlos Roberto Morán / La Capital

"¿Quién mató a Daniel Pearl?" de Bernard-Henri Lévy. Tusquets Editores, Buenos Aires, 2003, 379 páginas. Traducción: Juan Manuel Salmerón.

Los recientes trágicos atentados de Madrid actualizan brutalmente las tesis centrales de "¿Quién mató a Daniel Pearl?", un libro del filósofo, novelista, polítologo y muy polemista Bernard-Henri Lévy, quien advierte con voces estridentes sobre el peligro que entraña para Occidente el islamismo fundamentalista

El 31 de enero de 2002 es asesinado en Pakistán el periodista norteamericano Daniel Pearl, corresponsal de The Wall Street Journal. Su cuerpo será decapitado y descuartizado en diez pedazos. De este crimen atroz, atribuido a fundamentalistas musulmanes, da cuenta un video que fue entregado por el propio grupo que ultimó al periodista a la CBS, una de las principales cadenas televisivas de los Estados Unidos, en el que quedaron registrados los casi cuatro minutos de esa espantosa ejecución.

Ahora bien, ¿por qué se asesinó y con tanta saña a Pearl? Es lo que se preguntó Lévy, quien durante un año investigó el cruento episodio y escribió el presente libro que concluyó en abril del año pasado y recientemente ha sido traducido al castellano. "¿Quién mató a Daniel Pearl?" resulta muchas veces fascinante y más aún luego del fatídico 11 de marzo, aunque no puede negarse que en otros momentos fastidia, porque Lévy "padece" de egolatría, pero -eso sí- nunca deja indiferente al lector.

Porque, como se dijo, este libro se vincula directamente con el gran interrogante planteado sobre el inseguro mundo actual, nacido a la luz del brutal atentado contra las Torres Gemelas, reforzado con otros feroces ataques que se registraron luego del llamado 11-S y más ahora, con los trágicos episodios de Madrid: ¿Qué significa hoy el fundamentalismo islámico? y otras preguntas concurrentes, tales como qué es Al Qaeda y qué puede esperar de ese mundo extraño y multitudinario (en relación al islamismo fundamentalista) el confundido Occidente de nuestros días.

Es difícil, si no imposible, justificar la criminal política de tierra arrasada que lleva adelante el presidente Bush en Irak o Afganistán, porque sin duda no es de ese modo como se combate de verdad al terrorismo, pero no se puede ignorar la existencia de éste en el mundo. Ni mucho menos desconocer que, para grandes sectores del orbe musulmán, Occidente es el Gran Satán. La Argentina lo experimentó en carne propia con los atentados de Buenos Aires registrados en la Embajada de Israel y en la Amia.

Sobre ese orbe en ebullición y fanático escribe Lévy, un intelectual de nuestro tiempo para quien nada parece resultarle ajeno. En el caso de este libro su propósito fue el de averiguar hasta lo último o, para decirlo mejor, hasta donde pudiera llegar, sobre el homicidio de Pearl, de características aparentemente irracionales. Y para eso, sin duda apoyado por alguna poderosa editorial que le permitió el periplo, recorrió gran parte del mundo, especialmente Pakistán, un país enigmático, paradójicamente el principal socio de los Estados Unidos en Medio Oriente y al mismo tiempo la cuna de los extremismos más fanatizados y de (sin son ciertos sus informes) de las mafias más peligrosas entre las que anidan en el convulsionado Oriente.

"¿Quiénes son todos esos nuevos demonios que piensan que todo está permitido, no ya porque Dios no exista, sino precisamente porque existe y esta existencia los vuelve locos?", se pregunta Lévy, quien ha elaborado su investigación a partir de una fuerte posición subjetiva que no elude el antagonismo, sin que se pueda dejar de lado su militancia pro sionista, que lo ubica demasiado próximo a Israel.

Sin embargo no importan tanto las posiciones políticas de Lévy o el hecho de que se lo haya calificado de bon-vivant de las letras galas. Lo interesante es que haya lanzado advertencias que el tiempo se ha encargado de corroborar, como lo hace en el colofón del libro sobre las actitudes del padre de la bomba atómica paquistaní, Abdul Qader Jan -como se lo llama en este trabajo (o Abdul Qadeer Khan, como mejor se lo conoce-, de quien anticipaba que podía haber estado pasando datos cruciales para el desarrollo nuclear de Corea del Norte. Afirmación realizada en abril de 2003 que quedó corroborada por el propio gobierno de Pakistán en febrero de este año, cuando el presidente de ese país hizo público el hecho. Aunque debió "perdonarlo" porque Jan-Khan es un héroe para los habitantes de la nación asiática.


Un orbe misterioso
Misterios dentro de otros misterios, lo que puso luz sobre la realidad mundial es que los "habitantes de a pie" saben muchísimo menos de lo que presuponen respecto del poder "real". Sobre esos misterios trabajaba al parecer Pearl, acicateado por su diario para que obtuviera mayor y más "jugada" información.

Interpreta Lévy que esa información fue conseguida por el periodista y habría referido, entre otras cosas, a la vinculación de los servicios secretos paquistaníes con la red de Al Qaeda. Aunque es una posibilidad porque en determinado momento de su investigación, a medida que iba acercándose al meollo del asunto, las puertas se le fueron cerrando al escritor francés y su vida comenzó a correr peligro en el Pakistán integrista.

No ha faltado quien calificó a esta investigación de deficiente. Es seguro que a ella le falta rigor, pero no que no haya auscultado a fondo en un mundo elusivo, desconocido para Occidente, que sin embargo existe y en el que se cocinan resentimientos complejos que se transforman en odio. Y en acciones militantes, militares, que surgen de todo ello.

¿Cómo, si no, considerar a Omar Sheikh, quien aparece como el ejecutor de Pearl y que se encuentra condenado a muerte en la misma Pakistán? El perfil que de este inglés de origen paquistaní ofrece Lévy es fascinante, digno de una novela de Salgari, de una película de aventuras exóticas. Y también un perfil que termina siendo escalofriante.

Las reflexiones que suscita el libro dan para más, máxime a la luz de lo ocurrido en Madrid (y en otras partes del mundo), pero corresponde el cierre y en él debe señalarse que Oriente está incubando demasiados odios y resentimientos a partir de una interpretación maniquea del Corán y los mandatos de Mahoma. Estremece, de sólo pensarlo.

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Pearl fue asesinado el 31 de enero de 2002 en Pakistán.

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