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 domingo, 07 de marzo de 2004

Reportaje
Cristina Zuker: "Escribir fue la posibilidad de salir de un lugar trágico"
"El tren de la victoria", un libro que recomendó el presidente Néstor Kirchner, reconstruye entre la historia y la ficción la ofensiva montonera de fines de los 70

Rodolfo Montes / La Capital

Cristina Zuker, autora de "El tren de la victoria, una saga familiar" (Sudamericana), se enteró que el presidente Kirchner andaba con su libro bajo el brazo. Y a los pocos días la convocaron a la Casa Rosada. Allí el Lupo le confesó que se había emocionado con el relato y que iba a proponer que su libro se leyera en las escuelas. Desde entonces se puso un poco mística, de tanto goce por el afecto que recibe de muchos argentinos conmovidos con su libro, incluido el presidente de la nación. "Es mágico esto que me está pasando. El libro fue una cura para mí, y la posibilidad de salir de un lugar muy trágico. También pudo generar emoción, algo muy valioso para los argentinos", dice Cristina a Señales.

Cristina es hija del famoso actor, ya fallecido, Marcos Zuker. Y hermana de un militante montonero, Ricardo Zuker, muerto a fines de 1980 luego de reingresar clandestinamente al país junto a un centenar de militantes, para llevar adelante la operación pomposamente denominada "contraofensiva" de los montoneros. Por supuesto, fue la crónica de una tragedia anunciada.

"El tren de la victoria", una frase estertórea y raquítica de contenidos a la vez, fue la consigna con que los jefes montoneros en el exilio convocaron militantes para la aventura de los años 79 y 80. Junto a "Recuerdos de la muerte", de Miguel Bonasso, el libro de Zuker tiene un punto en común: cuenta la tragedia desde un personaje protagónico, Jaime Dri, en la famosísima obra de Miguel Bonasso y Ricardo Zuker, en el trabajo de Cristina Zuker. Son libros que están en los márgenes, entre la ficción, el periodismo y el relato histórico. "En los setenta, la realidad superó a la ficción", dice Cristina Zuker de la época trágica de su hermano Ricardo.

-Sorprende el relato crítico sobre tu padre, Marcos. ¿Del artista al padre había una distancia?

-Lo de Zuker generó mucha polémica en los ambientes psi de Buenas Aires. Mi viejo, para la mayoría de la gente, fue un tipo bárbaro. En la calle era el prototipo del porteño, fue Garufa, ese personaje que decía, como el tango, "Pucha que sos divertido...". Y parecido a tantos hombres anónimos, sumamente queridos en la vida pública, pero que cuando entran en sus casas maltratan a sus mujeres.


Una tristeza fundacional
El relato de Zuker, en clave de saga familiar, excede en mucho a la literatura política de los setenta. "Si bien se trata de recuperar las huellas de una vida, la de mi hermano desaparecido, recogí testimonios e historias de vida de familiares que nos remontan a principios de siglo", dice Cristina. Por eso se entiende que el libro esté impregnado de nostalgia. "Cada uno que lo lee se identifica con un perfume diferente. Los argentinos tenemos una tristeza fundacional porque en el fondo, somos hijos de inmigrantes que bajaron de los barcos", agrega Cristina, en la intimidad del café La Comuna, un pequeño bar del barrio de Palermo.

-¿Por qué le reprochás a tu papá que le haya faltado "decisión" para convencer a tu hermano que no volviera?

-Mi padre se dejó mentir por mi hermano. Y allí me quedó la sensación de falta de firmeza por parte de mi papá. De todos modos, fue parte del tipo de relación que tenían entre ambos, iban maniobrando la realidad, hablaban de ciertos temas en común, pero de otras cosas no hablaron nunca.

-Faltó comunicación, un clásico entre padres e hijos.

-Un clásico de nuestra generación. Mi padre fue también parte del autoritarismo de la sociedad, nuestra sociedad. El libro busca no ser maniqueo y dar lugar a los matices. El hombre es un ser escindido entre el bien y el mal. Mi papá tuvo una niñez muy difícil y quizá eso explique porqué fue un hombre vidrioso "en el placard", como dicen los americanos.

-¿Fue muy difícil traducir el drama de tu hermano en un libro?

-Yo quedé muy dolorida por la historia de mi hermano, un poco mi propia historia. Cuando termine mi libro empieza mi infierno, pensé. Tuve que dejar pasar un tiempo, desde que se produjeron los hechos que desembocaron en la desaparición de mi hermano, hasta que me puse a trabajar en el libro.

-¿Cómo entendés la contraofensiva, con la ventaja que otorgan casi 25 años de distancia?

-La contraofensiva montonera es el período más oscuro de nuestra historia reciente. Fue un hecho luctuoso, que tuvo que ver con el exterminio, cuando en realidad la derrota política y militar de los Montoneros se había consumado mucho tiempo antes.

-¿Cómo se entiende que los militantes se sumaran a un proyecto condenado al fracaso?

-Para mí también, en un principio, fue incomprensible ver a mi hermano subirse a ese tren. Yo participé de esa atmósfera, como simpatizante y no como militante, cuando se armó la contraofensiva en Europa. Mi hermano decidió subirse al "tren de la victoria", que prometía la conducción montonera. De algún modo siguió timbeando, siguió jugando, como mi padre, pero de otro modo. En esto va también la relación de Perón con los jóvenes, en aquello del "viejo", como le dijeron en aquellos años. Había una trama psicológica muy interesante que sobrevolaba aquel momento.

-¿Qué conclusiones sacaste?

-La decisión de sumarse a la contraofensiva es políticamente incomprensible, pero hay que entenderla desde la culpa por los compañeros que habían quedado aquí, muertos. Fue casi un suicidio, no pudieron aceptar seguir vivos sabiendo que sus compañeros habían muerto. Quisieron seguirlos hasta la muerte.

-La dictadura militar se ensañó con ellos, y ocultó el crimen de casi un centenar de personas. ¿Qué pudiste reconstruir de tu hermano?

-A mi hermano lo tuvieron preso casi un año, durante todo el año 80, para luego ejecutarlo. Por eso les corresponde a los responsables el cargo de crimen agravado por ensañamiento, que no prescribe.

-¿Es cierto, como dice Martín Caparrós, que tu hermano era "muy" montonero, que iba a la movilizaciones con el brazalete ancho en el brazo y caminaba por fuera de la columna?

-Absolutamente, mi hermano fue un tipo encantador, y como su padre, tenía una cosa muy histriónica. Era famoso como imitador de las películas nacionales de la época.

-Impresiona reparar en la edad que tenían los militantes montoneros. Fueron increíblemente jóvenes, sobre todo comparados con los adolescentes tardíos del siglo XXI. ¿Cómo lo ves desde aquí?

-Rescato una frase que me dijo el presidente Kirchner: son historias de pequeños héroes, que actuaron de ese modo porque se la creyeron.

-¿En tu entrevista con Mario Firmenich en el año 2003, terminaste de entender el por qué de la conducción montonera?

-De la entrevista con Firmenich me fui muy satisfecha, pletórica diría. Porque pude tomar distancia, escucharlo y manejar la situación. Cuando me dijo, minimizando, "bueno, fueron veinte los muertos de la contraofensiva", le dije "no Firmenich, fueron más de ochenta".

-Firmenich se graduó en Ciencias Económicas con altas calificaciones, pero sigue teniendo problemas con los números...

-Es la imposibilidad que tienen para aceptar la derrota. Todavía hoy creen que les faltó un poco de suerte. El Pepe Firmenich es inefable, y como dice Horacio Verbitsky en el prólogo de mi libro, esos muchachos (la conducción montonera) no fueron los grandes valores del tango. Fueron políticamente limitados y más bien se caracterizaron por el esquematismo.

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Hija del actor Marcos Zuker, la autora de "El tren de la victoria" reelaboró el drama de su hermano desaparecido.

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