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 domingo, 07 de marzo de 2004

Educación: Por qué importa la escuela

Hace unos días, acompañando a mi hijo de nueve años a ver televisión, me sorprendo ante la pregunta del locutor en una tanda publicitaria: "¿No te has preguntado por qué Dexter (dibujo animado a las 12 horas en Cartoon Network) va a la escuela si ya sabe todo?" No voy a negar que la pregunta no sólo me molestó sino que me alteró: es verdad que a los chicos no les gusta la escuela, pero el planteo televisivo me alarmó más, y me llevó a preguntarme ¿por qué los niños tienen que creer que la escuela no sirve?

Ya que Dexter sabe "todo", ¿no le permitirá la escuela ordenar sus conocimientos, estructurar su pensamiento o ayudarle a aplicarlo de la mejor manera? O, de lo contrario, tratando de tomar registro de lo que estaba oyendo: en estas condiciones, la escuela ¿no estará perimida? O, en todo caso, siendo extremista, ¿no tenderá a desaparecer porque perdió, en estos días, el monopolio de la enseñanza? No porque es casi imposible para un niño sistematizar el conocimiento sin la ayuda de un eje vertebrador como lo es la escuela.

Ahora bien, ¿qué hacemos ante estos niños hoy? ¿Negamos la importancia de los medios teleinformáticos: Internet, televisión? o ¿le vamos dando el lugar pertinente para que sean utilizados como una herramienta de trabajo por alumnos y profesores?

La escuela no puede ignorar, ni competir, ni aceptar acríticamente los medios, sino que debe incorporarlos a la enseñanza porque es la única institución que se ha encargado, a lo largo de la historia, de la democratización del saber. Hoy perdió la exclusividad en la vida del niño, pero no por eso debe perder la importancia. El sistema educativo cuenta con 12 millones de jóvenes que no pueden desgranarse o perderse por el camino. Hoy hay que pensar nuevas alternativas para traerlos y atraerlos nuevamente.

Es verdad que crisis de valores y crisis económica conjugan un juego peligroso contribuyendo al deterioro de la sociedad. Por ello, es necesario repensar la institución escolar, desde adentro y desde afuera, aceptando y utilizando espacios que se otorguen o se consigan para discutir propuestas, analizar prácticas o compartir experiencias. Pero fundamentalmente es necesario considerar a las escuelas como el eje del cambio, dándoles capacidad en la toma de decisiones responsables y con la presencia de un Estado apoyando dichas decisiones.

Como adultos, los padres, los docentes, debemos ser la bisagra para lograr que los chicos también sientan que es posible el cambio. Tenemos que volver a creer en nuestra capacidad de intervención, y, por sobre todo, que vuelvan a creer en nosotros. Todos somos actores responsables de la educación de nuestros niños. En definitiva, debemos asumir el protagonismo con confianza en las propias posibilidades.

No me gustaría que mi hijo, una vez que haya cursado todo el sistema educativo, esto es Nivel Inicial, EGB, Polimodal, Educación Superior, llegue a la conclusión que la escuela no sirve o no le sirve a la sociedad, o, lo que es peor, que él no haya rescatado nada en tantos años de recorrido. Esperemos que no pase tanto tiempo para darnos cuenta de la necesidad de cambiar la escuela en pos de los cambios sociales porque si bien siempre estuvo desfasada en cuanto al contexto, debido a la vertiginosidad de dichos cambios, hoy nos apuran nuestros propios hijos.

Carina Cabo de Donnet

Cientista de la Educación

y Profesora en Filosofía

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